||Ventitré||

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|23|El novio de papá

Alberto miraba discretamente a su novio; quien se encontraba analizando los libros interactivos de la estantería de su costado. No pudo evitar sonreír al ver su cara seria mientras analizaba cada uno de los libros infantiles.

–¿Así que ellos se están quedando en tu sala? –Preguntó Alberto aun fingiendo que miraba los libros.

Luca dejo lo que hacía y lo miro pensativo al haber olvidado la conversación que tenían al momento de entrar a la librería. Dejo el libro que tenía en sus manos en su lugar y suspiro.

–Sí, se han quedado estos días durmiendo en la sala. Aunque a veces dejo que Guido duerma conmigo para no molestar a Ercole –respondió en voz baja y como si estuviera agotado.

Alberto asintió, no le molestaba que hiciera eso; tenía tanta confianza en su novio como en su mejor amigo. Por otro lado Paguro estaba algo preocupado ante la situación de su mejor amiga de la infancia y su ex enemigo. No le incomodaba que Guido y Ercole se quedaran con ellos, ambos hombres tenían todo ordenado como limpio, e incluso la primera mañana en la que él y Tyler despertaron fueron sorprendidos con un gran banquete de desayuno hecho por ellos. Fue su forma de agradecimiento por dejarlos quedarse. Aun así eso no quitaba la preocupación que Giulietta ni Ercole mostraban señales de querer reconciliarse aun teniendo la fecha de su boda a menos de dos semanas. Los dos eran el orgullo en persona.

–¿Cómo sigue Giulia?

Se acercó a él con un par de libros de ciencia para niños. Se habían reunido aquella madrugada lluviosa del sábado para comprar algunos libros que ayudarían a Leo a aprender a leer; según el terapeuta era un buen ejercicio para acostumbrarlo a hablar.

–Trata de hacer creer a todos que ya lo supero que está mejor sin el pez gato –respondió en un tono decaído al recordar todos esa semana donde Giulia se quedó con ellos en la casa de su madre porque se reusaba a irse a su departamento por miedo de encontrarse con Ercole–. Aunque cuando llega del trabajo abraza con tristeza a su gato acurrucada en el sofá mientras come botes de gelato y ve películas románticas ochenteras –bajo la mirada pensativo–, insulta cada una de las escenas románticas en voz baja.

Luca hizo una mueca, conocía demasiado bien a Giulia como para saber que ella odia ese tipo de películas y todo lo relacionado al romanticismo. Un suspiro salió de los labios de Scorfano, él lo miro preocupado sabia lo estresado que estaba el mayor y ahora estaba preocupado por su hermana.

–Según la señora Marcovaldo; esta peor que cuando ustedes terminaron –dijo sin mirarlo.

–Es porque nosotros no fuimos una pareja tan unida como lo era ella y Ercole, duramos dos años, pero no se comparan con los seis que llevan ellos –comentó como si nada, en lo que encaminaban con los libros elegidos y uno de interacción para Mina.

Dejaron los libros en el mostrador, la empleada comenzó hacer las cuentas mientras que Alberto saco su billetera dispuesto a pagar, no obstante cuando ya había sacado un par de billetes Luca se le adelanto al entregarle primero el dinero a la cajera.

–Tómalo como un regalo para ellos –susurró con una sonrisa avergonzada en lo que recibía su cambio y los libros en una bolsa de papel–. Grazie –le agradeció a la mujer una vez que lo tomo y lo guardo en su maletín de cuero.

La mujer asintió y les deseo un buen día.

–Los malcrías demasiado.

–Son mis hijastros, quiero consentirlos –recalcó– y solo le he comprado ropa y libros.

Scorfano rodeo la mirada, ya no podía discutir eso con su novio. Tomo el paraguas que traían y al momento de abrir la puerta del negocio salieron a la serena lluvia que invadía la ciudad. Comenzaron a encaminar por los callejones con toda tranquilidad, los dos juntos bajo aquel paraguas negro, Alberto tenía su hombro mojándose para evitar que Luca se mojara; detalle que le pareció dulce a su novio. Los callejones y negocios se encontraban en soledad, no había nadie que pudiera notar que aquel par de hombres se agarraban de la mano mientras disfrutaban como la húmeda briza mojaba sus cabelleras. Quería aprovechar ese momento solos, de que no había gente por la zona que los juzgara y que Giulia cuidaba de los niños –al parecer su gato ya le harto ser cargado y abrazado todo el tiempo–.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora