Vittorio
No cuanto tiempo ha pasado desde que estoy aquí parado, en el medio de la habitación, con sus ojos clavados en mi con severidad, sin lograr que mi cuerpo reaccione para salir corriendo de allí. Mi mente tampoco parece querer funcionar, ya sea para darme la orden de moverme, o siquiera para decir algo.
- ¿Qué haces aquí? - vuelve a preguntar con esa voz que ese noche logro paralizarme. Firme, áspera, ronca, el clase de tono que no necesita alzar la voz para saber cuan enserio dice las cosas, y que habrá consecuencias si no haces lo que el ordena.
- Eh... yo... - tartamudeo, porque la verdad es que no se que responder. Siempre tengo una respuesta para todo, pero no cuando me observa de esa forma. Como un gato a punto de atrapar con sus manos a un pobre e indefenso ratón.
Da unos pasos al frente, acercándose más. Ahora no puedo dejar de comparar sus movimientos con los de un gato. El sigilo con el que se acerca, la mirada cazadora. Solo se detiene al quedar a unos centímetros de distancia de mi.
- ¿Qué? ¿Te pongo nervioso, Vittorio Salvatore? - pregunta en un susurro, que por la cercanía de su boca, su aliento cálido hace que me recorra un escalofrío por la nuca.
Al ver esa sonrisa arrogante y de satisfacción, vuelvo a sentir ese chispazo en mi interior. Doy unos pasos atrás, frunciendo el ceño.
- Solo me provocas estreñimiento. - respondo.
Él lanza una risa. - En ese caso, fierecilla, ¿Qué diablos haces aquí? - vuelve a hacer la pregunta, para la cuál no tengo respuesta. - Y ten en cuenta, que nunca he preguntado algo dos veces, mucho menos tres. Créeme, no seré tan benevolente a la cuarta. Empezaré a creer que me tomas por estúpido.
Estoy por responderle un remate a eso ultimo, pero decido mejor quedarme callado. No quiero tentar a mi suerte.
- Me aburría en mi celda. - digo, en cambio. - Supuse que una casa así tendría una biblioteca, así que vine por un libro. No creí que estuviera prohibida la entrada.
- Digamos que es mi despacho.
- ¿Algo así como la oficina del director?
- Si quieres verlo así.
- Pues a la próxima pon un cartel en la puerta. - sigo diciendo. - Así tus próximas victima que secuestres, no cometerán el error de entrar a la guarida del lobo.
- ¿Así es como me ves? - pregunta con curiosidad. - ¿Cómo un lobo?
- De hecho, hasta hace unos dos minutos, te compraba con un gato. - respondo. - Solo era un decir.
Se queda observándome en silencio, yo no aparto mis ojos de los suyos. Aunque no se si bien para demostrarle que yo también puedo ser firme, o porque me fascinan y a la vez me inquietan. Creo que una parte de mi no podría dejarlos de mirar, ni aunque quisiera.
¿Alguna vez les ha pasado que ven algo que por algún motivo les llama mucho la atención, y que saben que deben apartar la mirada, porque siempre ha un tiempo considerado para ver algo sin que resulte raro, pero es que tan solo no pueden dejar de ver?
Me pasa. Con él.
Baja la mirada, y a los segundos la regresa a mis ojos.
- ¿Y te ibas sin el libro? - pregunta.
Ahora soy yo quien mira abajo y veo mis manos vacías. Vuelvo a sus ojos. Y sale de mi boca la excusa más patética y poco creíble. - Es que cambie de parecer. Ninguno... ninguno llamo mi atención.
- ¿De los mil libros que hay aquí ninguno llamo tú atención? - pregunta con sarcasmo. - Vaya. Que exigente. Voy a tratar de no ofenderme, ya que has criticado mi selección literaria.
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Hijo de la Mafia (Mafia Marshall IV)
RomanceTodo cambia en la vida de Vittorio Salvatore, cuando una noche su camino se cruza con el del peligroso jefe de la mafia, que controla todo en su ciudad. Un hombre imponente, cruel, poderoso, que no le tiembla la mano al momento de disparar a lo que...