Capítulo I

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Antes de decidir ir a Londres...

—¡Pero escúchame, que no están!

—¿Cómo que no están? Si ahí las he dejado, co~ño...

—Pues ya me dirás tú donde, porque estoy segurísimo que aquí esas tortitas del nabo no están otra vez.

—¡¿Komo~?! ¿Cómo que tortitas del nabo? Que te las hago con cariño, joder...

—Ay, sí... Si sé que eres un perraco, con la Natasha.

—Pero, a ver, Hache, que la Natasha es una cantante rusa, que no la conozco, no sé quién es.

—Sí y yo nací ayer, ¿no, cabrón?

—¿Pero por qué me insultas? Si no te he hecho nada.

—Si, si...

El de cabello gris tan sólo suspiró.

—¿Vas a seguir alegando o vendrás?

—Ahora voy, Hache...

Colgó la llamada y guardó su móvil en su chaqueta. Rodó los ojos y decidió salir de la comisaría para ir al parqueo de la misma.

Horacio podía llegar a ser algo impulsivo con él. No pudo evitar hacer una mueca de disgusto mientras subía a su coche y marcaba el rumbo en su GPS hacia el hotel en el que se hospedaba junto al de cresta.

En todo el camino fue en silencio, no decía ni una palabra. Conducía a una velocidad estándar, no quería excederse y chocar como hacía Horacio, pero tampoco tardarse mucho para que este no lo molestara por lento.

Ahora que lo recordaba, estaba seguro de que había dejado esas tortitas otra vez en el mesón de la cocina, no era ningún loco. Pero por alguna razón el otro nunca las veía... o ni siquiera las buscaba y siempre era la misma pelea cada mañana, las tortitas.

Además de que le contaba un huevo hacerlas, en sentido figurado, Hache no se lo valoraba; teniendo en cuenta que él nunca había hecho eso por nadie, NADIE. Y ese joputa no lo tomaba en serio...

—Joder, macho, tudo día tucando cojones...—Expresó, usando el acento que tenía en su doble vida como Boris Sokolov, raspando las palabras y haciendo resaltar la R como el auténtico ruso que era—No ve tortitas en mesa, joder, Hache... volviendo loco está.

Rió luego de eso, había sido divertido tener otra identidad y empatizar con otros rusos cuando fue taxista.

Este hombre había sido de todo a lo largo de su vida. Que cadete, oficial, comisario, inspector... taxista...

Dio un suspiro al ver que Horacio lo esperaba en la puerta principal del hotel. Entró y se estacionó a un lado.

—Venga, hombre... que llevo esperando por ti media hora.

—Pero si no he tardado nada. Sube, que hay que ir a por tu motocicleta.

—Subo, subo—Respondió con una sonrisa.

Se dio la vuelta para entrar en la parte del copiloto, a lo que Volkov avanzó un poco antes de que tocara la puerta.

—¿Pero qué haces?

—Nada, nada, sube...—Había copiado su forma de evitar seguir con un tema y poder pasar a otro.

—¿Qué? ¿Estás enojado por lo de las tortitas?

—Sube—Horacio lo hace y cierra la puerta, al hacerlo, Volkov puso en marcha el coche hacia la comisaría que estaba en medio de la ciudad y no en la que estaba hace un rato.

—¿Vas... a seguir enojado?

Rueda los ojos—Joder...

Horacio vio eso y sonrió juguetón, tomó su rostro con ambas manos sin hacer que volteara.

—Venga, que si las encontrara me las comería.

—Horacio, estoy conduciendo, deje mi rostro.

—Eres el mejor conductor, no va a pasar nada. ¿Y me has hablado con formalidad?

—Pero si siempre lo hago, Hache.

—Pero no cuando estamos solos. Ah, otra cosa...

—¿Qué?

—Ese día en que las comiste y me hiciste tu drama por WhatsApp... ¿No corriste a cagar? Que esas tortitas ya pegaban fuerte, eh...

Los colores se le subieron a la cara a Viktor por la falta de tacto que tenía a veces.

—No, y no hables así, coño.

—Ya, florecita delicada.

—No, no, ninguna florecita aquí.

—Pero te pregunto para ver si no me muero yo si llego a comerlas... si es que las encuentro.

Se detiene en un semáforo en rojo—Que estaban ahí, que no estoy loco.

—Ya, igual que tu beso de cada mañana.

Volkov lo mira. Respiró profundo y cuando soltó el aire de sus pulmones, tomó la cabeza del contrario y dejó un beso en su frente, dejándolo sin habla y con las mejillas un poco rojas.

El ruso lo soltó y volvió a tomar el volante.

—Ahí está tu beso... madre mía...

A veces parecía estar consciente de lo que causaba en Horacio y con ese beso, logró hacer que se quedara callado y dejara de buscarle bronca por lo de las tortitas.

Tortitas de mis santos cojones... siempre causándome disgustos.

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Buenaaaaas.

Acá yo con mi primer historia Volkacio, la cual espero lograr terminar y que no quede en el olvido.

Sí, no suelo escribir sobre el roleplay que tienen los streamers de la plataforma morada, pero espero que salga bien.

~♡~

¡Gustabo, me gusta tu hermano!

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¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora