Capítulo XVIII

401 42 9
                                    

Eran las seis de la mañana.

Los dos con náuseas.

Horacio en el baño, Volkov afuera de la habitación en la parte de atrás.

Todo el vodka y la cena se fueron al caño... literalmente...

—¡Joder, me quiero pegar un tiro!

—Horacio... Cállate, me duele la cabeza...

Luego de haber votado todo y haber tomado un baño de agua fría, Volkov estaba recostado en la cama, sus dedos masajeaban su sien, tratando de apaciguar las punzadas que lo estaban aturdiendo.

—Puta madre, Volkov... todo por tu vodka.

—Yo no te obligué a que tomaras conmigo.

—Joder...

—En vez de quejarte en vano, ve a darte una ducha y vienes a dormir por lo menos hasta las ocho. Luego vemos si vamos a trabajar por lo menos en oficina, porque no estoy en condiciones de patrullar.

—¿De verdad quieres ir a trabajar?

—Si estamos en tu despacho nadie se va a dar cuenta si nos dormimos... casi nadie se queda en las oficinas.

—Ah... eso sí... vale, estás pensando en grande, ruso... seguro sigues borracho.

—Joder... que ahora solo tengo jaqueca.

Horacio ignoró su queja y fue a ducharse. Al salir se acostó de nuevo junto a Volkov, quien con su brazo lo atrajo hacia él.

Luego comprarían algo para el malestar.

.
.
.

Ocho menos cuarto. La alarma del ruso sonó, cosa que lo hizo enojar. La apagó de mala gana, sus ojos se sentían pesados, trataba de mantenerlos abiertos pero tan solo se volvían a cerrar.

Aunque Horacio se levantó y lo movió un poco para que despertara.

—Volkov... vamos, levántate, nos reportamos y por último si podemos dormimos en el sofá de mi despacho o donde sea. No vaya a ser que nos descuenten del sueldo por llegar retrasados.

—Vale...

Ahora sí no tenía como hacerse el loco si Horacio era quien le decía que se levantara.

Como pudieron llegaron a comisaría. Se reportaron y luego de que la mayoría se fuera dejaron los papeles que estaban archivando.

Horacio se dejó caer sobre el escritorio, con sus manos bajo su cabeza. Volkov estaba cruzado de brazos en la silla que había del otro lado del mismo escritorio, apoyado al respaldar se quedó dormido, tapando su rostro con la gorra del cuerpo de policía.

Y otros dos agentes no estaban haciendo nada diferente. Gustabo y Conway estaban en la otra comisaría en las oficinas más alejadas de la entrada, donde casi nadie llegaba. Dormidos por no haber descansado lo suficiente.

Todo esto por una noche de fiesta.

Cuando dieron la una pasado medio día fue cuando Volkov y Horacio despertaron. Más que todo con hambre.

Ya mejores anímica y físicamente, y con energía repuesta, Horacio decidió pedir comida a comisaría. Al notificarle que estaba afuera, el moreno salió y le pagó... con pasta de Volkov, claro que sí, ¿cómo de que no?

Este no tenía como quejarse de que Horacio, literalmente, manejaba su dinero y no él.

Fueron a cafetería a comer. Estaba vacío, así que ambos estaban disfrutando de su comida tranquilamente.

—¿Tú te acuerdas lo último que hicimos anoche?

—Dormir.

—Eso no, bobo, en la Diskoiteka.

—Eh... terminar una botella de vodka solos. Antes de eso... bailamos. Ya después de eso no me acuerdo.

—Creo que... soñé con que te querías pelear con papu...

—¿Yo con Conway?—se ríe entredientes—Nah, al viejo lo tiro pero no voy a ir a pegarle porque sí. ¿Y qué más pasó en tu sueño?

—Te querías ir a los puños con Conway porque... dijo algo que te ofendió, luego tú le dijiste que qué le importaba si eras gay y querías pegarte con él sin camiseta... ¿Tú eres gay? O sea, no es en mal plan.

—Eh...

—Porque la otra vez igual te pregunté si eras bi y no dijiste nada...

—Bueno... hasta ahora no he mostrado interés en chicas y tal... así que eso es lo que terminé por... aceptar. Aunque no estoy seguro...

—¿No habías dicho que no te molestaba que se te acerquen chicas o chicos?

—Dije que no me molestaba... nunca dije que me gustaran ambos sexos.

—Ah, vale... ahora cambia la cosa... pero... ¿En qué hombre te has fijado tú?

Volkov se queda callado, sólo suspira y sigue comiendo.

—Volkov.

—¿Sí?

—¿No vas a responder?

—No.

—Ah, vale, vale...

—No te enfades, tú sabes qué es lo que pasa.

—Sabes que no sé lo que pasa por tu cabeza.

—Que te lo he dicho y lo he repetido como cincuenta veces. Solo estoy contigo, no hay nadie más... no hay otro hombre que se relacione lo suficientemente bien conmigo que tú. Y... eso lo sabes perfectamente.

—¿Y la Natasha qué?

—Y dale con Natasha... que no la conozco de nada, que solo conozco su música. Es como si tú tuvieras un ídolo, un actor de cine, un cantante, un bailarín, yo qué sé. ¿Te gustaría que esté celoso por un ídolo?

—La verdad es que me haría gracia.

—Joder, macho...

—De verdad, cuando te pusiste celoso por Camilo me hizo mucha gracia.

—Pues a mí no me hizo ni puta gracia que toquetee a un funcionario público.

—Yo... le dije que toque mis pectorales, no tenía nada de malo. Para que vea que estoy muy fuerte.

—Claro... agradecí al cielo porque empezaron los tiros luego de eso.

—¿Ves? Eres muy gracioso cuando te pones en ese plan. En realidad lo hice a propósito.

—¿Qué coño has dicho? ¡¿Cómo que fue a propósito?!

—Pu-pues sí... creí que te habías dado cuenta ya.

—Pero... vamos a ver—pasa su mano por su rostro en seña de estrés—madre mía del amor hermoso.

Sólo pudo soltar un suspiro mientras Horacio se reía de él.

Momentos tan sencillos, gestos que parecen insignificantes... pueden ser mucho más que cualquier cosa. Pueden significar mucho más...

.
.
.

~♡~

¡Gustabo, me gusta tu hermano!

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora