Capítulo XXIII

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Otro día.

Uno en el que Horacio decidió no solo colorear sus chapitas, también puso sombra de colores oscuros sobre sus párpados, delineador y rimel.

Corrector y base en zonas que le favorecieran para resaltar más su belleza natural.

Volkov tan solo lo miraba, sorprendido con la rapidez con la que lo hizo. Y también por la precisión que tenía al hacer eyeliner sin equivocarse ni un poco.

¿Cómo hacía todo eso en tan solo quince minutos? Tenía entendido que otras personas tardaban más, pero Horacio no.

—¿Qué pasa?

—Nada... solo que me impresionas.

—¿Por mi belleza o por qué?—Se gira mientras le colocaba la tapa al delineador negro que tenía en sus manos.

—Emh... sí, pero también por como te maquillas.

—¿Crees que es mucho o qué?

—No, no, te queda perfecto... pero tu agilidad para hacerlo es de admirar, la verdad.

—Si quieres te enseño... algún día... ¡Oh, te puedo teñir el cabello yo!

—¿Teñir mi pelo? No, no... así estoy bien.

—Un azul...

—Estás loco, Horacio...

—Vale... un tono de gris más claro entonces.

—Pero vamos a ver...

—¿Qué? Si ya te van a salir canas y va a quedar así, mejor de una vez.

—Luego lo discutimos, vamos, que tenemos que trabajar.

—De verdad, que palabra más asquerosa, trabajo, trabajo, trabajo... me mato...

—Deja de quejarte y vámonos. Mueve el culo, hombre...—hace un ademán con su cabeza, para indicarle de que se fueran de una vez.

Empezó a caminar y abrió la puerta de la habitación. Horacio fue tras él luego de guardar sus cosas en un estuche, acomodó su cresta por última vez en el espejo y salió.

Aunque no encontró algo muy bonito afuera.

Volkov apretaba los puños mientras tenía la mirada fija sobre alguien a quien no quería toparse. Daddy Pérez.

—Horacio, hijo... controla a tu novio, por favor.

—¿Qué pasa? Papá, déjalo, no lo jodas.

—Yo sólo le di los buenos días tratando de llevarme bien con él, pero reaccionó de una forma demasiado grosera para un agente.

—Pero no le has dicho la parte en que amenazabas contra mi vida, viejo. Anda, dile lo que me dijiste a mí, ¿O es que no tienes los cojones bien puestos?

—Eso no tiene importancia. Deberías resolver tus problemas solo sin depender de Horacio para que te salve. Nos vemos, tengo una reunión importante hoy y estoy perdiendo el tiempo con ustedes dos.

—Anda, tira, que no me iré tranquilo hasta que estés fuera—Posa su mano sobre el arma que estaba en su pistolera del pantalón.

—Me van a recoger, imbécil.

—Padre, basta... Viktor, no le tomes importancia, sabes que está igual de ido que papu—Se acerca y le toma la mano al de ojos azules—No hagas alguna movida, que te estamos vigilando. Ah... y otra cosa... Deja de hacerle creer al italiano que le importas o que es como un hijo para ti... que es obvio que estás fingiendo.

—No te pongas celoso, hijo...

—Hasta luego.

Se lleva al ruso, quien le saca el dedo medio al mayor. DP tan solo hace una mueca altanera, como siempre, creyéndose superior.

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora