||Trentasei||

345 39 95
                                    

|36|Hablemos

Sonrió dulcemente al cobijar a todos los niños que dormían en una posición rara o por lo menos Leo era el único que dormía tranquilamente en el borde del colchón inflable. Abrazado a su peluche del pato Donald su niño mantenía una expresión tranquila a comparación de los gemelos Rivera o la hija de Ciccio; quienes dormían profundamente hechos un desastre después de jugar por horas en los verdes campos. Habían convencidos a sus respetivos padres que los dejaran dormir todos juntos en la sala de los Paguro, no muy convencidos aceptaron, los gemelos le prestaron un pijama a Leo y en cuanto a Cinnia dormía cómodamente con una vieja camiseta negra con el logo de QUEEN que le perteneció en su adolescencia antes que se mudara.

Luca se agacho y movió los risos de la frente de Leo con tanta delicadeza y cariño, que rio silenciosamente al ver esos cansados ojos esmeraldas viéndolo con sueño. Se acercó a él y beso su frente.

–Dulces sueños, burbujita.

Él sonrió débilmente.

–Buenas noches, papi, que duermas con los angelitos –murmuró antes levantarse y besar la mejilla de su padrastro

Luca lo volvió a cobijar. No tuvieron problemas cuando Leo le dijo en frente de todos "papi", Alberto simplemente respondió: "Luca ha estado para Leo en toda nuestra visita a Génova, que él comenzó a decirle papi de cariño, no me molesta ni incomoda. Al fin de cuentas él fue el quien ayudo a que Leo hablara de nuevo". Massimo no parecía muy convencido, pero no dijo nada mientras Carina le restó importancia.

Se levantó y apago la luz del pasillo, pero antes de subir por las escaleras, se detuvo al notar la puerta principal abierta. Observó la figura de su madre mirando hacia el campo nocturno al mismo tiempo que se abrigaba a su rebozo azul rey. Algo preocupado se acercó a ella, el viento movía con suavidad su cabello castaño claro, no fue hasta que levanto su mirada hacia donde ella veía que sintió su piel erizarse como también se ponía pálida; Antony se estaba besando con Guido.

Su amigo estaba sentado en la cerca de blanca abrazando del cuello a su hermano; quien lo sostenía de su cintura. Volteo a ver a su madre asustado, pero ella seguía viéndolos, hasta que relajo su postura y suspiro.

–Nunca he visto a tu hermano tan feliz –murmuró ella, sin voltear a verlo.

Confundido se colocó a su lado y la miro de reojo.

–¿No te molesta? –preguntó sintiendo un nudo en su garganta.

Daniela suelta una risa ahogada como apagada antes de girar hacia él y dedicarle una mirada maternal a su hijo menor. Tomo su mejilla y la acaricio con tanta delicadeza.

–No me importa eso, amore mio, mientras tú y tu hermano sean felices yo estaré bien.

La miro aterrado, sus hermosos ojos rosados se cristalizaron al igual que los de él. Sentía como su cuerpo temblaba y su madre también lo notó, pero no dijo nada para no asustarlo.

–¿De-desde cuándo? –susurró.

Ella bajo la mirada dejando salir un resoplido, retiro la mano de su rostro para después apoyarse en el pequeño muro del pórtico.

–Diría que te vi muy feliz bailando con el hijo del señor Marcovaldo, pero esto ya lleva su tiempo –lo miro con una expresión decaída–. Tu padre y yo ya lo presentíamos desde que te veíamos tan feliz y pegado a ese chico Alberto cuando eran niños e incluso se volvieron más cercanos entrando en la adolescencia. Siempre se miraron con amor –suspiro al recordar esos tiempos y no se sentía orgullosa de cómo lo tomo al inicio–. No te mentiré, amore, yo me negaba ante la simple idea de que tú y ese chico tuvieran algo e incluso planee con tu padre alejarte de él, pero tu abuela se interpuso y nos ayudó a estar preparados para cuando tú nos lo digas.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora