Capítulo XIII

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—¡Volkov, mira, mira!

—Ah, conseguiste una igual.

Horacio tenía un pedazo de tela negra en sus manos, más específicamente una bandana con una calavera dibujada en color blanco.

—Sí, sí. Está preciosa, ¿a que sí?

—Sí.

—¿Me dejaran usarla?

—Si hablas con Gordon yo creo que sí.

Estaban en los vestuarios platicando.

Volkov estaba cambiando su camisa rosa pálido por una blanca para ir a patrullar.

—Cierto que es miércoles de rosa, ¿Eh?

—Ah, que te has dado cuenta.

—Sí, hace tiempo realmente. Me gusta tu dinámica con la ropa. ¿Puedo unirme algún miércoles?

—Claro.

—Buenos días, súper nenas.

—Buenas, papu.

—¿Interrumpo?

—Interrumpimos, querrá decir, Conway.

—¡Gustabo!

—¿Qué tal, Horacio? Buenas, Volkov.

—Buenas...

—¿Y eso?—ve la bandana en las manos del moreno.

—Ah, es que me hace ilusión volver a usarla. Cuando estaba aún en Los Santos la usaba en el patrullaje y los operativos. Hey, Uve... conseguí una parecida a la tuya, solo que tiene unas pintitas azules—Saca de su bolsillo otra bandana y se la entrega al ruso.

—Ala... vale, gracias, Horacio.

—De verdad que ustedes dos vienen de Los Santos muy raros... en especial tú, Volkov. ¿Sigue en tu cabeza solo la palabra "Trabajo"?

—Eh... bueno, me tomo mis libres, Conway.

—Mentira, no le ha visto las ojeras—Se acerca al ruso y le quita las gafas, quien retrocedió un poco por lo repentino que fue su actuar—Parece un mapache... no, un zombie.

—¿No duerme usted, Volkov?

—Te hace falta un descanso, Volkov... y no estoy de coña—expresó el mayor de los cuatro.

—Yo estoy de puta madre, Conway. Duermo lo justo y necesario.

—De puta madre te verás en una puta tumba por trabajar como un jodido esclavo de la sociedad de mierda en la que vivimos tú y yo.

—Pero... madre mía del amor hermoso, me atacan todos a mí.

—Que sepa que es por su bien—termina de ponerse el chaleco antibalas el rubio, al igual que Horacio—Que Conway diga que necesita un descanso es porque lo dice en serio. Porque yo que lo soporto todos los días no dice que necesito descanso.

—Cállate, gilipollas. El que necesita descanso soy yo, porque tú solo estás con el móvil en la mano, estamos en un interrogatorio, agarras el móvil, pasa una mosca, agarras el móvil, me sacas fotos para luego abrir twister y subir alguna imagen de mierda con mi cara en ella...

—A ver, no empecemos con lo de Avispa Culona.

—Yo no he mencionado a Avispa Culona, Gustabin. ¡¿Ves que sí eres el de la cuenta esa, gilipollas?!

—¿Ah, que tú eres el de la cuenta? Que sepas que está buenísima, Gustabo—Felicitó el moreno.

—No, no, que yo no soy. Solo que aquí este señor mayor no me suelta el brazo ni a mí ni a la cuenta esa, de la cual... yo no tengo nada que ver—ve que Conway rodó los ojos, así que le guiñó un ojo a Horacio.

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora