||Venticinque||

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|25|Un buen equipo

Un suspiro salió de los labios de Alberto al dejar un plato de bruschetta junto con una taza de té negro en frente de su hermana. Se sentó a su al otro lado de la mesa y miro de reojo la ecografía algo maltratada al estar guardada tanto tiempo en el bolsillo de la pelirroja. Tenían que aprovechar que los niños estaban dormidos y que la mamá de ella estaba trabajando en el hospital en el turno nocturno. Giulia estaba nerviosa, sus mejillas estaban rojas de tanto llorar. Se notaba lo perdida que estaba ante la noticia. Solamente se dispuso a comer de su bruschetta en silencio y evitando a toda costa la mirada seria de su hermano. Él cruzo de brazos contra su pecho y exhaló.

–¿Cuánto tienes? –preguntó directamente al mismo tiempo que intentaba sonar sereno ante la situación.

Giulietta rápidamente trago lo que tenía en la boca y bebió un poco del té antes de contestar con un apagado:

–Más de cuatro semanas...

–Más de un mes –susurró él pensativo.

Ella asintió.

–¿Desde cuándo lo sabes?

–Desde hace dos semanas, vomitaba en la escuela y me sentía mareada casi todo el tiempo –suspiro y agacho la mirada–. Creí que eran los nervios por la boda, porque todos decían a mis espaldas que no sería una esposa digna –murmuró decaída mientras jugaba con su dedo en el borde de la taza de porcelana.

Alberto asintió para después volver a dejar salir un suspiro.

–¿Quién más lo sabe?

–Solo tu...

–De acuerdo –cerro un momento su mirada para analizar mejor la situación.

Entendía un poco la presión que sentía su hermana en ese momento, la presión de no ser buena para un hijo –en este caso tres–. Él también tenía miedo cuando se enteró que iba a ser padre. De repente escucho un quejido frustrado por parte de la pelirroja; las hormonas mezclado con el océano de sentimientos que sentía.

–¡Papá se decepcionara de mí! –exclamó estresada mientras tallaba con fuerza su rostro con sus manos.

Albero la miro molesto.

–¿Qué mierda acabas de decir? Giulia, tienes un trabajo estable en la escuela, te casaras en menos de dos semanas con el maldito padre de tus hijos y dices que se decepcionara de ti –sonaba cada vez más molesto e irritado al escucharla, paso su mano por su rostro–. Giulia, SOY GAY y papá no lo sabe. No sabe que engaño a mi esposa con mi mejor amigo de la infancia e hijo de su amigo, no sabe que Mina no es mi hija de sangre y que estoy al filo de perderla –se levantó de su lugar furioso–. ¡Casi no duermo porque el estúpido padre biológico de MI HIJA ahora quiere hacerse cargo después de haberla rechazado desde un principio! ¡Tengo que trabajar duro todas estas semanas para pagar al abogado! ¡PORQUE LA MALDITA DE MI ESPOSA PUEDE APARECER DE LA NADA PARA LLEVARCELA! ¡Y ME DICES QUE SE DECEPSIONARA DE SU HIJA PERFECTA POR ADELANTARSE ANTES DEL MATRIMONIO QUE ESTA A LA VUELTA DE LA PUTA ESQUINA!

Giulia lo miraba aterrada, jamás lo había visto así de enojado. Alberto estaba rojo de la furia por haber sacado todo lo que sentía, intento calmar su respiración al mismo tiempo que desvió la mirada, no se arrepentía de decirle lo que tenía guardado.

Hubo un tenso silencio en el comedor que solo fue interrumpido por el fuerte llanto de Mina que venía de la habitación. Alberto suspiro, se jalo un poco su cabello y sin decirle nada a su hermana se fue a atender a su hija. Con todo lo que sucedía se había vuelto más protector con ella. Giulietta se quedó sentada miro su ecografía que aún estaba sobre la mesa y con pesar acaricio su vientre sobre la tela de su suéter. Ya no había vuelta atrás.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora