Vittorio
Es ya de noche cuando tocan la puerta de la habitación. Me decido a ignorarlo, mientras continuo acostado en la cama, fumando y tan solo viendo el techo, como lo he hecho todo el día. Pero siguen insistiendo.
Suspiro con fastidio. - Largoooo. - digo decaído.
Hoy he tenido uno de esos días en los que no me apetece hacer absolutamente nada. Ni ver a nadie, o estar en compañía, mucho menos hablar. Tan solo quiero quedarme tirado en la cama, desperdiciando el tiempo. Lo he hecho por años, ¿Qué le hace un día más? ¿No?
- Anda Vittorito. - oigo la voz de Novak. - Soy yo, tú genial amigo.
- No estoy con ánimos. Vete. - pido.
- Te he traído cosas. Son especialmente para ti. - sigue diciendo. Quedo callado. - Anda. - vuelve a pedir, con algo de suplica.
Me paro con pesar y me dirijo a la puerta. Le doy vuelta a la llave y abro, para encontrarlo sonriente en el marco de la puerta. Entra y yo cierro.
- ¿Día difícil? - pregunta, luego de observarme por unos segundos.
- Yo diría que semanas difíciles. - doy una calada.
Hace una mueca de preocupación, y cuando parece que está por decirme algo, pareciera que hace un clic, y se arrepiente. Otra vez se le forma esa sonrisa vivaracha en su rostro.
- ¿Te gusta leer? - pregunta en cambio, levantado la bolsa que tiene en una de sus manos.
Meneo la cabeza. - He tenido mejores momentos con la lectura.
- Pues, en ese caso, es un buen momento para reconciliarte. - los saca de la bolsa y me extiende la pila de cuatro libros. Me llevo el cigarrillo a los labios y los tomo, mientras voy leyendo los títulos. - Al menos se te pasará el tiempo.
- Gracias. - digo. Levanto la vista. - No son de ti hermano ¿verdad?
Luego de ese ultimo encuentro en la biblioteca, no quiero saber nada de algo que provenga de allí, mucho menos de él.
- No. - responde, lo que me alivia. - Aunque no lo creas fui a una librería y te los compre. Elegí los títulos con mucho entusiasmo. Y eso que no soy muy de la lectura.
- Vaya. Que romántico. - comento. - Si la circunstancia fuera otra sería como si me hubieras regalado flores. - me acerco al escritorio que está delante del ventanal que da al jardín, y los dejo allí.
- Eso no es todo... - sigue diciendo a mis espaldas, lo que me hace girarme de vuelta hacia él. Me extiende un sobre. - Esto también es para ti.
- ¿Qué? ¿Mi acta de defunción? - pregunto divertido, agarrándolo. Abro y saco lo que hay dentro. Quedo sorprendido al ver lo que es en realidad.
- No, peor. - responde divertido. - Una invitación a mi boda.
Levanto la mirada y la poso en la suya. Me dedica una sonrisa dulce. Yo sigo muy pasmado.
- ¿Enserio quieres que vaya? - pregunto extrañado.
- ¿Y por qué no? - sigue diciendo. - Se que no es muy usual todo esto, y que para ti no debe ser fácil, porque no elegiste estar aquí, pero en parte siento como si fuéramos amigos.
Río. - Ya, claro. - digo con sarcasmo.
Me mira con su semblante firme. - Lo digo enserio. - continúa. - Me agradas. Y más allá de lo que aparento, la verdad es que la mayoría de las personas no me caen bien. Pero... contigo tuve un buen presentimiento.
Bajo la mirada. - Yo que tú no me confiaría tanto conmigo...
- No seas tan duro contigo mismo. - dice, logrando que levante mi mirada y la pose en él, me sonríe dulce.
- Gracias. Si no fuera por ti, ya hubiera perdido la cabeza aquí dentro. - hago una pausa. - No suelo agradarle a las personas, normalmente genero el efecto contario, tienden a alejarse de mi. La verdad es que, creo que ni a mis padres les agrado últimamente.
Ni yo mismo me agrado. - pienso para mis adentros, pero no lo digo en voz alta.
- ¿Quieres hablar de eso? - me pregunta. - No se si soy bueno dando consejos, pero si escuchando. Puedo ir por unas cervezas y nos emborrachamos.
Niego. - No. No quiero hablarlo. - digo. - Además, no bebo alcohol.
Hace una mueca. - Bien... - susurra suave.
Me observa con esos ojos tan transparentes, que en parte siento como si pudiera leer mis pensamientos, o peor, como si fuera capaz de ver toda la mierda que tengo dentro. Aparto la mirada, un tanto incomodo, y le presto atención a la invitación.
- Oye, pero esto no es aquí... - menciono extrañado al percatarme de la ubicación donde será la boda.
- Que bueno que lo notas con tiempo, Vittorito. - comenta riendo.
- Pues... ¿crees que tú hermano me deje salir con tiempo? - pregunto. - Tendré que llegar a dedo, porque dudo que siga conservando mi trabajo, ni hablar de que me paguen mi ultimo sueldo, y no tengo tantas millas acumuladas como para poder sacar un pasaje gratis, o con descuento.
Vuelve a reír. - Tú no te preocupes por esos detalles menores, serás nuestro invitado. Viajaras con nosotros.
- Que, ¿tienen un avión privado? - bromeo.
- De hecho, ya que lo mencionas, si.
- Ah, que va. - digo. - Yo apenas si tengo una bicicleta. Si es que Bass no la vendió para pagar mi parte de la renta.
- Vi a tú amigo, por cierto. - dice. - Lo fui a ver, y le aseguré que estabas bien. Y me dijo que te dijera que no le ha dicho nada a tú padre.
Suspiro. - Que alivio oír eso.
- ¿Tan mal se llevan tú y tu padre?
Meneo la cabeza. - Es una historia complicada... - suspiro. - ¿Qué hay de ti? ¿Cómo es la relación con tus padres? - pregunto.
- Mi padre siempre ha sido muy sobreprotector, en especial con Izan, pero...
- ¿Por qué en especial con él? - lo interrumpo extrañado.
- Oh diablos... - susurra para si mismo. - Eh... También, una historia complicada.
Y cuando estoy por preguntarle para seguir indagando en el tema, me interrumpe la abrupta oscuridad. No puedo evitar lanzar un gritito. Novak lanza una carcajada.
- ¿Le tienes miedo a la oscuridad? - pregunta divertido.
- Ay, cállate. - comento con fastidio. - ¿Qué ha pasado?
- Pues... se ve que se ha ido la luz. - oigo su voz alejarse.
- Novak. - lo llamo, aún quieto en mi lugar, sin moverme. - Novak. - repito, pero este no responde.
Carajo. Ojalá me lleve el diablo.
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Hijo de la Mafia (Mafia Marshall IV)
RomanceTodo cambia en la vida de Vittorio Salvatore, cuando una noche su camino se cruza con el del peligroso jefe de la mafia, que controla todo en su ciudad. Un hombre imponente, cruel, poderoso, que no le tiembla la mano al momento de disparar a lo que...