Cuando el Sol desaparezca...

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Cuando estoy estresado siempre leo. Leer ha sido mi pasión des de pequeño. Mi padre me dijo que cuando tenía tres años ya era capaz de leer algunos libros como Peter Pan o La Blancanieves. Nunca he podido hacer muchos amigos... la verdad es que no soy muy sociable. Padezco una rara enfermedad: la luz quema mi piel y, si estuviese mucho tiempo bajo ella, podría quedarme incluso ciego, por ello, siempre que he de salir a la calle ha de ser con mucha ropa puesta y protección solar muy elevada. Aún con toda esa protección es muy peligroso que salga, por ello paso muchísimo tiempo en casa.

Nunca he podido ir a una escuela normal, siempre he tenido un profesor particular. Mi padre siempre trata que no me falte nada. Des de que mamá murió siempre me ha cuidado muchísimo. Mamá murió al tenerme y a veces me siento culpable, es entonces cuando mi padre me abraza con fuerza y esa tristeza se me pasa. La verdad es que la echo de menos aunque nunca la haya visto... en las fotos es guapísima.

Una tarde, mientras estaba leyendo un libro, escuché un ruido en el piso de arriba. Era raro puesto que mi padre no estaba y yo estaba solo. Subí a mirar qué pasaba. Como era de esperar, tenía todas las persianas bajadas y tuve que encender la luz de la escalera para poder ver. Al llegar al piso superior solo se escuchaba el silencio... Tal vez alguna cosa se había caído sin querer: alguna cosa que mi padre hubiese colocado de cualquier forma en su escritorio o tal vez algún trasto viejo que se hubiese ido resbalando hasta acabar desplomándose sobre el suelo. Apagué la luz del piso superior y volví a bajar las escaleras más tranquilo. Me acomodé en el sofá de donde me había levantado y retomé el libro que estaba leyendo: La caída de la casa Usher, de Edgar Allan Poe. Mi padre llegaría en breve. Siempre llegaba a las cinco en punto, una vez había acabado de trabajar en la fábrica.

Eran las cinco en punto cuando escuché tocar el timbre de la puerta. Fui a abrir pensando que sería mi padre, pero allí no había nadie... Miré al suelo y me encontré una nota sucia y rota por los lados... la desplegué y en ella solo había escrita una línea con una caligrafía macabra: "Las estrellas saldrán de su escondite y la oscuridad desplegará su capa... no debes temer lo inexplicable...". Parecía como si una segunda nota la completase. La verdad es que la frase quedaba algo incompleta.

Pasaron las horas y mi padre no llegaba. Me empezaba a impacientar. Primero la extraña nota y luego el retraso de mi padre... ¿Le habría pasado algo? Des de lo de la nota, me había pasado estirado en el sofá leyendo un libro sin moverme. Miré el reloj de la pared y vi que eran ya cerca de las nueve. En nada se pondría el Sol... Volví a enfrascarme en la lectura, pero inmediatamente fui interrumpido por las campanadas del reloj tan antiguo que teníamos en el piso de arriba. Las nueve en punto... Alguien llamó a la puerta. Volví a levantarme, esta vez más rápido, esperando que fuese mi padre. No había nadie, solo otra nota igual que la anterior, pero ésta mucho más breve: "empieza a tener miedo cuando el Sol desaparezca.". Entonces lo vi, el Sol se estaba poniendo detrás de las montañas, y la oscuridad, que hasta ese día me había gustado, empezó a darme un miedo terrible. Cerré la puerta muy rápido. El reloj antiguo volvió a sonar... Pero...¿por qué sonaba? No le tocaba dar ninguna hora... Un arrastrar de cadenas se escuchó por la casa. No podía ser... me estaba volviendo loco... Corrí a mi habitación y cerré la puerta con pestillo. Encendí la lamparilla que tenía al lado de la cama y me arropé hasta la cabeza. Empecé a sollozar... ¿dónde estaba mi padre? En algún momento caí dormido con las lágrimas escurriéndose por mis mejillas.

Cuando desperté, recordaba vagamente lo que había pasado el día anterior... ¡Papá! Bajé corriendo las escaleras y recé por encontrarme con mi padre desayunando como cada día en la mesa de la cocina, pero no fue así, lo único que encontré fueron las luces que había dejado encendidas el día anterior. De repente noté algo raro en la sala... algo no encajaba... y ahí estaban, pintadas en rojo escarlata en la pared de la cocina, la misma caligrafía que las notas... "Mira afuera". Una frase sencilla y nada aterradora, que sin embargo, escrita con esa caligrafía y teniendo en cuenta los acontecimientos ocurridos, me puso la piel de gallina. Me dirigí hacia una ventana, descorrí las cortinas y abrí las persianas con sumo cuidado para que la luz no me tocase y contemplé la peor de las imágenes que podía haber visto: mi padre estaba atado en una estaca a diez metros de la casa, donde la luz lo tocaba de pleno, y lo peor de todo: ¡se estaba desangrando! En un primer instinto me dirigí a la puerta corriendo, la abrí y salí un metro de casa. Noté como la piel se me empezaba a quemar y los ojos me ardían... Quise volver a casa, ¡pero tenía que salvar a mi padre! Seguí corriendo y llegué hasta él. Empecé a desatar las cuerdas que lo mantenían atado al poste. La piel se me empezaba arrancar y empezaba a perder visibilidad... Recosté a mi padre sobre mi espalda y empecé a andar hasta casa. Quedaba apenas un metro cuando se cerró la puerta. ¡Las llaves! ¡Me las había dejado con las prisas! Noté como la respiración de mi padre cada vez se hacía más débil y a mí me empezaban a fallar las fuerzas... El dolor era insoportable. Di una patada con todas las fuerzas que me quedaban contra la puerta, pero ésta ni se inmutó. Lo único que quedaba por probar era romper el vidrio de la ventana y pasar por él. Cogí una roca que había cerca y asesté el mejor golpe que pude dar. Por suerte fue suficiente para romper el cristal. Pasé a mi padre adentro y luego pasé yo. Por fin estaba a salvo, pero las heridas causadas por la luz eran graves... La fiebre me estaba subiendo y mucha de la piel que cubría mi cuerpo se estaba despegando. Grité del terrible dolor que estaba sintiendo. Quería desmayarme pero sabía que no podía, si lo hacía mi padre moriría seguro. Cogí el teléfono y marqué el número de emergencias. Sonó tres veces cuando alguien lo cogió, pero la voz que escuché me heló la sangre "Empieza a tener miedo cuando el Sol desaparezca..." entonces se cortó la línea. ¿Qué podía hacer? Ya no pude más y, entre la fatiga y el dolor, me desmayé. Al volver a despertar no me dolía tanto el cuerpo, pero seguía siendo terrible. Miré hacia donde había dejado a mi padre, pero no estaba. El reloj volvió a sonar... eran las nueve y el Sol se estaba poniendo... El ruido de cadenas volvió a escucharse en toda la casa, esta vez más fuerte. Subí como pude hasta el segundo piso y fue allí donde lo vi. Al principio pensaba que los ojos me estaban engañando, pero no era así... ¡Me estaba viendo a mí mismo! Pero no era igual que yo... él tenía los ojos negros como el azabache, la tez de un color grisáceo y el pelo del negro más oscuro que había visto en mi vida. "¿Quién eres?" le pregunté. Él me sonrió y me dijo "Yo soy tú, ¿no lo recuerdas?" Las manos me empezaron a temblar y un sudor frío bajaba por mi espalda."¡Imposible!" le grité, "¡Cómo vas a ser yo!". De repente señaló hacia un lado del pasillo y lo pude ver claramente, mi padre estaba tendido sin vida en una postura macabra... "¡Papá!" me arrastré hasta él y lo miré desesperadamente ¿Cómo podía estar muerto? "¡Qué has hecho monstruo?" Él, a una velocidad increíble se acercó hasta mí y me dijo "¿Yo?" y me tendió un papel y un bolígrafo. "Escribe." me ordenó. No sabía por qué quería que yo escribiera en ese momento. "¡No quiero!" respondí. "¡He dicho que escribas!" su voz sonó aterradora. Cogí el bolígrafo y empecé a escribir esa frase que torturaba mis pensamientos: empieza a tener miedo cuando el Sol desaparezca. Entonces abrí los ojos asustado... ¡No podía ser! ¡¿Por qué tenía la misma caligrafía que la que había utilizado escribiendo las notas y el mensaje en la pared?! "Recuerda" dijo con una voz muy suave. Las imágenes empezaron a pasar a toda prisa por mi cabeza, estaba recordando una vida totalmente diferente a la mía: primero mi nacimiento, luego la escuela, mi primer amor, mi primer corazón roto, mi felicidad, mis sufrimientos... y entonces los pensamientos se detuvieron enfrente de mi casa, estaba viendo como un niño malherido llevaba en su espalda a su padre. Mis recuerdos avanzaron y llegué hasta el salón, donde padre e hijo estaban tendidos sin fuerzas. Miré mis manos y pude ver como unas cadenas enormes las rodeaban. Me acerqué pesadamente hasta el padre y lo cogí sin esfuerzo, entonces empecé a doblarlo como si fuese una figura de papel, escuchando como cada uno de sus huesos se rompía. Una vez me cansé lo subí al piso de arriba y lo dejé a un lado. Entonces lo vi, el hijo estaba subiendo las escaleras como podía. Al verme abrió mucho los ojos y gritó tanto como pudo. Me acerqué hasta él y lo tiré por las escaleras. Ahora su cuerpo yacía inerte al pie de la escalera. Los pensamientos se detuvieron y me soltaron en esa escena, fue entonces cuando lo recordé, yo no era ese niño, yo era su asesino.

"Empieza a tener miedo cuando el Sol desaparezca..."

Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora