Capítulo 9

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-          Yo creo que quieres matarme.

La estruendosa risa de Carla después de escuchar lo que acababa de decir hizo que sólo se le escuchara a ella. Ya ni sentía si había niños corriendo detrás nuestra como hacía cinco segundos.
 
Me dejé caer sobre el banco que tenía detrás de mí.

Realmente estaba cansada.

-          Si hubiera querido matarte todavía estaríamos andando.

Ladeé la cabeza, tenía razón.

Había quedado con ella hacía unas horas para que me enseñara la ciudad, pero yo no contaba con que íbamos a andar durante todo el rato.

Menos mal que ya habíamos llegado a un parque enorme, El Retiro, y tocaba descansar y merendar.

Carla no se había sentado a mi lado, sino que se quedó de pie enfrente mía, mirándome.

-          Mírate, la guiri cansada. – Sabía que se estaba riendo de mi y que me hablaba en broma, porque ponía un tono distinto, algo burlón. - ¿Es que en verdad Nueva York o París son sólo dos calles?

Alcé ambas cejas mientras la miraba, poniendo una mano en mi frente para que hiciera sombra en mis ojos y que el sol no me deslumbrara.

-          Allí coges un taxi y ya. – Apoyé mi espalda en el respaldo del banco antes de seguir hablando. – Eres tú la madrileña que no sabe lo que es el mar.

Inmediatamente se llevó una mano a su pecho, con una cara de ofendida. Sabía que estaba fingiendo, pero le ponía mucho dramatismo a la cosa.

-          Eso no te lo perdono.

-          Sabes que me perdonas porque soy tu guiri favorita.

Ella rodó los ojos, haciendo que nuestras miradas volvieran a encontrarse.

Me sonrió, sinceramente, con esa forma tan particular que tenía.

Me tranquilizaba.

Durante unos segundos o minutos nos quedamos en silencio, cada una pensando en sus cosas y a la vez sin pensar en nada.

No sentí incomodidad, solo era que llevábamos toda la tarde hablando y riendo.

Al menos, yo necesitaba un pequeño descanso.

-          Conozco una panadería aquí cerca. – Carla volvió a hablar, señalando con su mano una de las entradas del parque que daba a la calle. - Si quieres voy y traigo algo para merendar.

No podía ver mi propio rostro, pero estaba segura de que se iluminó, y mi sonrisa se amplió, enseñando los dientes.

-          Eres la mejor. Te espero aquí.

Le lancé un beso mientras se alejaba en dirección a la calle y me quedé a esperarla.

No tardó mucho, pero durante ese rato estuve mirando a las familias que pasaban y a los niños que jugaban.

Adoraba esos momentos de disfrutar lo que ocurre a tu alrededor sin hacerle caso al móvil.

De no ser por necesitarlo para trabajar y estudiar, podría vivir perfectamente sin él.

23:22 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora