Capítulo 26

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Vittorio

Creí que me pasaría la noche encerrado allí, en la oscuridad, tan solo acompañado con el sonido ensordecedor de los disparos, y con la incertidumbre de no saber que rayos estaba sucediendo afuera. Y una parte de mi, aunque no quisiera admitirlo, estaba un poco preocupado por ellos.

Con honestidad esa duda comenzaba a carcomerme el cerebro, hasta que unos 30 minutos después, la puerta se abrió de golpe. 

Mi corazón se paralizó. Me aferré con más fuerza al arma que tenia entre mis manos, la cuál se encontraba llena de sudor. No tenía intenciones de usarla, pero de alguna forma conseguía reconforme.

Ya me imaginaba siendo arrastrado a otra casa, con otro clan y con otro jefe mucho peor. Me veía siendo encerrado y torturado. Pero todo eso quedo descartado enseguida en cuanto se encendió la luz de la biblioteca y sus ojos, esos ojos, se posaron en los míos.

Por un segundo me pareció percibir cierto brillo de alivio en ellos. Aunque lo dudo.

- Y se hizo la luz. - anuncia.

No creí que me sentiría tan alegre de oír su voz, o ver su cara, pero ahí estaba yo, repimiendo las ganas de sonreír.

Me paro de un tirón y me acerco a él, pero me freno en seco al observarlo y ver que se encuentra cubierto de sangre, tanto sus manos, su cuello, como sus brazos, que tan al descubierto gracias a que se arrmango la camisa.

Soy un maldito enfermo. - pienso, seguido de el primer pensamiento que se me forme en la cabeza. Ese en el que lo encontré excitante verlo así.

¿Qué rayos está mal conmigo?

- ¿Estás bien? - pregunta con voz brusca y firme. 

- Si. - respondo, aún sorprendido. Me observa con atención. - ¿Qué sucedió? - pregunto.  

- Unos idiotas que creyeron que porque no tendríamos luz les serías más sencillo atacarnos. - responde. Lanza una risa. - Idiotas les queda corto. Acabamos con ellos, obviamente.                                                                                  
- Es... estás... estás cubierto de... de sangre. 

- No es mía, si es eso lo que te preocupa. - sonríe arrogante. 

Frunzo el ceño. - ¡No estoy preocu...! - comienzo a exclamar molesto, pero me detengo al notarlo. - ¡Oh dios...!

- Si, lo sé, soy asombroso. 

- No. - sigo diciendo y agarro su brazo. 

- ¿Qué haces? - pregunta con brusquedad, intentando apartarlo, pero yo lo sigo tomando con fuerza. 

- Tienes... tienes perforado el brazo. 

Dirige su mirada a donde yo tengo puesta la mía. - Seguro una bala que rozo. - dice restándole importancia. - No es nada. 

- Esa si parece ser tú sangre... - sigo. - Y... continúa brotando.

Aparta su brazo de mi agarre. - Te parece extraño oír esto, pero estoy un poco familiarizado con la sangre y las balas. 

- ¿Solo un poco? 

- Ese es mi punto. - dice con una sonrisa. 

- Yo... yo podría... ya sabes...

- ¿Qué? ¿Quieres ser mi enfermero? - pregunta divertido, usando ese tono arrogante de siempre. 

- No, pero hice un curso de primeros auxilios. - respondo serio.

- Vaya, que conveniente. - continúa. - ¿Seguro que en realidad no quieres provocar que me desangre? 

- Ay púdrete, tú y tu brazo, maldito hijo de puta. - digo irritado.

Hijo de la Mafia (Mafia Marshall IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora