Capítulo III

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Habían pasado algunos días.

En dos días seguidos terminaron en el hospital, el primero fueron salvados por Daddy Pérez, padre de Horacio. En el segundo, los tres terminaron inconscientes luego de que el coche del que habían bajado explotara.

Todo por la muerte de Edward Stone... Sheriff que había sido asesinado.

Horacio y Blake fueron inculpados injustamente luego de la emboscada de Philips.

Querían deshacerse de ambos... y dadas las circunstancias, era evidente que no querían que supieran quien había sido el verdadero culpable.

Quemaron pruebas, hubo persecución y un tiroteo en el norte, le hicieron explotar el coche con ellos cerca... todo apuntaba a que los que habían hecho todo eso estaba encubriendo todo para que Philips saliera impune.

—¿Estás bien...?

—No...

Horacio estaba en un sillón, viendo por el balcón de la habitación de Viktor, quien estaba detrás suyo, parado, viéndolo con bastante preocupación.

Había estado muy desanimado, y con mucha razón.

No hallaba pistas que lo guiaran hacia Gustabo, si es que estaba vivo o muerto. Sólo estaría tranquilo cuando hallara respuestas.

Todas las pruebas que trataban de reunir eran o falsas o resultaban siendo estropeadas por quien quiera que sea que no quería que las descubran y tengan en su poder.

Volkov se veía involucrado en todo... solo porque no quería dejarlo solo.

—¿Por qué...? ¿Por qué mierda no puedo ser feliz?

—No lo sé, Hache...

—Sólo quiero saber donde está Gustabo... No me importa si me meten a la puta cárcel, no me importa nada... solo saber si mi hermano está con vida o no, si es que esa llamada a emergencias es verdad...

—A mí si me importa... no quiero... estar separado de ti otra vez...

—Volkov...

—Horacio...

—Sólo... sólo quiero ser feliz contigo, con mi madre al lado también... yo... ya no puedo más con todo esto.

—Vamos, Horacio...—Se acerca al de cresta y se pone de cuclillas a su lado—Sé que es... complicado, pero no deberías rendirte ahora que estamos más cerca. Me has dicho que recibiste información de una llamada a emergencias, que hay una posibilidad de que Gustabo esté vivo y aunque sea pequeña... podemos lograr encontrar todas las respuestas que deseas.

—¿Me acompañarías a Londres?—Se gira hacia el ruso.

—Pues claro, ya te lo he dicho... siempre juntos, Horacio...—Se levanta y le acaricia una de sus manos, se agacha y le da un besito en la mejilla. Haciendo que Horacio se ponga lo suficientemente rojo y se quede congelado.

En cuanto a Volkov, este caminó hacia la cocina.

—¿Quieres un poco de Borsch?—No recibe respuesta—¿Hache?—Echa una espiada al de cresta, quien no se había movido ni un centímetro—Joder, se le reinició el Windows otra vez...—Rueda los ojos para luego dar una pequeña sonrisa y seguir con lo que hacía, servir dos platos.

Ya había pasado antes, tal como ese día en el coche luego de su pelea por las tortitas.

El muy hijoputa sabía lo que causaba en Horacio, lo sabía perfectamente, pero no era de los que tomaba eso en cuenta y solo actuaba, tampoco trataba de manipularlo a su antojo, eso ya lo habían hecho otros, haciéndole sufrir hasta llegar a un punto de quiebre donde casi se lanza de un puente.

Si no hubiera revisado el celular... si no hubiera conducido con un loco para encontrarlo antes de que cometiera alguna locura... Horacio no estaría ahí. Y él... se lamentaría día y noche por no haber reaccionado más rápido.

Recordar hacía que algo se estrujara dentro de él, sentía náuseas cuando pensaba en que pudo haber fallado buscándolo... y pudo haberlo encontrado muerto bajo el puente...

Se sentía horrible...

Sacudió su cabeza, alejando esos malos recuerdos de su mente y mostró sus dientes en un gesto de molestia por pensar en eso en ese momento. Cuando Horacio más lo necesitaba.

Dejó ambos platos en la mesa para luego buscar al de cresta. Quien seguía en el sofá, viendo hacia afuera.

Se acercó y le tomó el hombro sin rudeza.

—Ven a cenar, Horacio.

Con su pulgar acarició donde estaba posada su mano y luego la subió hasta su cabeza, para revolver esa cresta que ya estaba algo despeinada, pues el fijador no le iba a durar toda la vida.

—Coño... que me cuesta mantenerla fija.

Se aleja, caminando hacia el comedor—Fijos mis huevos, ven a cenar.

—Vale, que ya voy.

—No te veo en la mesa...

—Joder...

Fue corriendo hasta Volkov y lo abrazó por la espalda, casi tirandolos al suelo a los dos.

—Pero, Horacio... que me vas a estrellar contra el piso.

—A ti te encanta el suelo, vamos, dime que no.

—Calla... que a ti también te encanta.

—Sí, pero es porque ahí estás siempre.

—No digas gilipolleces y ve a comer.

—Como digas, papá—Lo suelta y va al comedor.

—Madre del amor hermoso... dame paciencia.

Mientras comían, Horacio decidió hablar con Volkov.

—¿De verdad me acompañarías a Londres?

—Que sí, que ya te lo he dicho.

—Es para confirmar.

—Ya te lo dije hace unos momentos, siempre juntos. ¿No?

—Sí... siempre juntos, Volkov.

Ambos chocaron sus puños para saber que estaban de acuerdo en algo. Irían a Londres para seguir con ese trabajo que tenían.

Buscarían a Gustabo por mar y tierra, no importaba a donde tendrían que ir, ellos lo harían.

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¡Gustabo, me gusta tu hermano!

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora