Capítulo XII

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Ya era tarde, su turno al fin había terminado. Condujo hacia el hotel donde estaba Horacio, seguramente dormido, esperando a que llegue.

Estacionó afuera y caminó hacia la habitación 17, donde estaba el moreno. Le había dado la llave para que entrara.

La sacó de su bolsillo y dando un suspiro cansado abrió la puerta. La cerró de nuevo y dejó la llave en el recibidor que había en el pasillo.

Se quitó los zapatos y luego fue desabotonando su camisa. Estaba algo empapada por la reciente lluvia que hubo en la ciudad. Ese clima podría llegar a ser algo deprimente.

Se quitó el cinturón y sus pantalones cayeron también al suelo. Recogió todo y lo dejó en un canasto que tenía Horacio para dejar la ropa sucia.

Se acostó en la cama sin hacer mucho ruido para no despertar al moreno que estaba dormido con una almohada entre sus brazos.

Aunque a este le fue imposible no despertar al sentir el peso del ruso a su lado.

Se dio la vuelta y puso su mano sobre la piel pálida de su pecho lleno de cicatrices.

—Volvis-... Estás frío...

—Bueno... creo que es por la lluvia de hace rato.

—Deberías darte una ducha de agua caliente, no vaya a ser que te resfríes.

—He peleado con osos en agua helada en bolas, no me va a pasar nada.

—Sí, claro... pero si estás junto a mí me da hipotermia. Vamos, ve para que duermas tranquilo y mejor... sé que estás cansado pero eso te va a relajar—Le acaricia el cabello—Hazlo por mí, ¿Sí?—Su voz era tranquila y también se oía cansada.

Volkov giró hacia él, por la luz de la luna que entraba por la ventana pudo ver sus ojos, los cuales le rogaban que hiciera lo que le pidió.

No tuvo más remedio que hacerlo.

Y tuvo razón. La tensión que había en su cuerpo todo el tiempo en el que estuvo de servicio se fue mientras masajeaba sus músculos, los cuales se sentían algo adoloridos. El calor hacía que todo eso se fuera junto al agua por el desagüe.

Al salir se sintió mejor. Se puso ropa interior luego de secar su cuerpo y se acostó junto a Horacio, quien se había vuelto a dormir.

.
.
.

—Joder...

Oye una notificación de su móvil. Era su padre.

Gustabin, sé buen hijo y ven a recogerme.

Voy...

Manda ubi.

—Joder, ahora el viejo...

Esperó a que le mandara ubicación mientras iba al garaje a sacar el Mercedes que siempre usaban.

Por su recorrido vio a Horacio que estaba junto a Volkov hablando tranquilamente. Se acercó a saludarlos para no hacer el feo.

—Buenas...

—Buenas, Gustabo.

—Hola, ¿Qué pasa?

—Nada, que el viejo quiere que le recoja de quién sabe donde cojones. Pero bueno, siempre es así. ¿Qué vais a hacer vosotros? Supongo que patrullar juntos... ¿No?

—Eh... correcto. Aunque será después, ahora Horacio debe resolver un problema con unos papeles y luego iremos a patrullar.

—Ah, vale... Oye, olvidé mencionartelo, me gusta tu cresta, Horacio.

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora