CAPITULO 29.

97 13 9
                                    

Viernes 8 de Septiembre, 2017.

Chiara.

Sujeto con fuerza su mano y asiento repetidas veces con la cabeza. Siento ardor a la hora de respira, el nudo en la garganta sigue ahí.

—Inhala—me dice—Exhala.

Mi pulso cardíaco tarda unos minutos en volver a la normalidad, ya no logro escuchar mis latidos—Eso es amor, respira y no dudes que te sacaré de este puto hospital de mierda—habla y vuelve a apretar el botón.

Amor.

Cierro los ojos, concentrándome en mi respiración, ya no me arde al hacerlo. Las puertas se abren de golpe, haciendo que abra nuevamente los ojos, el doctor con tres enfermeras entran, revisándome—¿Que paso?

—Eso mismo le digo—le contesta Michael—¿Dónde estaba?

—Lo siento tenía otra emergencia y—Michael lo interrumpe.

—¿Por qué no vino otro doctor?—aprieta mi mano—Si usted estaba ocupado ¿Por qué no vino otro doctor?

—Joven...—

—Mi chica sufrió un ataque de ansiedad y usted ¿Dónde estaba?

Mi chica.

—La joven ya está estable, no exagere.

Oh no, no debió decir eso.

—¿Que dijo? ¿Que carajos dijo?

Me retiro el respirador—Michael...—mi voz sale débil, sus ojos se concentran en mi con rapidez—Quiero irme a casa.

Aprieta nuevamente mi mano—Si amor, pero primero vamos a otro doctor.

Amor...

¿Por qué me dices así?

El doctor lo mira mal—No puede llevársela en ese estado.

—Si puedo, así que deme el alta—le ordena—Y más vale que se apure, si no quiere una denuncia por negligencia médica.

Ya se enojó.

El doctor abre los ojos y tarda unos segundos en retirarse de la habitación con todo y enfermeras.

Me retiro el respirador—No seas tan cruel, hay pacientes más graves que yo.

Frunce el ceño—Vuelves a decir eso y también demandó al colita feliz, por traer el cabello tan largo.

Sonrió, me es imposible no reír ante el apodo que le puso a Luis.

Me analiza con la mirada haciendo que me ponga nerviosa, no suelta mi mano y eso se me hace reconfortante.

Nos quedamos en silencio unos minutos hasta que vuelve a entrar el doctor. —Aqui está el alta—le extiende un papel—Y firme que se la lleva, bajo su propia responsabilidad. Si le llega a suceder algo, no es culpa nuestra.

Michael suelta lentamente mi mano y se pone de pie. Su altura intimida al doctor.

Toma el papel con la pluma y firma el alta. Le extiende el papel—No se preocupe doctor—le da una sonrisa forzada.

Una enfermera entra con la silla de ruedas. Los dos se marchan sin decir una palabra y mi vista se enfoca en Michael, que ahora está con el teléfono en la mano. —Listo, llegan por nosotros en 15 minutos.

Me quitó el respirador—¿Llegan? ¿Quienes?

Me sonríe—La ambulancia cariño, ¿Quién más?

—Pero ya me siento mejor—niega con la cabeza—En verdad, estoy bien.

De la noche a la mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora