Izan
- ¿Creíste que no me iba a enterar? - comienzo a decir con voz firme, frente suyo, sin quitarle la mirada de encima. - ¿Me creíste tan idiota que no me iba a dar cuenta de que nos estabas robando un porcentaje de nuestra mercadería, para luego tú venderla a un menor precio? ¿Por quien me tomas? - lanzó una risa. - Y encima tienes la osadía de quedarte con todo el dinero, de la venta de algo que no te pertenece. - hago una pausa. - ¿O acaso me equivoco y eres un Marshall? Porque somos tantos que no me sorprendería si omitimos a uno.
- No. - responde con la mirada gacha.
- No, ¿qué? - exijo saber.
- No, señor... No soy un Marshall. - continúa hablando con voz temblorosa.
- Mírame cuando te hablo. - ordeno. - No soporto a la gente que no te mantiene la mirada. Creo que son unos cobardes. - Me mira. Con la punta del arma acaricio su rostro. Empieza a temblar. - Tú sin duda lo eres.
- Por favor, Señor Marshall, deje que le explique lo que sucedió.
- No me gusta desperdiciar un segundo, mucho menos cinco minutos para oír puras mentiras.
- Pe... pero... Señor Marshall... - comienza a tartamudear, luego de ponerse pálido como una hoja de papel. - Señor, puedo explicarle... - dice suplicante, arrodillándose frente a mi. - Le pido otra oportunidad. - continua con sus ojos llorosos.
Genial. Lo que faltaba. Lágrimas. Odio las lágrimas. Son otra señal de debilidad.
- No concedo segundas oportunidades. - digo con severidad. - A nadie.
- Juro que no fue mi intención. - dice lloroso. - Pero necesitaba el dinero, yo...
"Necesitaba el dinero", siempre la misma excusa, como si eso justificara el engaño y la traición. Nada me molesta más que las personas que te rodean, a quienes les das la oportunidad de trabajar para ti, sean las que sacan el puñal e intentan clavártelo en la espalda.
Ya me aburrí de este cobarde llorón.
Aprieto el gatillo y el tiro queda en la frente del traidor, haciendo que caiga en seco en el piso de la sala.
Hay algo en el sonido de un disparo que siempre consigue calmarme. Por muy retorcido que eso suene. Si, lo sé. No soy una buena persona, pero eso es algo que deben saber desde el principio. Esta no es la historia de un héroe, o de un villano que busca redención e ir hacia el lado bueno. Yo no huyo de quien soy. Al contrario, me abrazo a mi mismo, y a todo lo que he logrado para hoy estar aquí. En el lugar en el que siempre quise estar.
- Encárguense de él. - doy la orden.
Los dos guardias que se encuentran uno a cada lado de la puerta asienten y se acercan. Lo toman de un brazo y lo arrastran hacia la salida, por dónde justo entra mi abogado, con su elegante traje, siempre en perfecto estado, a pesar que ya paso el día.
- Y que cambien la alfombra. - agrego antes de que salgan por la puerta.
- Si, señor Markov.
- Que forma más agradable que tienes de terminar la noche, Izan. - comenta, una vez que quedamos solos.
Me acerco a la mesa y dejo el arma sobre esta. Me siento en la silla de la punta, apoyando mi espalda contra el respaldo. Saco un cigarrillo, me lo apoyo en los labios y lo enciendo mientras subo las piernas, una encima de la otra. Doy una calada, sintiéndome más tranquilo cuando el humo recorre mis pulmones.
- No hay peor enemigo que un traidor. - anuncio con firmeza. - Así que me gusta encargarme de que reciban su merecido. Ni más, ni menos. Cada quien tiene lo que se merece. Soy alguien justo.
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Hijo de la Mafia (Mafia Marshall IV)
RomansaTodo cambia en la vida de Vittorio Salvatore, cuando una noche su camino se cruza con el del peligroso jefe de la mafia, que controla todo en su ciudad. Un hombre imponente, cruel, poderoso, que no le tiembla la mano al momento de disparar a lo que...