Capítulo V

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Ese primer día estuvieron por allí, buscando algún lugar que tuviera buen ambiente, pero la mayoría estaban cerrados.

Tuvieron un encuentronazo con la policía porque Horacio, digamos que provocó un poco a un civil y terminaron peleándose entre los tres frente a un patrulla.

Volkov se quedó en el UwU Café y Horacio fue a descansar luego de despedirse del ruso con un fuerte abrazo, el cual fue correspondido al instante. Aunque un beso en la mejilla por parte del más bajo sorprendió al de cabello gris.

Este sonreía mientras se iba, realmente amaba a Volkov y ver que él ya no se hacía para atrás con nada era una completa satisfacción.

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Un par de días pasaron.

Volkov no había visto a Horacio desde el primer día en Londres.

En su ausencia, empezó a patrullar en la ciudad, pues ya había conseguido ser trasladado del todo pero con el cargo de Inspector.

Aunque había algo que le inquietaba, dos hombres en específico.

Uno de un carácter de la puta mierda, siempre usando camisa blanca y corbata negra con pistoleras cafés. Y el otro un rubio que no se le despegaba al anterior mencionado.

Con el primero tuvieron contacto visual por unos momentos, momentos en los que ambos estuvieron con cierta incertidumbre por saber del otro, pero no duró mucho, pues estaban en medio de un entrenamiento de persecución para los cadetes.

A veces oía un nombre que le parecía muy familiar, no sabía si no lo recordaba por lo que le hicieron en Los Santos o porque había pasado ya mucho tiempo desde su vida pasada como comisario en el CNP.

Jack Conway.

Muchos lo llamaban "intendente" y eso lo inquietaba, pero nunca tuvo la oportunidad de siquiera topárselo de frente directamente luego de esa vez en los contenedores en el entrenamiento. Tampoco de patrullar con él, pues siempre iba junto al rubio a quien llamaban por radio "García"

Si Horacio estuviera con él seguramente sabría qué pasaba...

Sacudió su cabeza al oír el grito de un compañero, ordenando subir a los patrullas para iniciar persecución.

Esos dos se encargaron de la negociación. Quienes estaban robando dijeron que solo tenían 100 libras, una mierda.

De casualidad estaban cerca de donde indicaba la alerta. Él y Cano estaban patrullando juntos.

Iniciaron persecución luego de que los atracadores subieran a su coche.

Los siguieron por largo rato, quienes iban a la cabeza y tenían visual eran Conway y García, pues el Mercedes iba más rápido que el patrulla que tenían.

—Vaya mierda de coche, de verdad... ¿El de los compañeros es un Mercedes?

—Sí, pero es para los que van de secreta.

Y nosotros con estos que no pasan de 100 km/h...

—¿Se están frenando?

—¡Sigan, sigan, que se nos acaba la gasolina! ¡Tiren, tiren!

Oír ambas voces le traía nostalgia, sin comprender muy bien por qué. Tuvo que acelerar para poder encontrar a los atracadores que estaban delante.

Llegaron a la parte rica de la ciudad, las curvas le estaban facilitando un poco el trabajo, pues en rectas perderían visual.

—Estos van al agua, esta ya me la sé—Expresó Cano.

Habían llegado al muelle, donde el conductor saltó desde allí al agua.

Volkov y Cano no dudaron en saltar también y nadar para seguirlo.

En un momento se separaron ambos policías, Volkov seguía sin detenerse, había reconocido esa voz cuando le dijeron que se detuviera y debía asegurarse de ver quien era.

Estaban por llegar a un barco, donde el atracador subió, unos segundos después también Volkov, quien le avisó por radio a su compañero donde estaba aún corriendo arriba del barco.

Tuvo que saltar al agua de nuevo, pues a quien seguía también lo había hecho.

Pero esta vez lo vio de frente cuando se sumergió, reconoció ese chaleco y también esas sombras en sus párpados que se corrían por el agua.

Gambino...

Este traía un cuchillo en la mano, así que tuvo que alejarse y subir a la superficie para poder hablar por radio.

—Trae un... cuchillo, cuidado, Cano.

—¿Están en el agua?

Escuchó la voz de García.

—Afirmativo.

—Joder, vaya hijoputa...

Vaya hijoputa...

Dios mío, todo estaba siendo confuso para Volkov, ese tono de voz y como alargaba las palabras era tan familiar.

Siguió nadando, pero el otro logró subirse a una lancha, pues con el cuchillo había logrado tener ventaja asustando al policía.

—¡Venga, a chuparla!

Gambino huyó de allí y Volkov no tuvo ninguna oportunidad de nada.

Esperó a que Cano fuera por él en un velero que era más lento que su puta madre. Pero bueno, ya no quedaba de otra, no podrían alcanzar a Gambino ni con toda la suerte del mundo.

—Bueno... creo que quedamos del otro lado.

—No me... joder, pues ni modo, toca hacer cardio, Cano.

De obligados tuvieron que correr en la arena para llegar al muelle, donde estaban los coches.

—Oiga, Cano... aquí está el Mercedes de los compañeros.

—Venga, nos lo llevamos.

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Ahora estaba en su hotel, sin saber de Horacio y de por qué cojones Carlo Gambino estaba en Londres, ahí con él.

Si estaba Carlo, lo más seguro es que su familia estuviera allí. Igor, Hai y... quien sabe si Toni estaba también.

—Esto es una puta broma.

Por ahora solo lo vigilaría, pero si llegaba a hacer algo estúpido no dudaría ni un solo segundo en meterle un tiro y si sobrevivía, mandarlo a federal de nuevo, a él y sus coleguitas.

En ese momento... necesitaba un abrazo sincero de Horacio. Pero no lo había visto de nuevo y realmente le hacía falta.

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¡Gustabo, me gusta tu hermano!

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora