Capítulo VII

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—Tranquila, Santoyo, está todo bien.

—Sí, pero... es que cometo muchos errores y me da mucha vergüenza.

—No se preocupe, que hasta los que llevamos más tiempo en este rubro cometemos alguna que otra gilipollez. De usted es su primer día de patrullaje me ha comentado, ¿Cierto?

—Sí.

—Pues ahí está.

—Esa no es excusa.

—Es porque realmente es novata, Santoyo, tampoco crea que aquí vamos a hacer un trabajo de puta madre el primer día, no tiene sentido.

Suspira y acomoda su cabello—Espero que tenga razón.

—Ya lo verá, y si alguien le reclama algo, pa casa, que no es el mejor del mundo para reclamar a nadie.

La chica estaba muy nerviosa por estar patrullando con un inspector, solo su rango era para temer; sin embargo, ese hombre no era alguien malo, ni altanero, ni esas mierdas. Se había portado de manera muy correcta con ella todo el tiempo en el que estuvieron juntos en el patrulla y fuera del mismo.

Se sintió más tranquila al oírlo decir todo eso. Sonrió y estaba viendo por la ventana en busca de algún sujeto que no respetara las leyes de tránsito o que hubiera algo fuera de lo común por allí.

Aunque oír que Volkov había activado su radio para responder a alguien hizo que volteara un segundo.

—¿Comisario? Afirmativo, le escucho...

Del otro lado estaba hablando el comisario Gordon. Quien parecía tener algo importante qué decirle.

—Eh, por supuesto, ahora mismo estoy patrullando con la cadete Santoyo.

¡Ay, pero no le diga con quién!

Había tenido una mala experiencia con el comisario, o mejor dicho, el comisario tuvo una mala experiencia con ella y su marido. Una cena la cual resultó ser hamburguesas recalentadas.

Nikki Santoyo ya no sabía donde meterse cuando el comisario estaba cerca suyo.

—Bueno, creo que me van a despedir.

—¿Qué? ¿Pero por qué?

—Bueno, es una posibilidad, porque me ha dicho el comisario que quería verme, que es urgente.

—No... pero, más posibilidades tengo yo de ser despedida.

—Eh... también me ha dicho que venga usted conmigo.

—¿Komo?

—¡¿Qué ha hecho, Santoyo?!—Preguntó agudizando un poquito su tono de voz y cambiando un poco su acento—En estos... treinta minutos patrullando—Una risita se le escapó, solo era para jugar con la chica.

—¡No sé! Ay, Dios mío. A lo mejor es a los dos.

—Madre mía del amor hermoso. Despido doble. Yo creo que no he hecho nada, o no sé...

Conducía viendo tranquilo hacia el frente, a diferencia de Santoyo, quien movía uno de sus pies y sus dedos no dejaban en paz un mechón de su cabello castaño.

Se estaba muriendo de nervios.

—Sabía que no debía invitarlo a cenar.

—Usted tranquila, que seguro no es nada de eso. Sólo esperemos a llegar antes de sacar conclusiones.

La mexicana hizo una mueca, como diciendo: supongo.

Llegaron a comisaría, allí los esperaba Gordon, aunque realmente decidió hablar únicamente con el ruso.

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora