26. No me hables de sufrifr

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No sabían cuanto tiempo habían estado en esa posición, perdieron la total noción del tiempo, la unión de sus corazones los envolvió en su propio mundo, donde todo su alrededor iba en cámara lenta, solo existían ellos en el universo y su amor triunfante.

Las alas de Revali rodeaban la cintura de su amada, quién estaba sentada a horcajadas sobre él, sus pluma eran acariciadas por su suaves manos como aquella vez que tomaba su temperatura cuando estuvo enfermo, deseaba repetir esas caricias una y mil veces.

— por cierto... ¿estabas entrenando? — Kaira interrumpió aquel momento mágico, su rostro estaba sobre el hombro ajeno y acunó su mejilla en éste — sí — respondió Revali sin más. Se separó un poco de Kaira para estar frente a frente, tenerla a esa altura sin temor ni vergüenza, con sus mejillas sonrojadas y con algunas lágrimas secas sobre su rostro era el mejor regalo que podría haber pedido, no pudo evitar sonreír como un tonto enamorado.

— pero tenerte acá es mucho mejor que cualquier otra cosa — llevó una de sus alas a la mejilla ajena y la acarició lenta y cuidadosamente — si quieres puedo dejar hacer tu entrenamiento, sin embargo ya no quiero alejarme de ti.

Estuvieron un par de minutos diciéndose cosas amorosas, lo mucho que se extrañaban. Luego, Kaira se levantó para dejar libre a Revali, éste sintió instantáneamente el frío que le provocó estar lejos del cuerpo de su amada. 

A pesar de haberse quitado el gran peso de encima de los miedos, orgullos y prejuicios, sentían muchos nervios y vergüenza, morían poder abrazarse, besarse, no despegarse del otro, pero no sabían si al otro le acomodaría aquella intensidad.

— ¿qué miras tanto? — preguntó Revali con sarcasmo y una risa burlesca en el rostro mientras se levantaba del suelo, a pesar de ser un torbellino de emociones, quería apaciguarlo y no actuar como un idiota una vez más. 

Esas palabras sonrojaron a la hyliana como nunca antes en la vida, eso le causó mucha ternura a Revali y soltó dulces risas, enredó los cabellos sueltos de su amada entre sus dedos y comenzó a jugar con ellos, Kaira estaba al borde del colapso, era distinto que lo hiciera a Liv a que lo hiciera aquel orni que había robado su alma por meses.

— eh... — no sabía que responder, estaba entre decir que admiraba su belleza o que no lo estaba mirando a él sino que a cualquier otra cosa — yo... 

— ya lo sé, no puedes con todo mi encanto— bromeó, eso hizo soltar risas a Kaira y que se relajara un poco — es probable.

Revali se alejó de ella, ahora que la tenía a su lado no sabía si debía seguir con su entrenamiento o quedarse junto a ella, conversar, pasear o simplemente observar su belleza — ¿viniste solo a decirme eso? 

— sí... ya no aguantaba.

— agradezco que lo hayas hecho... gracias por venir, pero ahora no sé qué debería hacer — observó el cielo tratando de descifrar la hora, el atardecer estaba por llegar, no sabía si Kaira iba a quedarse en el pueblo o en la cabaña, sin embargo no quería arriesgar su vida durante la noche que estaba más peligrosa.

— mmm, podría verte entrenar ¿o te pondría nervioso mi presencia? — bromeó tratando de despojarse de su nerviosismo, Revali la observó con vacile — ¿yo, nervioso? no me hagas reír.

En aquel momento Revali tomó impulso para elevarse por los cielos, de la nada grandes y fuertes corrientes de aire rodearon al orni, parecido a un huracán que lo rodeaba, el cabello de Kaira se revolvió completamente, le fue complejo mirar lo que estaba haciendo Revali por sus mechones locos en su rango de visión y la nieve que caía en sus orbes.

De un segundo a otro esas corrientes impulsaron al orni por los cielos, llegó a una gran altura con su brillante habilidad de vuelo y esas extrañas corrientes de aire, una vez en la cúspide del firmamento, observó todos los blancos disponibles para apuntar, los localizó rápidamente, luego descendió veloz hacia la tierra, casi en picada, el aire en el rostro y el gélido ambiente que se escondía en sus plumas le hacían sentir libre, pleno, donde ningún problema podía arruinar su entusiasmo.

Cuando estuvo a punto de aterrizar, sacó su arco rápidamente, y con sus flechas bombas apuntó a todos los blancos localizados con anterioridad y las lanzó con total gracia, su flecha permitía lanzar tres flechas de un tiro, y derribó tres blancos que estaban relativamente cerca en menos de cinco segundos.

Kaira logró localizar a su amado, vio como con delicadeza y casi en cámara lenta sacó su arco que estaba en la espalda dentro de su carcaj, puso tres flechas y derribó tres blancos de un lanzamiento, inconscientemente abrió su boca por la impresión y sus ojos brillaban cual cielo estrellado, procuraba nunca haber visto algo similar, tanta delicadeza, gracia, belleza en un solo cuerpo, su admiración crecía aún más.

Cuando Revali derribó todos los blancos, aterrizó lentamente sobre la nieve, estaba lejos de su amada, pero lograba ver su silueta y sus manos sobre su boca, sonrió triunfante y soltó un sonido de orgullo sin abrir el pico — ¿aún crees que me pongo nervioso ante tu presencia? — preguntó en voz alta acercándose a Kaira, y ella de igual manera caminaba hacia Revali aún con sus ojoso brillosos.

— eres realmente increíble Revali — soltó con dulzura. Una vez estuvieron frente a frente, Revali rodeó la cintura de su amada con sus alas y la acercó a su cuerpo dulcemente, bajó un poco la cabeza para acercarse a su oído — tú eres increíble, niñita.

Sintió como un cosquilleo recorría su cuerpo desde sus pies hasta el último mechón de su cabello, no pudo evitar sonrojarse, miró fijamente los orbes ajenos que se iluminaban cual esmeralda. Sus manos rodearon el cuello del orni, ambos deseaban besarse, sentirse más cerca.

Kaira cerró los ojos, sintió el pico del orni el cuál estaba frío por la sensación térmica del lugar y por recibir todas las brisas gélidas en su rostro, lentamente abrió la boca para unirse en un extraño beso, la lengua de Revali chocó con la de Kaira, ninguno de los dos tenían sus ojos abiertos, simplemente disfrutaban del momento, de estar juntos como nunca antes.

El orni movía su rostro con suma delicadeza para que su pico no lastimara el rostro de su amada; con lentitud aumentaban la intensidad del beso, era lento pero profundo, las manos de Kaira apretaban con más fuerza el cuello de Revali, de a poco comenzaban a desesperarse, sentirse aún más, sentirse dentro de lo que podían.

— oye... — susurró Revali entre el beso, a lo que Kaira respondió con un beso desesperado, no podía negarse a sentir los labios ajenos que tenían un dulce sabor adictivo, pero no quería que esto pasara a algo más.

— Kaira... — alejó el rostro para terminar el beso, sus alas seguían en su cintura, su amada estaba aún más sonrojada, la vio recuperar el aliento por haber besado con tal intensidad, juró haber escuchado su corazón latir con fuerza.

— me encantan tus besos — susurró el orni — pero... no sé si es lo correcto dejarnos llevar... — de por sí besarse era una misión compleja, debido a sus distintos físicos era difícil encajar, Revali se preguntaba cómo podrían hacer cosas que las parejas convencionales (de una misma raza) hacen sin tener que chocar o lastimarse por la forma de sus cuerpos.

— tienes razón, lo lamento...  — Kaira estaba completamente avergonzada, tapó su rostro con sus manos por unos segundos esperando a que eso le ayudara a aminorar su vergüenza  — aunque tampoco puedes culparme... — levantó la mirada para toparse con los ojos ajenos — estuve mucho tiempo sin besarte, y desde aquel primer beso en lo único que pienso en estar cerca de ti.

Revali ordenó con suavidad los cabellos locos de Kaira que seguían en su rostro — yo también... no dejaba de pensar en ti y en lo mucho que deseaba verte y abrazarte... no puedo creer que me hayas hecho sufrir así — se burló de aquella vez que le rechazó, ella respondió con una sonrisa nerviosa.

— ya sabes lo que pensaba, y no hay nada de lo que me arrepienta  más en esta vida que haberte rechazado así... pero ¡no nos acordemos de eso! te prometo que haré lo posible de llenar tu cabecita de buenos recuerdos — sonrió triunfante, esa era la Kaira de la cuál Revali se había enamorado perdidamente, la muchacha que le sonreía a los problemas, que buscaba la felicidad de los demás, que no se dejaba derrumbar por nada ni nadie.

Ambos se buscaban, se necesitaban, y aunque no sabían amar, no era impedimento para dejarse llevar por las sensaciones que el enamoramiento entregaba, aquel amor platónico que llenaba de mariposas ambos cuerpos, sus recuerdos y deseos que se habían transformado en deseos de verse, tocarse, sentirse.

Simplemente amarse con locura antes de lo inevitable.


Canción de olvido | Revali x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora