||Trentadue||

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|32|Perdiendo

No paraba de mirarlo, su risa no era la misma a la que escucho en la noche anterior. Esta era sutil y muy bien cuidada de no hacer algún ruido que lo avergonzara. ¿Por qué a él nunca lo dejo escucharlo por más que le gustaba su singular risa que era autentica? ¿Él no le tenía la suficiente confianza o no lo amaba tanto? Los recuerdos de él riéndose abiertamente a otra persona con la que tenía mejor relación, lo atormentaban. Ya que sabía que Luca odiaba más que nada en el mundo reír así.

Suspiro levemente y siguió observando sus facciones desde el otro extremo del sillón. Los dos estaban junto con su padre sentados en la sala de la casa. Luca estaba entretenido jugando con Mina recostada en sus piernas mientras que Leo sentado en una silla de madera le intentaba mostrarle su avance en la lectura, siendo dulcemente corregido en cada equivocación o cuando se trababa en una palabra. Leonardo quería demostrarle su gran avance y Paguro le mostraba lo orgulloso que estaba en cada oración.

Estaba feliz tenerlos con él tan siquiera un momento, aprovechando que Carina se encontraba en la ciudad vecina por su trabajo. Las cosas aún eran incomodas para ambos y cada vez parecían más distantes, que lo único que los tenía a flote era el cariño que compartían por Leo y Mina. Tocar sus manos accidentalmente cuando le pasó a su hija se sintió como si lo quemaban por dentro y sabía que él sintió lo mismo al sonrojarse levemente.

No fue hasta que unos pasos llamaron la atención de todos. De repente en el borde del umbral de la entrada un emocionado Guido apareció. Tenía una gran sonrisa que era contagiosa.

–Están listos para ver a nuestra bella regina –exclamó en lo que se adentraba al lugar y tomaba asiento en medio de Luca y Alberto.

El artista y el pescador se acomodaron en sus asientos intrigados de ver el vestido que eligió su pelirroja. Leo dejo de leer y Luca sentó a Mina en su regazo para que también viera a su tía.

–Ya puedes salir, Giulietta –anuncio el castaño como si fuera un niño pequeño, quería ver las reacciones de todos al vestido que ellos dos eligieron.

Lentamente una esponjosa y larga falda color perla apareció junto con una nerviosa novia. Avergonzada y tímida ante la reacción de su papá ella sonreía de manera temblorosa. Todos los adultos se quedaron sin palabras al verla en ese hermoso vestido estilo princesa, sencillo, pero elegante que hacia resaltar las caderas de la mujer. Su larga y rebelde cabellera estaba suelta y aun así se veía hermosa, cosa que les hizo pensar cómo se vería ya maquillada y peinada junto con el velo. Se colocó en frente de ellos esperando que dijeran algo, pero nada. Alberto sonreía emotivamente al verla tan hermosa y Massimo no quería demostrar aquellas lagrimas que lo amenazaban al ver a su pequeña a poco días de casarse.

Giulia miro a Luca y él le sonrió.

–Te ves realmente hermosa, a él le encantara –comentó en voz baja.

–¡Te ves como una reina de vedad! –añadió Leo poniéndose de pie en la silla y levantando sus bracitos con emoción. Luca le sonrió con orgullo al niño al decir ya frases más completas, le acaricio la mejilla y el rio avergonzado.

Giulia también se avergonzó –aún más de lo que ya estaba– ocultando por un momento su rostro con sus manos. Quería que su día fuera perfecto.

–¿En serio lo creen? ¿Crees que le guste a él? –inquirió esperanzada, creía que se veía mal o era exagerado, pero ese vestido le encanto cuando se lo puso en la tienda.

–Tú tranquila, atraparemos a Ercole cuando se quede sin palabras al verte llegar al altar –se burló Alberto.

Guido y Luca rieron ante el comentario. Estaban seguros que Ercole le fascinara verla así. Cada vez está más cerca la boda, que los nervios de la novia se mezclaban con los síntomas de su embarazo que casi no se notaba su vientre ligeramente levantado.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora