Capítulo 38

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Vittorio

Estuvimos caminando por lo alrededor un buen rato. Ninguno dijo una palabra, pero de alguna forma se sentía como si no fuera necesario. El silencio que compartimos era mejor, podía concentrarme más en su presencia a mi lado. 

Cada tanto me detenía a tomar una fotografía del paisaje, Izan se apartaba a un lado, fuera del foco. Ojalá hubiera encontrado las palabras para decirle que quería que él también saliera. 

En un momento encontramos unas escaleras y descendimos hasta que llegamos a una orilla dónde empieza el vasto mar color turquesa. A pocos metros se puede distinguir botes con velas blancas, y personas nadando en el agua. Detrás nuestro se ven pequeños bares con sus mesas y esas encantadoras casas de colores con vista de este bello paisaje. 

- Se siente tan bien aquí. - digo en voz alta el pensamiento que acababa de formular. 

- Si. Si te gusta está clase de paz. - oigo su voz áspera detrás mío, retumbándome en los oídos. 

Me giro y posa mi mirada en la suya. - ¿A ti no te gusta? - pregunto. 

Menea la cabeza. - Soy de los que encuentran la paz en el caos. 

Lo miro escéptico. - Lo dice el hombre cuya biblioteca es una especie de santuario a la tranquilidad. - menciono con sarcasmo, divertido. - Los libros, el fuego en la chimenea, el sofá cómodo, el piano, la música suave. Tú habitación es igual. 

- Atrapado. - admite con una sonrisa. Me observa pensativo. - No sabía que me prestabas tanta atención. 

Atrapado. 

- Soy observador. - me excuso. 

- Si, claro. - dice, pero me suena a sarcasmo. 

- ¡Lo digo enserio! 

- Y yo no dije lo contrario. - sonríe arrogante. 

Niego. - Maldito hijo de puta. 

- Tú forma de dirigirte a mi persona siempre me conmueve. 

Pongo los ojos en blanco y me giro, regresando mi vista al mar. 

Puedo notar que se acerca más a mi. Siento su respiración en mi nuca. - Podríamos quitarnos la ropa y meternos al mar. - me habla al oído. 

- Ya quisieras verme desnudo. - digo. Ríe. Y tengo que hacer un gran esfuerzo para no darme la vuelta y observarlo. 

Su espalda aparece en mi visión, cuando él se encamina hacia la orilla, descalzo. Gira su cabeza y me dedica una sonrisa de costado. Se mete al agua, sin importarle que se le mojen los pantalones. Se detiene cuando le llega a las rodillas. 

- ¿No vienes? - me pregunta luego de unos minutos en silencio, aún dándome la espalda. 

- Prefiero quedarme aquí. - respondo por lo bajo. 

Desliza sus dedos por el agua, y yo solo puedo pensar en cuando estos lo hicieron por mi cabello. 

- Lo... - comienza a decir, pero se detiene. 

- Puedes preguntar. - me sorprendo a mi mismo cuando esas dos palabras salen de mi boca. 

- Lo del curso de primeros auxilios era verdad, ¿no? - pregunta luego de una pausa. 

- Si. - me acerco un poco más a él. - Me gusta pensar que... que puede que algún momento yo pueda hacer la diferencia para alguien. Sentir que mi vida no a sido en vano. 

Se gira y posa sus ojos en mi. Me sonríe suave. - Se que la harás. Solos debes permitirte darte la oportunidad. 

- No encerrarme...

Hijo de la Mafia (Mafia Marshall IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora