Capítulo XVI

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—¿Y bien? ¿Te gusta?—Se da la vuelta, mostrándose con una camisa abierta de un color verde agua brillante con diseños de hojas con detalles blancos.

—Se te ve bien. Me gusta ese color en ti—Estaba acostado en la cama con los brazos bajo su cabeza—Con ese pantalón beige que tienes te quedaría linda...

—Ah, ¿te gusta ese outfit?

—Sí, no voy a mentirte.

—Pensé que no veías mi ropa, porque para ti todo es, trabajo, trabajo, trabajo.

—Sí, ya sé, trataré de cambiar eso...

—Ah, y debes dejar se fumar...

—¿Qué?

—Sabes que no debes hacerlo. Te voy a quitar los encendedores.

—Solo fumo cuando estoy estresado.

—O sea... ¿Siempre? Porque siempre estás estresado.

—Hay niveles...

—Sí, y también hay niveles para fumar, pueden ser dos cigarros al día, no una cajetilla entera, ni media.

Volkov rodó los ojos, haciendo una mueca. Le molestaba un poco, pero era por su bien.

—No me estés volcando los ojos, perro. ¿Y no vas a ir? Porque no te veo con ganas de cambiarte.

—¿De verdad quieres ir? Podríamos quedarnos y ver una película, no sé, algo, pero aquí, acostados.

—Como que Londres te ha hecho vago como Blake. Vamos, será divertido.

—No soy adicto al café y tampoco soy vago.

—Pero sí adicto al tabaco—Se acerca a la cama y coloca una de sus piernas arriba y el otro pie tocaba el suelo—Ven, dame la mano—Le extiende la mano.

—Horacio... quedémonos aquí.

—Mañana te hago el desayuno si vienes conmigo... y~ te compro vodka.

—Voy.

Con el vodka lo tenía en sus manos y a su disposición. Sonrió complacido al ver que le tomó la mano y se levantó de la cama.

—¿Puedo elegir yo tu ropa?

—Mmh, vale. Pero no tengo nada extravagante como tú.

—No importa. Eso sí, el botón de arriba de la camisa queda desabotonado.

—Mmh... Vale, sólo porque me vas a comprar vodka.

Horacio buscó entre las cosas del ruso y vio su camisa blanca. Luego unos pantalones de vestir negros. Puso ambas prendas en la cama.

Viktor tan solo veía lo que hacía mientras se quitaba el pijama que traía puesto desde que volvieron de comisaría.

—¿Tienes una chaqueta que no sea esta?

—No.

—Bueno, entonces iremos a compr-... no, mejor te presto una, tengo una chaqueta negra pegada al cuerpo... aunque a mí no me queda.

—¿Seguro que me quedará? Soy más alto que tú.

—Me queda muy suelta, a ti se te verá bien. Veamos...—Esta vez buscó entre todas sus chaquetas, sacó la que buscaba y se la entregó a Volkov junto a su camisa y el pantalón—Pontela para ver si te queda.

El ruso miró la ropa y luego resignado empezó a colocarsela. Mientras se acomodaba el pantalón, Horacio se sentó en la cama viéndolo.

Cuando se puso la chaqueta, vio que realmente le quedaba bien, la acomodó un poco por la parte del cuello y luego se giró por completo hacia Horacio.

¡Gustabo, me gusta tu hermano! 《Volkacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora