|45|Dos almas rotas
Su expresión mostraba incredulidad, las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas rosadas. Ahí estaba él; a pocos metros de distancia apoyado en su bastón negro, con una ropa medio formal –camisa gris y saco negro–, su barba estaba bien cuidada con leves toques de canas. Su semblante mostraba cansancio como seriedad. Se vía más joven y tranquilo que la última vez que se vieron. Era como ver a una persona completamente diferente frente de él. Alberto cerró su mirada, dejando salir un pesado suspiro antes de encaminar cojeando hacia él.
Luca no se movió, realmente no sabía que reaccionar; sentía miles de emociones difíciles de describir en ese momento. Que solo abrió levemente la boca para rápido cerrarla, no tenía palabras. Al estar frente suyo solo se miraron, perdiéndose rápidamente en el color de los ojos del otro: verde y café.
–¿Podemos hablar? –susurró decaído el mayor.
Parpadeo unos instantes, lo miro de pies a cabeza antes de volver a sentir toda la rabia que sentía momentos atrás, que ni siquiera pensó cuando soltó un fuerte golpe de puño cerrado en la cara de Scorfano.
Alberto retrocedió sintiendo el ardor al igual que el sabor metálico de la sangre, Luca le había partido el labio inferior. Sobó su mejilla antes de mirarlo, quedándose congelado al ver sus lágrimas caer de nuevo junto a un rojo rostro lleno de despreció y enojo.
–¡CREES QUE SOY UN MALDITO JUEGO PARA TI!
No se inmuto bajo la mirada para recuperar la postura, respiro hondo y lo volvió a mirar.
–Jamás fuiste un juego para mí –dijo en un tono apagado al igual que frustrado.
–¡No te creo! ¡Alberto, siempre es lo mismo contigo!
–Lu.
–¡YA BASTA! Solo dime la verdad y ahora, ¡¿Qué mierda haces aquí?! –se derrumbó en el suelo, quedándose de rodillas en las escaleras del edificio.
Sentía como un fuerte dolor comenzaba a invadir su cabeza ante todo el estrés que sufría en ese momento. Estaba harto y destrozado, estaba cansado de fingir. Alberto ignoro por completo el ardor del golpe recibido, Luca tenía la mano pesada para su estatura y delgadez, aun así se merecía ese golpe. Con mucho cuidado se acercó a él para tomar asiento a su lado. El menor al verlo no dudo en ayudarlo en sentarse bien, lo odiaba, sí, pero para su desgracia su amor hacia él era mucho más grande. Alberto lo miro sorprendido, no obstante Luca solo chasqueo la lengua y miro a otro lado.
La calle estaba vacías, ante el clima mojado, el frio viento de otoño movía las copas de los arboles anaranjados. Ambos quedaron en silencio, Luca tallo con fuerza su rostro con sus manos intentando calmar todos aquellos pensamientos negativos. No fue hasta que vio una caja de cigarrillos –medio vacío– marca Andersen posados frente suyo. Levanto la vista y Alberto solo miraba a suelo con culpa tatuada en su frente.
–Sé que cuando te alteras, siempre tienes ansiedad por fumar –musito sin mirarlo, solo sacó del bolsillo de su saco un encendedor para que pudiera encenderlo.
Paguro no dijo nada solo tomo un cigarrillo y el encendedor para desahogarse. Volvió a guardar los objetos en sus bolsillos mirando de reojo como su novio se relajaba al expulsar hacia el cielo nublado aquel humo tan mortal.
–¿Hablaremos como adultos?
Él lo miro y suspiro cansado.
–Ya no quiero ser un adulto...podemos hablar como antes...como amigos de la infancia.
Alberto pareció desanimar al escucharlo, aun así asintió. Luca le ofreció de su cigarro y el no dudo en tomarlo y colocarlo en sus labios bajo la mirada atenta del mejor. Un beso indirecto, pensó, pero rápidamente elimino aquel pensamiento sin importar lo hipnótico que era verlo expulsar el humo hacia abajo, haciendo una mueca ante el ardor de su herida.
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Entre Nosotros || Luberto
Hayran KurguEra la temporada de lluvias en la ciudad italiana de Génova e inicios del año 2001. Luca Paguro un reconocido profesor de las ciencias astrofísicas de una de las universidades más prestigiosas de Europa, tenia una vida común y llena de logros para s...