Entre Nosotros || Luberto

||Diciotto||

|18|Detalles

Murmullos y miradas nada indiscretas se posaban sobre él. Los odiaba. Apretó el agarre de su taza de café tratando de ignorarlos o intentando en no lanzarle la bebida caliente a la "perfecta" cara del profesor de odontología –y solo no lo hacía porque le tenía respeto a su taza–.

No fue hasta que un desprevenido golpe en la mesa, hizo que todo su odio se enfocara en una sola persona en ese momento.

–¡¿Cómo es que actúas como si nada te importara?! –lo regaño Miguel.

Su reclamo llamo la atención de todos los profesores en turno que se encontraban allí. Volvieron a murmurar mientras sus miradas se dirigían al profesor más joven de toda la universidad.

–¿Disculpa? –respondió entre dientes y con un notorio tic en su ojo izquierdo. En su mente contaba hasta mil para no golpearlo.

–Lo que el idiota quiere decir: es que por qué estas tan tranquilo y serio esta mañana aun teniendo en cuenta que Alberto volvió hoy –comentó calmado Camilo mientras tomaba asiento a su lado izquierdo y Miguel el derecho–. No pareces emocionado que volviera después de todo un fin de semana sin saber de él, ni siquiera pareces molesto de que no te llamara o mandara mensaje.

–En primera; no tiene que llamarme todo el tiempo para decirme lo que hace y con quien está, confió en él y no perdería mi tiempo con una persona que simplemente no le importo lo suficiente como para no pensar en mi cuando está ligando con otra. Conozco a Alberto y él no es así –aclaró con seriedad y dándole un sorbo a su café ya tibio–. En segunda; solo se fue a Treviso para festejar el cumpleaños de su hermana con la familia materna de ella. Y por ultimó; les quiero recordar que mantengo en privado mi "relación" –hizo comillas con sus dedos– con él. A ver si dejan de joder.

Ambos latinos parecían sorprendidos de la seguridad de sus palabras, por otro lado Luca irritado se levantó de su lugar para ir a lavar su taza en el pequeño comedor de la sala de profesores y prepararse para su próxima clase. Lo que no entendía aún era; ¿Por qué todos lo miraban y murmuraban como si no tuvieran vida social?

No fue hasta que la voz preocupada y cansada de su colega lo saco de sus pensamientos.

–¡Paguro! –exclamó con una notoria falta de aire.

Luca arqueo la ceja al verlo sudando, mientras se adentraba a la sala casi desmallándose.

–¿Fredricksen? ¿Qué pasa? –dijo extrañado como preocupado al verlo así.

–Creo que deberías ver lo que paso en tu salón de clases.

[...]

–...voy a matarlo –gruñó.

Apretó sus puños con fuerza, al ver porque los profesores hablaban a sus espaldas. Russell lo guio hacia su salón de clases donde un enorme ramo de rosas azules y negras acaparaban todo su escritorio junto con una canasta llena de postres que con solo verlos ya se le hacía agua la boca –obviamente no lo mostraría–, varios alumnos, profesores y algunos directivos que pasaban miraban con asombro aquellos obsequios. Luca nunca muestra sus emociones más allá de la seriedad y odio.

–Me sorprende, que digas que siguen en fase de prueba –comentó Russell al ver a Paguro acercándose lentamente a su escritorio, como si analizara lo que trajeron.

–Ay, virgencita, siento que deje de ser detallista hace mucho tiempo con mi chino al ver esto –dijo Miguel asombrado.

–Yo creo que llamare a mi esposa para decirle que la amo y comprarle flores después del trabajo –murmuró Camilo, al ver el detalle, era hermoso y no muy femenino; que con solo verlo ya se sentía mal por dejar de ser detallista con su amada–. No quiero que otro la enamore con detalles así –finalizó siendo del aula en lo que sacaba su teléfono.