||ENTRE NOSOTROS| EPILOGO||

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Lentamente y entre quejidos se reunió entre las sabanas blancas, protegiéndose del viento frio de finales de invierno que se escabullía por la ventana de su habitación. Acurrucándose en su cómoda cama sonrió entre sueños al sentir el pecho de su hombre. Sin pensarlo se acercó a él para abrazarlo como si de un enorme oso de peluche se tratara, una sonrisa apareció en sus labios al sentir los brazos de Alberto envolviéndolo, no quería abrir sus ojos, quería estar todo el día en los brazos de su amado, a pesar que tenía que ir a trabajar en un par de horas.

Sentía tanta paz en los cálidos brazos del hombre que amaba con toda su alma. Una risa salió de sus labios al sentir aquella barba pasar por sus mejillas y cuello, Alberto repartía besos por todo su rostro de manera inocente. Pesadamente abrió su mirada castaña a sentir como el mayor lo acorralaba y acariciaba su cuerpo con tanta delicadeza que lograba sacarle varios suspiros.

Y antes de separarse –evitando que se convirtiera en algo mas–, Scorfano dejo un corto pero dulce beso en sus labios, sin importarle el mal sabor de boca mañanero. Luca con una hermosa sonrisa observo sus ojos esmeraldas con amor, levanto su mano y acaricio aquella barba ya con varias canas, aun así bien cuidada. Amaba despertar a su lado todas las mañanas, Alberto con una sonrisa tomo su mano donde posaba aquel anillo de oro que los unía simbólicamente y besó.

–Feliz cumpleaños, la mia vita –susurró Alberto acercándose de nuevo a su rostro para besarlo de nuevo en los labios; sintiendo aquella calidez al ser correspondido al instante por el menor– y feliz San Valentín.

Se separó de él para tomar aquel ramo de camelias rojas que posaba en su mesita de noche, Paguro al verlas sonrió, rápidamente tomo asiento en la cama y en el cajón de la mesa de su lado saco un largo estuche de pinturas oleo hacho de madera con el logo de la marca Fergus, la preferida de su amado.

–Feliz San Valentin, amore.

Ambos intercambiaron obsequios, aunque Alberto soltó una risa sutil ante la idea que Luca tenía que darle un obsequio el día de su cumpleaños. Al tomar el ramo, se acercó a su pareja y besó su mejilla para después tomar una de las flores y colocársela en la oreja de Alberto. Ambos se sonrieron con dulzura.

El mayor dejó a un lado el estuche para tomar de su mesa una taza de café con leche que preparó –con demasiada azúcar y un toque de miel– para Luca.

–No debiste –murmuró dejando el ramo a un lado para tomar la taza con cuidado, olía delicioso y al dar el primer trago sonrió al sentir el dulzor que Alberto le decía que era pura diabetes.

Tantos años viviendo juntos y al fin sabia preparar su café preferido.

–Tenía que hacerlo –se encogió de hombros con una sonrisa apenada–, ya que nunca soy el primero ni el segundo en felicitarte.

Una risa oculta bajo aquella taza apareció; tenía razón, Alberto nunca es el primero en felicitarlo –a pesar que dormían en la misma cama– desde que Camilo y Miguel se enteraron de su cumpleaños había convertido en una especie de tradición felicitarlo justamente cuando el reloj marcaba las doce, invadían su casa, le llamaban constantemente o le llevaban mariachi solo para joderlo. Jamás admitiría que le agradaba ese detalle por parte de ellos. Dejo su taza por un momento en su mesa de noche, se acercó a su amado para abrazarlo y acurrucarse en su pecho. Alberto había cambiado con el paso de los años volviéndose un hombre robusto y su estómago también creció con ello, aun así le parecía el hombre más atractivo y varonil a pesar de sus ya cuarenta y dos años. Con una sonrisa traviesa de coloco sobre su regazo, sorprendiéndolo como sonrojándolo.

–Los chicos están despiertos –murmuró nervioso Alberto mientras lentamente colocaba sus manos en su cintura, acariciándola suavemente.

Luca colocó sus brazos alrededor de su cuello y se acercó a besar el cuello de su hombre, sonriendo en cada beso al sentir como él temblaba.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora