||Sei||

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|06|Entre las viejas redes

Poco a poco el cigarrillo que cayó en el húmedo suelo de la parada fue apagándose, envolviendo aquel par de viejos conocidos en un débil y delgado hilo de humo. El reconocible y adoptivo aroma de los cigarrillos de la marca Andersen los tenia atrapados...como los viejos tiempos, donde solo eran un par de preadolescentes curiosos. Fue algo muy irresponsable por parte de los pescadores dejando donde sea paquetes de esa marca especifica esparcidos por todo el puerto de Portorosso. Aún recuerdan el primer cigarrillo que compartieron escondidos en uno de los callejones del pueblo. Oh, dulce y mortal aroma que los atrapo en sus heladas redes.

Ambos seguían mirándose incrédulos de la presencia del otro, Luca podía notar como el escaso humo salía de los labios de Alberto. Miro sus labios algo ocultos detrás de aquella barba algo larga pero bien cuidada, cual lo hacía verse más varonil. Como un antiguo guerrero. Su rostro marcado por la edad, pero sus ojos seguían brillando con intensidad. Guido tenía razón; Alberto era alto, pero no llegaba a la atura de él o Miguel, pero si a la de Camilo. Tenía una musculatura adecuada y no muy exagerada, todo estaba cubierto por aquel abrigo negro. Reconoció al instante aquel pendiente en forma de anzuelo que le regalo en su cumpleaños número quince.

Ninguno decía nada, sabía que Alberto también analizaba cada una de sus facciones; aunque la respuesta seria siempre la misma...

–No has cambiado mucho –susurró.

Luca desvió la mirada y suspiro.

–Me gustaría decir lo mismo –dijo en un tono apagado y encogiéndose de hombros.

Bajo por un momento su mirada hacia las manos de él, notando como se aferraba a un paquete de pañales para bebés de tres a cuatro meses y en su mano izquierda había un anillo de oro adornando su dedo anular. Realmente estaba casado y con una familia. Mordió levemente su labio inferior, no fue hasta que escucho la risa ahogada de Alberto. Levanto la mirada, sorprendiéndose un poco al verlo igual de nervioso que él.

–Está raro el clima, ¿no lo crees? –trato de sacarle una conversación mientras miraba como el granizo caía en frente de ellos.

Lo miro como si estuviera ofendido, el ceño fruncido de su cara no tenía precio, lo miro de arriba hacia abajo esperando de que lo que dijo fuera una broma de muy mal gusto. Pero Alberto se sintió aún más incómodo. No fue hasta que una ligera risa salió de los labios de Paguro, provocando que el más alto lo mirada desconcertado.

–Después de diez años sin saber ni hablar con el otro. Me preguntas eso –se burló entre risas ante lo ridícula que era la situación.

Tanto escándalo para que le pregunte sobre el maldito clima. Su risa comenzó a aumentar ante lo patético que se sentía en ese momento. El contrario lo miraba con extrañez, ¿se estaba burlando de él?

Pero todo se fue al carajo cuando no solo una pequeña lagrimita resbalo por su piel porcelana, si no el de repente sonido parecido a la risa de un delfín salió de sus labios provocando que parara de reír al instante y su rostro se volviera rojo ante la vergüenza. Alberto lo miro sorprendido, hace mucho que no escuchaba esa risa tan peculiar. Luca quería que la tierra se lo tragase en ese jodido momento. Muchos cuando se reían sonaban como cerdos o trompetas dañadas, pero Luca tuvo la desgracia al igual que su madre que su risa llegaba a sonar como si de un delfín juguetón se tratara. Siempre recibió mucha burla por ello, razón por la que evitaba reírse o mostrar sentimientos alegres. No fue hasta que de nuevo la calmada risa de su viejo amigo aprecio. Lo miro molesto pero Alberto le sonrió con confianza.

–Hace mucho que no escuchaba aquella risa tan única –dijo con media antes de cerrar su mirada y dejar que el frio viento chocara contra su rostro–, te acuerdas cuando construíamos nuestra vespa y nos lanzábamos por las grandes colinas, nunca llegábamos con todas las piezas, pero siempre reíamos hasta que tu risa de delfín malvado salía.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora