CAPÍTULO 40.

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Michael.

Siento como una caricia recorre mi mejilla, mi pelo, mis labios. Abro los ojos y la observo, la poca luz que hay en la habitación la ilumina, es un angel. La lluvia de fondo, me hace sentir en el paraiso, estoy en el cielo. Mi mirada recorre la habitación hasta llegar a la mesita de noche. Dos tazas de café y dos platos con el desayuno, acompañado con un poco de zumo de naranja y una paracetamol.

Mis labios se estiran en un sonrisa, la vuelvo a mirar y esta se ruboriza—Prometí ser tu enfermera.

Levanto mi mano para acariciar su mejilla, ella cierra los ojos ante el contacto de mi mano con su piel suave—Me has preparado el desayuno—le susurro, mi voz sale ronca—Muchas gracias.

Ella vuelve a abrir los ojos y me sonríe—Se te enfriara—se para de la cama y me lo acerca, coge el tenedor y envuelve una buena porción de chilaquiles en el, me arrima el tenedor—abre la boca—me ordena y la miro con el ceño fruncido—¿Me darás de comer en la boca?

Ella asiente con la cabeza—Si, ahora abre la boca—la abro y ella introduce la comida en ella. Saboreo el sabor que inunda mi paladar—Es exquisito.

Sus ojos se iluminan—¿Te gusta?

—Me encanta—la miro con ternura—Muchas gracias .

• • •

La abrazo con fuerza, deposito varios besos en su rostro haciéndola reir. Acaricio su estomago por encima de la tela haciendo que se estremesca, mi respiración se vuelve agitada.

Acaricio con mi nariz su cuello, provocando que ella heche la cabeza hacia atras. Mis manos se cuelan por debajo de su polera. Su estomago se tensa cuando lo acaricio, mis manos acarician cada centímetro de su piel hasta legar al principio de sus pechos—¿Puedo?—le pregunto—¿Por favor...?

Ella asiente varias veces con la cabeza y sigo con mis caricias, su piel es tan caliente en esa parte, no trae sujetador haciendo que mi exitacion crezca mas, acaricio su pecho y los estrujo con delicadeza. Mis manos vuelven a bajar sujetando su polera, la retiro de ella y abro los ojos para admirar su espalda.

La acaricio hasta que mis dedos encuentran una zona en especial. Esta se encuentra en la parte de su espalda y pecho es como de unos 3 centímetros de largo. Mi cejas se juntan y al acariciarla ella tiembla.—¿Que sucedió?

Escucho como ahoga un sollozo. Mi preocupación se desata y le acaricio los hombros, que ahora se encuentran tensos—¿Que pasa princesa?

—Ella lo hizo—musita—Ella me empujó e hizo que cayera encima de un vidrio roto de una botella.

Alzó las cejas sorprendido. Niego con la cabeza repetidas veces.

¡Vaya madre!

Me guardo el impulso de quere golpear la pared. ¿Como se pudo atrever a hacerle eso?

Ella continúa temblando y la abrazo, Chiara se vuelve y me abraza con fuerza. Me recuesto con ella en la cama y nos cubro con la manta, no quiero que siga temblando, no quiero que llore.

—Ese día yo la había insultado, yo fui culpable.

Aprieto los dientes ¿Como puede decir eso?

—¿Cuántos años tenías?—hago el intento de no sonar tan brusco.

—No lo recuerdo muy bien, como 11 o 12 años.

Acaricio su espalda, no me gusta verla en ese estado. —No tenías la culpa—hablo con sinceridad—Eras una niña.

Ella se aferra a mi, sus manos toman un pedazo de manta y la estruja con tanta fuerza que sus nudillos se ponen blancos—Perdon por no ser quien esperabas.

De la noche a la mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora