Capítulo XXVIII

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—Consígueme un C4 y seré el hombre más feliz del mundo.

—¿Lo quieles hacel explotal? ¿Estás seguro?

—Segurísimo... mira lo que le ha hecho a este tío. Está loquísimo y eso es un problemón de los gordos. Primero Héctor... seguimos nosotros. No quería tener que hacerlo pero viendo como estamos... nos vamos a ir a la mierda si no lo matamos.

—Vale... lo tendlé en unos días...

—Vale, cuento con que vosotros lo consigáis.

—No pleocupal...

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—¡Volkooov!

—¿Ah? ¿Qué...? ¿Qué pasa?—gira hacia donde venía el moreno con un oso de peluche con un listón rojo en sus manos.

—Mira lo que he ganao en el arcade. Está preciosísimo, ¿a que sí?

—Sí, sí... está bonito. Pero... ¿Fuiste solo al arcade y no me llevaste?

—No, no... A que no adivinas qué pasó.

—Pues... te fuiste como un loco de la habitación, casi me tiras de la cama... eh... ¿Qué más? Te fuiste sin despedirte. Me hablaste hace un rato pa decirme que... me querías, te dije que yo también... luego... aquí estás.

—¿Cómo que sin despedirme? Si te dí un besito y todo. Bueno, la cosa es que... Gustabo... me... invitó a salir.

—¿Komo? ¿Cómo que te invitó a salir?

—Sí, sí, se disculpó conmigo, que... bueno, que se resignaba a que seamos novios... y que quisiera que le disculparas tú también, pero no se atreve aún a hablarte porque... bueno, le es incómodo, ¿sabes lo que te digo?

—Sí... pero... ¿No te ha dicho el por qué?

—Bueno... ya sabes, celos de hermano, que se sintió un poco solo, que Conway lo picaba demasiado, se agobió, explotó—movía sus manos, explicándole lo que sucedió—Y bueno... ahora mismo está con Papu en una infiltración... creo, algo así... con la mafia Gambino.

—Ah, vale... bueno, si quiere hablar... pues, no voy a hacerme hacia atrás.

—Me parece lindo que quieras arreglar las cosas también.

—Escucha, es que a mí sinceramente me da igual... sabes que soy honesto contigo con lo que pienso y demás cosas. Pero si Gustabo se acerca a mí con intenciones... de eh... disculparse, pues yo se las acepto, no hay problema. Otra cosa... ¿Ya comiste algo?

—Bueno, no... ¿Quieres salir a comer algo?

—Vamos a comprar lo que... de lo que tengas antojo, pero lo traemos aquí, estoy exhausto.

—Vale, mi viejito—Deja el oso en la cama y se acerca al ruso para tomarle del rostro y dejar un besito sobre sus finos labios.

—Viejito tu padre.

—Ya, no te enfades, Rasputin de mi corazón.

—Joder... venga, vamos a comprar tu cena.

—Hablando de ese viejo... No lo he visto por ahí—Toma de nuevo su billetera y la mete en el bolsillo trasero de su pantalón.

—Debe estar en una discoteca con Carlo y el otro chavalito, no te preocupes—ambos van saliendo.

—¿Cuál chavalito? ¿Y por qué le dices chavalito?

—Se juntan con un chaval... el tal Cejas; bastante bajito a decir verdad, y tiene creo que veintidós, que es un niño todavía.

—Y ya lo metieron en todo esto. Le han cagao la vida. Oye... en este programa... La Mansión... que sale en créditos el nombre de Carlo. Me he quedado flipando el otro día que lo noté.

—Según él está con ese y otros programas... además del gimnasio, que no le creo ni una mierda, pero bueno—cierra la puerta con llave.

—¿Cómo sabes tanto? ¿Lo... estás espiando?

—Horacio, que tenemos una investigación abierta aún... y dos blancos abieros.

—Sí, tu boc-...—Viktor lo miraba, diciéndole con la mirada que mejor no dijera nada de lo que estaba pasando por su cabeza—vale, vale... no iba a decir nada.

—Sí, ajá...

—Aaajaaa...—espara a que se adelante un poco para bajar su mano y apretarle el culo con toda la palma.

—¡Ehh, ehh! Cuidado con eso...—se gira para quitar su mano y no le da la espalda.

—Vaya... ¿Y por qué no invitan a la fiesta de los culos? Hola, Hache... hola, Uve.

Ambos voltearon y luego vieron a la habitación que estaba sobre la de ellos. En el balcón estaban Carlo y Daddy Pérez, este último no se veía muy contento.

—Hijo... ¿En serio...?

—¿"En serio" qué? ¿Que si le agarro el culo? Pues venga, que soy su novio... faltaba menos...—coloca sus manos en sus caderas.

—Mira, que nunca te dije nada por tus... preferencias, porque realmente me importa poco... pero esta ratita rusa... Un poco fuera de lugar, cabe decir...

—Eh, admite que el ruso sí está guapo, míralo, alto, piel blanca, delgado...

—Carlo... no estás ayudando. Y si lo describes en ese plan, me da más asco.

—Eh, italiano, que no le estés echando el ojo que te reviento.

—Vamos... ignoralos...—Le toma un brazo para llevárselo al coche. Horacio mientras era arrastrado por el ruso, seguía discutiendo con Carlo.

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Ambos volvieron al hotel para cenar juntos. Habían comprado comida en el UwU café.

Mientras comían, Volkov solía mirar los ojos de Horacio, más que todo sus párpados. Apreciando las sombras oscuras y el delineador con brillo que se había colocado.

Aunque en una de esas fugaces miradas fue pillado por Horacio, quien levantó la mirada, poniendo nervioso al ruso.

El moreno solo soltó una risita y siguió comiendo.

—Enamoradísimo que estás de mí...

Las mejilla del mayor se pusieron algo rojas por ese comentario.

—Y eso me encanta...—prosiguió con lo anterior dicho. Con sus palillos llevó una rodaja de sushi a su boca.

Apoya sus manos a la cama para acercarse al rostro del ruso, entre sus dientes, sostenía el sushi. Le estaba incitando a que mordiera la otra mitad.

El mayor tragó grueso, pero tan solo cedió y se fue acercando de a poco. Abrió su boca y mordió la otra mitad, uniendo sus labios con los de Horacio por unos segundos en el proceso.

Se alejó y se giró hacia un lado, con las mejillas aún más rojas, Horacio lo miraba con una sonrisa mientras volvía a como estaba antes.

—Que mono te ves así...

El ruso carraspea un poco y traga el bocado que dio.

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¡Gustabo, me gusta tu hermano!

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora