||Quarantadue||

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|42|Mejorar 

Estaba incomodo; se sentía como un inútil al ver a la pelirroja mayor empacando su maleta –como si fuera un niño pequeño– mientras solo la miraba sentado al lado del escritorio de su vieja habitación. Desde que salió del hospital todos lo trataban como si no supiera hacer las cosas. Incluso ir al baño se le complicaba y había llorado de rabia al caerse dos veces. Lo peor de todo era que así será su vida ahora en adelante.

–No debiste hacer mis maletas.

Lilian lo miro y le regalo una sonrisa maternal. Dejo de doblar la ropa de Leo para acercase a donde estaba sentado. Él quiso desviar la mirada y ella rio con dulzura para luego tomar sus mejillas y besar con amor su frente.

–Soy tu madre, Alberto, a mí no puedes negarme en que no te ayude –comentó en un tono retador–, aun tienes la herida fresca, necesitas descansar, cariño.

Aunque por años siempre se refirió a ella como señora Marcovaldo, la pelirroja sabía que él la quería como una autentica madre...solo temía llamarla así e incluso tuvo que pasar media década para que le pudiera decir padre a Massimo.

–Todo saldrá bien –murmuró en un tono decaído, acaricio la mejillas de su hijo y suspiro–, solo es cuestión de acostumbrarse.

–Gracias, mamá.

Al escuchar sonrió con dolor y lo abrazó protectoramente. Él la correspondió con el mismo afecto, en verdad quisiera que ella hubiera sido su verdadera madre. Ambos se separaron al escuchar como alguien tocaba la puerta. Lilian con una pequeña sonrisa la abrió haciéndose a un lado para que Antony y Guido entrasen. El rubio había traído la pañalera de su sobrina con todas las necesidades de ella. Luca se había encargado de arreglarla para que Alberto no se estresara en prepararla.

Guido miro preocupado a su amigo al notar como sostenía su muleta con frustración.

–¿Listo para volver? –pregunto en un tono dulce mientras se sentaba sobre la superficie del escritorio.

Él no respondió, solo dejo salir un pesado suspiro.

–¿Seguro que quieres quedarte? –cambio el tema mirándolo con tristeza.

Esbozó una silenciosa risa, miro de reojo a su novio; quien ayudaba a Lilian a terminar de doblar ropa de su cuñado. Al sentir su mirada, Antony lo miro y le sonrió con un pequeño rubor en sus mejillas.

–Sí...–musitó– realmente no existe otro lugar donde quiera estar, si no es con él.

–¿Se podría decir que al fin superaste a Ciccio?

Volvió a reír suavemente, con un ligero sonrojo y asintió.

–Él es feliz y yo también lo soy –bajo su mirada algo melancólico, pero aun así una pequeña sonrisa adornaba su rostro–. Aprendí que no podemos tener siempre lo que queremos, pero si obtenemos lo que merecemos –susurró.

Fueron años de sufrimiento en silencio fingiendo una sonrisa ante su primer amor, jamás creyó que lo superaría hasta que conoció al hermano de Luca. Nunca estuvo interesado en hombres ni mujeres –razón porque no se consideraba gay– solo se había enamorado dos veces en su vida. Amaba a Antony con toda su alma, que sabía con certeza que no lo quería dejar.

Alberto sonrió, estaba feliz por él. Se quedó unos segundos pensado como su mejor amigo dio vuelta a la hoja y había conseguido un amor correspondido cuando antes tuvo un rechazo indirecto. Él también quería darle vuelta a la hoja y tener una vida tranquila con un nuevo amor. Había terminado por fin su capítulo con su ex esposa y ahora quería iniciar uno con su adorado novio.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora