Capítulo IX

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—Bueno, me alegra que sea usted jefe de Volkov, que lo cuide, se lo encargo...

—Sí, buen hombre Volkov.

—Ajá, pero puede ser un poco bolas con sus superiores—Le susurra a Gordon.

—¿Komo...?—eso había llegado a oídos de Volkov.

—Sí, sí, cuidao que luego le pida un aumento.

—¿Sabe que está aquí en frente?

—Sí, pero no nos oye.

—Bueno, un gusto, señor Horacio, voy a esperar a que Volkov me entregue esos informes.

—Sí, yo se los daré.

—Perfecto, aquí está su pajarito mensajero, cojones—Expresó algo molesto el ruso, a lo que Gordon soltó una carcajada.

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Había llegado la media noche, a lo que luego de que el ruso tratara de cantarle cumpleaños feliz, siendo intento fallido, luego hizo como si lo hiciera en ruso.

—Eh, grosero, que sé de qué va eso del Cyka blyat...

—¿Komo?

—Que con eso de los Sukacoins, Sikacoins... aprendí un poco el idioma.

—No, no, has aprendido mal, te han enseñado mal.

—Claro... Este... ¿vamos a... mi apartamento?

Volkov lo mira, estaban en un semáforo en rojo.

—Bueno, solo si quieres...

—Porque es tu cumpleaños iré a dormir contigo, si es lo que me propones, claro está.

—Eh, sí... al fin... captas directas... porque las indirectas las pasas con los ojos cerrados.

—Joder...

Viktor condujo hasta el motel donde se quedaba el de cresta, ahora, blanca con pintitas rosas.

—Dejaste un pijama aquí, te lo lavé y lo he puesto en el armario.

—Vale, gracias.

—Me gusta el diseño.

¿Diseño...? ¡Ostia!

Al voltear vio que Horacio tenía en sus manos una polera grande, de color negro, con estampado de Overlord, anime que le gustaba mucho a Volkov.

¿En serio había ido anteriormente tan cansado como para no cambiarse el pijama por otra que no sea así?

—¿Qué?

—Na-nada, nada...

—Algún día podemos ver esto juntos, ¿No te parece?

—¿Komo...?—Su corazón se estrujó cuando oyó esas palabras salir de los labios de Horacio.

—Sí, se ve interesante, el otro día creo que vi un clip por ahí en tik tok y estaba interesante.

—N-no... no sé de qué me hablas.

—Señor Inspector Viktor Volkov, que yo le conozco a usted hace años y sé que no compraría una camiseta así si no le gustara lo que tiene en el estampado. Venga, hombre, que nadie más lo va a saber... A excepción de Blake... Alanna... Parker...

Pensó, riéndose internamente.

El ruso dio un suspiro que llegó a oídos del otro, quien lo miró de nuevo.

—¿Te parece si hacemos un maratón algún sábado o cuando tengas libre?

Su corazón se derritió y empezó a latir con fuerza. Nadie sabía sobre ese gusto que tenía por la cultura japonesa y las series que veía, pero que Horacio lo supiera y que quisiera compartir tiempo con él de esa forma hacía que todo en él dejara de funcionar por momentos, sólo su corazón se mantenía encendido con su propuesta.

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora