Egan
– ¿Me estás escuchando?
La voz de mi hermana pequeña retumbó en mi interior, me había chillado esa frase en mi oreja.
Aparté la mirada del partido de baloncesto que estaba viendo en la televisión, sentado en el sofá, tranquilo hasta que me había gritado.
Mi hermana, Adrianna, me estaba mirando fijamente, apoyada en el respaldo del sofá y echando su cuerpo hacia adelante. Su sonrisa era muy amplia, enseñando sus dientes, seguramente quería que yo hiciera algo y trataba de poner su mejor cara para ello.
Estaba muy cerca mía, yo no sabía si ella quería intimidarme o convencerme.
Me limité a rodar mis ojos, y cuando volví a mirarla puse la palma de mi mano en su cara para apartarla.
– Sí, pesada. Te llevaré. – Levanté la mano, con mi dedo íncide en alto, indicándole que no iba a ser tan fácil. – Pero tienes que traerme una magdalena de vainilla con chocolate.
Ahora era yo el que sonreía ampliamente. Me encantaban esas magdalenas.
Miré como asentía rápidamente muchas veces, y se volvió a acercar para darme un beso en la frente, de una forma algo eufórica, antes de irse corriendo.
– ¡Gracias! ¡Gracias!
La escuchaba gritar mientras subía corriendo las escaleras de la casa hasta su cuarto.
No la veía, pero sonreía de forma natural al imaginármela pegar saltitos de la alegría. Era muy fácil hacerla feliz.
Mi hermana me había pedido que la llevara esta tarde a la pastelería en la que trabajan nuestros titos. Como todavía tenía catorce años no la dejaban salir mucho por el centro, pero sí que se llevara a sus amigos a la pastelería y pasaran ahí la tarde.
No me resultaba muy dificil llevarla, trabajaba esta tarde y tendría que coger el coche de todas formas.
Para cuando volví la vista al partido, el equipo enemigo había remontado, pero no pude seguir viendo más porque el pequeño Lucas decidió ponerse enfrente del televisor, mirándome y abriendo sus brazos al verme.
– ¡Te "enconté"!
Pablo y Marcos salieron de detrás del sofá antes de que pudiera decir nada, y riéndose me agarraron cada uno de un brazo para que no pudiera levantarme.
– ¡Habéis hecho trampa! Os he dicho que sólo contaba la planta de arriba.
Martín entró corriendo en la habitación, se ve que me había escuchado y se estaba riendo por lo que yo había dicho.
– El tramposo eres tú, ahora te vamos a castigar.
Lo cierto es que la gente me consideraría "mala persona" si supiera que cuando juego con mis primos pequeños al escondite me "escondo" en sitios en los que se supone que no cuentan en el juego.
Sin embargo, en esta casa nunca paramos. Vivir con una hermana, dos primos adolescentes y seis primos pequeños es agotador.
– ¡Primero tendreis que cogerme!
Quité rápidamente las manos de Pablo y Marcos de mis brazos y me levanté para salir corriendo, pero antes cogí a Lucas en brazos.
– ¡Lo ha secuestrado!
Escuché que Oliver gritaba eso, pero yo ya salía corriendo por la puerta y las carcajadas de Lucas y mi risa no me dejaban escuchar mucho más.
Menos mal que tenía sólo dos años y pesaba poco.
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23:22 [COMPLETA]
Romance¿Qué le puede faltar a una persona que tiene todo lo que desea casi al momento? Avery Moore lo tiene claro: Libertad. Carece de la cosa que más necesita y ansía. Ha hecho un pacto con sus padres: Estudiará este año derecho, y el siguiente podrá deja...