CAPÍTULO 39.

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Aprieto mi mano con la de Michael, los únicos que quedamos son Harry, Michael, Ryan y yo. Los demás se han ido a dormir a excepción de Fernanda que duerme en las piernas de Ryan.

Todos se han puesto hasta el tope de ebrios, se entienden ente ellos y yo no entiendo, ya que no tengo ni una pizca de alcohol circulando mis venas.

Michael se tambalea hacia delante y tengo que sujetarlo para que no se caiga. Me sonríe y junta su frente con la mia—Mi castaña—su voz está complemente ronca—Mia...

Sus manos sujetan mi cintura con fuerza—Vamos a dormir—le susurró—Estas ebrio.

Se rie—Hace años que no me ponía asi—mira a su alrededor—Que bien se siente.

Niego con la cabeza y está vez soy yo la que lo sujeta de la cintura, lo arrastró hasta las escaleras de la cabaña—¡Epaaa!—me detiene—Quiero seguir aquí.

—Estas ebrio, los demás no pueden ni con sus propios cuerpos, asi que permíteme llevarte.

—¡Que quede claro que yo no me fui!—exclama—¡Me llevaron!

—¡Mandilon!—grita Ryan.

—¿Mira quién lo dice?—sube las escaleras—El que carga a su novia—se empieza a reir—Ay...

Se recarga sobre mi hombro—¿Sabes? Eres una relevancia en mi vida.

Abro la puerta de la caballa y nos introduzco a ella—¿Ah si?—pregunto mientras lo arrastró hasta las escaleras.

El se sienta en el borde de las escaleras y se sujeta la cabeza—Tengo hambre.

Genial, voy a tener que cocinar.

—¿Que quieres de comer?—digo para ir a la cocina pero me detiene del brazo—¡Epaaa! —me sonríe con picardía—Nunca específique hambre de que.

Abro la boca y lo miro incrédula, una sonrisa se forma en mis labios—¡Ya vamos a dormir!—tomo su mano y me acerco a el, lo levanto de las escaleras y paso su brazo por mis hombros y lo ayudo a subir la escaleras.

El empieza a tararear una canción, se recarga en mi subiendo las escaleras. Su perfume está mezclado en alcohol, cigarro y humo de la fogata. Una vez estamos en el pasillo, me dirijo hacia una de las habitaciones. Abro la puerta y me introduzco con el a la habitación—Duerme conmigo—dice jalandome hacia el.

—Si pero primero cambiate de ropa—lo aviento a la cama, mi espalda se endereza, si que pesa. El me sonríe y se quita los zapatos, palmadea un lugar cerca suyo y me acerco—Ven mi linda castaña.

Me siento a su lado y empiezo a quitarle la polera ya que el no hace ningún moviendo—¡Epaaa!—suelta una risa—¿A dónde llevas esa manos traviesas?

—Tienes que ponerte algo cómodo —desabrocho su cinturón—Vamos ayudame un poco.

El se endereza dejando que le baje el pantalón, no mires, no seas mala chica, no mires, la curiosidad mato al gato. Lo miro, tiene los ojos cerrados. ¿Se durmió?

Extiendo una cobija y cuando estoy por devolverme el me sujeta del brazo —¿A dónde?—dice somnoliento—Dijiste que te quedarías, ¿Me vas a dejar solo, como los demás?

Mi pecho se oprime, me acuesto al lado del —¿Por qué dices eso?—le pregunto en tono suave.

Abre los ojos y me mira por un buen tiempo sin decir una sola palabra, de pronto sus ojos se inundan y una lagrima baja por su mejilla. Mi mano se lanza directa a secar esa lagrima y la próxima que viene, junto mis cejas, sientiendo un nudo en la garganta.

El silencio sigue y escucho como pequeñas gotas de lluvia empiezan a caer el el techo, un trueno suena afuera y yo sigo mirándolo, perdiendome en su mirada y observando el dolor que reflejan sus ojos—Promete que nunca te irás—su voz suena ronca.

De la noche a la mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora