23. Un amor violento nos fulminó

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(Capítulo largo, pero vale la pena <3)

La azabache estaba sentada en la plaza de la aldea orni, sus piernas colgaban desde esa enorme altura, cualquier hyliano sentiría vértigo, pero la chica disfrutaba de aquella sensación temeraria recorrer su cuerpo y sus sentidos cuando miraba hacia abajo. Cantaba y tocaba una de sus canciones compuestas con mucha pasión, el atardecer estaba llegando, los colores anaranjados y el sol ocultándose entre las montañas le entregaba una posible noción de la hora. La muchacha llevaba un vestido blanco algo corto, botines negros y una corona de flores hecha por su hermano menor, eran flores blancas, margaritas específicamente, su flor favorita.

Revali, quién suponía que su amada se encontraría allí, caminó lentamente hasta la plaza, recibiendo reverencias de algunos ornis e hylianos que se encontraban caminando, descansando o en sus respectivas casas. Y allí la vio, tocaba una de las canciones favoritas del orni, la cantaban con tanta pasión que atravesaba cada parte de su alma, convirtiendo esa melodía en dulce amor. Le costó enormemente aceptar que estaba desarrollando sentimientos amorosos por la muchacha sin el consentimiento de su cerebro, esta vez su corazón fue quién dictó aquellas ordenes, sin objeciones, se vio en la obligación de resignarse ante él. Sin embargo, para Revali, no sentirse levemente atraído por la hyliana sería casi un pecado, era imposible resistirse a sus bellas orbes mieles, su cabello ondulado y su adorable y tranquilizadora aura, su bondad e imaginación, sus momentos de locuras y risas, y a pesar de que detestaba que le agarraran el pelo, cuando la chica le hacía bromas o mofas, muy en su interior las disfrutaba y le seguía el juego. Amaba ese lado juguetón de ella, su lado sensible, su belleza inigualable y la cantidad de pecas que adornaban su armonioso rostro, podría pasar horas contándolas como las estrellas en una noche estrellada.

Su corazón latió en mayor velocidad y sentía como hasta su última pluma se esponjaba, pero recordó quién era, el gran campeón orni, quién llevaría a su pueblo y a Hyrule a la paz y armonía, no debía mostrar debilidad, menos en público.

— con que aquí estás — se acercó a pasos más apresurados a la muchacha, quién dejó de cantar y tocar, volteó instintivamente hacia atrás, encontrándose con la imponente presencia de Revali — ¿me buscaba señor Revali? — se burló. Ella sabía que estaba jugando a escapar de él, pero a parte de que estaba en una posición cómoda, ya se estaba cansando de esconderse.

— no exactamente — observó donde estaba sentada la azabache, siempre le sorprendió la habilidad que poseía de controlar su vértigo para poder estar sentada así o ser capaz de volar con él sin el más mínimo miedo, cualquier tropiezo o mal movimiento podría acabar con ella cayendo al vacío; él no sentía ese miedo debido a su naturaleza. La muchacha entendió la indirecta mirada del orni, le sonrió y palpó con su mano la madera del suelo, invitándolo a que se sentara con ella.

Revali tomó asiento, estaba a una distancia prudente, no tan cerca para invadir su espacio personal (y no chocar con la guitarra) pero tampoco tan lejos. — ¿cuál estabas tocando? — se hizo el que no había escuchado nada.

— las de siempre — respondió sin más.
— ¿y qué haces aquí? deberías haber regresado a tu casa, el camino es largo y la noche peligrosa.
— pasaré aquí la noche, espero que no te moleste — dijo con algo de ironía.
el orni rodó los ojos y suspiró, cosa que causó risas en la muchacha.
— qué cosas dices a veces — a pesar de ser el blanco de sus burlas, la risa contagiosa de la chica era un bálsamo para su alma — ¿sabes? me pregunto por qué pasas parte de tus días aquí, bueno, las vistas acá son maravillosas, pero tienes una casa, una familia y una vida de la mano con tu música ¿no? — comentó.
— me gusta esta aldea, el clima helado que tiene, los hermosos paisajes y lo conectado que está con la naturaleza, y los ornis son muy amables, bueno — observó a Revali juguetonamente — casi todos — esta vez el orni soltó una leve risa.
— y me inspiro mucho para escribir... ¡por cierto! — dijo lo último casi en un grito emocionado, exaltó levemente a Revali que no se esperaba aquello, la chica sonrió avergonzada y se disculpó por su espontaneidad bulliciosa, a lo que el orni respondió con su ala en símbolo de "no te preocupes".

Canción de olvido | Revali x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora