1. Canción del recuerdo

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El me llama día y noche

La yema de los dedos enrojecidas y las uñas rotas, una guitarra de madera, el nombre de su propietaria tallado en una esquina. Kaira estaba en la ciudadela de Hyrule, exactamente Hyrule central, una pequeña villa de casas y comercios muy cercano al castillo, abundaba la paz, y a su vez el bullicio de la gente, la risa de los niños y niñas, era un punto de encuentro de todas las tribus que vivían en ese pedazo de tierra llamado Hyrule.

El castillo era casi un lugar turístico, muchos se acercaban a contemplarlo, pero no se podían apreciar los detalles arquitectónicos debido a que los guardias no dejaban que nadie se acercase, exceptuando a el rey, la princesa, algunos guardias y los distintos trabajadores domésticos que se encargaban de la limpieza y comida de los habitantes del castillo.

A pesar de ese agradable bullicio de la villa, Kaira podía sentir y notar la preocupación y ansiedad de la mayoría de las almas vivientes del lugar, efectivamente eran almas, con un miedo extremo al mañana debido a la leyenda que acompañaba al reino desde su fundación. Un cataclismo vendría y destrozaría todo a su paso, a no ser que la princesa Zelda fulminara su poder incubado y defendiera a su gente, si eso no pasaba, todos corrían peligro.

Muchos seguían ansiosos respecto al cataclismo y por la princesa, que seguía sin sacar su poder, las opiniones del pueblo se dividieron, unos defendían a Zelda, otros despotricaban contra ella, atribuyéndole las palabras poco capaz, no digna de reinar, eso a Kaira le entristecía.

Observando el castillo, recordó los momentos felices, cuando cantaba para la princesa en su cumpleaños, cuando animaba fiestas y todos le aplaudían, momentos mágicos que no volvería a saborear en un tiempo indefinido, no sabía si era su visión de los hechos, pero notaba los colores del castillo mucho más opacos, el jardín real más deprimente, y a la princesa mucho más inquieta que nunca.

Qué daría Kaira por volver el tiempo atrás y ver a los demás felices y plenos.

Siguió anotando cosas en su sexto cuaderno cancionero, a pesar de estar rodeada de preocupación y terror extremo, su imaginación seguía intacta.

— tengo que encontrar una tela para cubrir las heridas de mis dedos —

Ella me hace dar vueltas

Solo era él, él y su acogedora soledad, su arco y flechas. Revali era el vivo ejemplo de que todo esfuerzo da frutos, luego de ser elegido por nadie más ni nadie menos que la princesa de Hyrule como campeón y piloto de la bestia divina Vah Medoh, sintió una euforia inexplicable, todas esas noches sin dormir, esos días sin comer, valieron totalmente la pena, pero su estado físico y mental se estaba desmoronando lentamente.

De vez en cuando pasaba por episodios fuertes de estrés, a pesar de sentirse un orni poderoso, capaz de derrotar al cataclismo con una simple flecha, la presión de defender a su tribu, al reino, era mucho mayor que toda emoción mundana, no soportaría fallarles, fallarse a él mismo "— por tu culpa Revali, Ganon triunfó —"

todo aumentó cuando su cuerpo le pedía a gritos descansar, su cerebro le pedía paz, y su corazón lleno de orgullo fue atravesado por una daga cuando se enteró que un simple hyliano con una ridícula espada sería la salvación de la humanidad, simplemente porque está escrito en la leyenda. De alguna manera, eso aumentaba su estrés por ser el mejor, disminuía su autoestima por no sentirse suficiente y no demostrarle a lo demás en todo su esplendor quién es realmente Revali.

Eran las 6 de la tarde, el sol se estaba escondiendo para acudir a su descanso, pero el orni estaba lejos de hacer lo mismo. Llevaba más de cinco horas practicando sin parar su nuevo movimiento que creía que lo haría invisible, la recién apodada "furia de Revali" corrientes ascendentes que lo elevarían tan alto que sería imparable.

Lo tenía manejado, mucho más que esa vez que la princesa lo sorprendió aquel día que lo nombró campeón, pero no era suficiente.

Sintió ruidos tras su espalda, eran de patas chocando contra la nieve del lugar, inmediatamente giró su cabeza para ver por el rabillo del ojo, dentro de su campo de visión vio al líder de la tribu orni, Tyto, su semblante sereno y su voz honda eran característicos de él.

— me alegra encontrarte Revali — dijo cuando notó que el susodicho le había visto llegar — igualmente — recibió Tyto como respuesta.

— veo que no pierdes el tiempo... — Revali volteó completamente para observarlo mejor y llevar una conversación más cómoda — no hay tiempo que perder, en cualquier segundo Ganon llegará, estoy preparado para todo, pero mientras más control tenga de mis habilidades, mejor.

La relación entre ellos era bastante paternal, Tyto veía a Revali como su ahijado, un ser a el que debía proteger, pero de una manera disimulada para no hacerle sentir inferior, y el orni veía al líder como alguien de respeto y basta sabiduría, y solo con él sentía la confianza de desahogar sus dolencias y frustraciones.

— te haz convertido en un guerrero imparable, Revali, qué suerte tenemos de tenerte como campeón — el orni le miró un poco incrédulo, no esperaba ese halago en aquel momento — y por lo mismo te mereces un descanso.

— así que a eso quería llegar — sonrió al descubrir el por qué de su repentina amabilidad — usted sabe que eso no es posible, no dejaré que el descanso arruine mi rutina de entrenamientos.

— el rey me envió una carta, me pidió que mañana fueras al castillo de suma urgencia, creo que es sobre las bestias divinas y sus respectivas mantenciones.

— ¿por qué esa carta le llegó a usted y no a mi? — preguntó — no lo sé con exactitud... creo que es para que yo también esté al tanto de Vah Medoh, después de todo si un mecanismo deja de funcionar, la aldea se vería perjudicada de una u otra manera, así que mañana estaré atento — Revali posó una de sus alas en el hombro ajeno — ni tú ni el rey deberían dudar de mi, mientras yo esté cerca, nadie debe temer.

Tyto sonrió dulcemente — tienes razón — retiró el ala del orni con delicadeza — será mejor que prepares tus cosas, mañana debes viajar temprano para llegar a tiempo, no dijo una hora exacta de llegada, solo especificó que fuese durante la mañana.

— eso lo haré después, solo déjeme terminar lo que empecé — respondió para luego voltearse y tomar su arco — está bien, pero recuerda, tu salud es igual de relevante que entrenar, si te fracturas ¿cómo derrotarás a Ganon? — hubo silencio, Revali no fue capaz de voltearse y mirar a Tyto, tenía razón, pero no quería admitirlo.

— buenas noches, Revali — se retiró lentamente, encaminó su viaje a la aldea con suma tranquilidad.

El orni se quedó por unos instantes estáticos, imaginó escenarios donde él estaba fracturado de una de sus alas, haciendo reposo en una hamaca, eso sería una verdadera pesadilla que espera nunca sea realidad.

Todos dependían de él pero, si él fallaba ¿quién se iba a preocupar?

Canción de olvido | Revali x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora