Canción de olvido | Revali x Lectora

44. Tu rostro

Vah Medoh estaba posicionado sobre una roca alargada justo encima del poblado orni, apuntando directamente hacia el castillo, listo para atacar.

- muy bien Medoh... lo tienes en la mira, sigue apuntando a Ganon...

Revali estaba sobre la cabeza de la bestia, observando, después de 100 años, el hermoso atardecer que había olvidado, la belleza de Hyrule y las brisas frescas de Tabantha.

- y cuando llegue el momento del combate, disparale con toda tu furia...

- ¿está todo listo? - Kaira se posición a su lado - sí, solo queda esperar a que Link termine su trabajo.

Ambos observaron el cielo, cómo las primeras estrellas salían aún con el atardecer presente - había olvidado lo maravilloso que es ver el cielo... - comentó Kaira.

- yo también... pero nunca olvidé lo maravilloso que es observarte a ti, tu rostro es la única constelación que deseo admirar - Kaira completamente avergonzada volteó a ver a su amado, soltó algunas risas nerviosas - no creo que mi rostro se compare con la magnificencia del cielo.

- tienes razón... tu belleza no tiene comparación alguna - Kaira no aguantó y se abalanzó hacia su amado, lo abrazó por el cuello tan brusco que casi lo lanzó al suelo, eso hizo que ambos comenzaran a reír.

Luego de unos minutos riendo y lanzando bromas, la noche llegó a la escena, ahora la luna era la protagonista en aquel cielo estrellado.

- ¿tú crees que en otra vida hubiesemos sido felices? ¿con nuestra casa y un jardín con margaritas?

- creo que pronto lo descubriremos, por cierto... el nombre de Margarita viene de...

- exacto - interrumpió con una sonrisa - y su hermana menor se llama esmeralda, porque ese color me recordaba a tus ojos...

Todo eso conmovió al orni, su sonrisa tonta y mirada enamorada no se la podía quitar nadie - ¿cómo convenciste a tu hijo o hija para ponerle esos nombres?

- Ellas son hijas de mi hijo, y yo se los propuse con la excusa de que sonaba lindo, me sorprendió que hubiese hecho caso a mis propuestas, pero luego le conté el por qué de esos nombres.

- así que la familia que formaste sabe de mi ¿no?

- sí, incluso aquel hombre que fue mi marido, fue uno de los sheikah que ayudó a Meyrath y a mi a escapar del cataclismo, según él siempre estuvo enamorado de mi, pero yo no quería tener nada con nadie, hasta que me di cuenta que estaba creciendo, y no quería dejar este mundo sin haber tenido alguna decendencia... ¡y no me mal interpretes! yo no lo usé como una fábrica de hijos, llegué a quererlo muchísimo, pero nada se comparaba contigo, y él supo todo eso y lo respetó, por eso Margarita dijo que nunca fui feliz, porque hasta el último segundo de mi vida fantaseaba con verte una vez más...

Esta vez fue Revali quién abrazó a su amada, ocultó su rostro en el hueco que se formaba entre su cuello y su hombro - yo te extrañé tanto... esos 100 años que estuve encerrado en una caja negra solo pensaba en ti, viví con la incertidumbre de si habías sobrevivido o no, rememoraba los momentos que pasamos juntos para hacer un poco más llevadera mi gran pena... y poder verte, abrazarte una vez más es una recompensa a toda la paciencia que tuve...

- eres realmente increíble, Revali...

Ambos se abrazaron por largos minutos, sintiendo simplemente el calor del otro rodear sus corazones inhertes.

- cuando moriste una parte de mi también murió, creo que por eso mantuve este cuerpo joven...

No quiso recordar aquel dolor parecido a una cuchilla clavando su corazón, cambió el tema sin darle la oportunidad a Revali de responder.

- prometo que nos vamos a encontrar en otra vida, seremos felices, lo prometo... - susurró Kaira.

- aprovechemos estos momentos que tenemos juntos, de estar con Medoh... creo que al ser la única con la cual no reaccionó mal era una señal de que te protegería después de la muerte.

- ¡cierto! la única vez que vine no hizo nada raro, me dijiste que siempre temblaba cuando venía alguien nuevo...

Siguieron charlando, Kaira le puso al día sobre todo lo ocurrido después del cataclismo y lo longeva que fue en vida.

Cuando dos almas están destinadas a estar juntas, ni siquiera la muerte puede separales.