Capítulo 15.2

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Entendía que Egan estuviera cansado por su trabajo, pero no era tarde.

Mientras que parecía que él se había quedado dormido, yo me quedé leyendo hasta que el reloj que siempre llevaba en mi muñeca emitió un par de leves pitidos.

Las 23:20.

Tenía una pequeña alarma a esa hora, desde hacía años.

Dejé el libro electrónico ya apagado sobre la mesita de noche y me levanté, con cuidado de no hacer demasiado ruido.

Me senté en el escritorio y subí mis piernas también. Mis rodillas dobladas estaban contra mi pecho, y mis brazos las abrazaban. Mi hombro y cabeza se posaban en la ventana. Mi vista mirando al cielo.

La noche.

La luna creciente.

No se veían estrellas, pero sabía que estaban ahí.

Siempre me había fascinado el universo, mis problemas eran demasiado pequeños comparados con él.

Ya había pasado un rato largo de la noche pensando en mi conversación con Egan sobre Christian. Yo no quería seguir el ejemplo de mi familia en lo que respectaba a matrimonios.

Eran muy protocolarios con respecto a esas cosas. Casi nadie se casaba por amor. Siempre era por dinero y poder.

Veían tan raro un matrimonio por amor que para ellos era como un animal mitológico.

Yo quería ese animal mitológico.

No es que pensara mucho en casarme y tener hijos. Primero tenía muchas metas profesionales, pero tarde o temprano preferiría pasar mi vida con alguien a quien amo que con alguien rico.

Sin embargo, intenté pensar en otra cosa.

Pensaba en mi hermano, en ese momento en Nueva York eran las cinco de la tarde.

Seguro que está merendando mientra ve esa serie que le gusta tanto.

¿Se estará acordando de mi ahora?

Espero que sí.

Suspiré casi sin darme cuenta y miré a los edificios y casas que tenía enfrente. Cada uno con su vida. Luces apagadas y luces encendidas.

Como estrellas.

Miré el reloj, todavía no era la hora.

En ese momento, una voz que sonaba casi como un suspiro del viento interrumpió mis pensamientos.

- ¿Qué haces?

Reconocí la voz de Egan pero no aparté la vista del reloj ni un segundo. Me limité a hacer un ruido para que se callara, un "shhh".

- Cállate, son las 23:22.

Menos mal que, por una vez, me hizo caso. No volvió a decir nada.

Aunque me había desconcentrado un poco, volví pronto a mi castillo mental, justo cuando el reloj marcó las 23:23.

Miré al cielo y sonreí.

Ya sé lo que quiero.

Quiero libertad para ser yo misma.

De todas formas yo sabía que eso era algo muy intangible, algo que no dependía solamente de mi, así que lo reformulé.

De aquí a dos años estaré estudiando astronomía.

Dicho eso, asentí para mi misma. Dejé de apoyarme en el cristal girarla en su dirección. Ya no miraba al cielo, esta vez miraba al chico que estaba en mi habitación.

23:22 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora