||Ventisei||

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|26|Noche de chicas

En algún lugar del tiempo; se reproducía en la vieja televisión de la sala. Ella estaba sola envuelta en su sabana mientras, Angelo, su gato se acurrucaba en su regazo ronroneando gustoso ante las caricias de su dueña. A veces le recordaba al mismo Machiavelli. Su madre trabajaba esa noche del viernes y su hermano había salido temprano en una cita con Luca y sus hijos.

La cabeza de la joven maestra de primaria estaba tan perdida en sus pensamientos, había pasado cuatro días desde que le confeso a Alberto de su embarazo, su hermano la cuidaba tanto que no hiciera ningún esfuerzo –no porque crea que sea débil, era más porque no sabía que tan delicado era un embarazo triple–, incluso le recordaba cada cuanto tenía que tomar sus pastillas de ácido fólico o incluso dándole comida con muchos nutrientes. A parte que le hacía un enorme favor al ocultar su embarazo de su madre.

Sonrió con tristeza y dejando de acariciar a su gato para colocar su mano en su vientre al recordar como era de cuidadoso con los dos embarazos de su esposa. ¿Ercole sería igual?, pensó mientras llevaba un pedazo de Cannoli a la boca. Ya no le importaba si se ensuciaba nadie la miraría en esa pose tan lamentable.

O eso creía...

El timbre de la casa sonó, cosa que le extraño –como también le emociono un poco–, ya que su madre y hermano tenían llaves. Bajo con cuidado al gato al suelo, se quitó la sabana y sacudió un poco su pijama llena de boronas de comida. Estaba hecha un asco. Se puso sus pantuflas y fue directo a abrirla, se sentía nerviosa al pensar que se trataba de Ercole, aunque lo dudaba él no era el tipo de hombre que lucharía por alguien que no sea el mismo. Pero no perdió la esperanza cuando giro la perilla, su expresión de nervios se transformó en pura confusión al ver la figura más pequeña frente a ella. ¿Mirabel?, pensó al verla en frente de su casa con un hermoso vestido azul adornado de mariposas doradas. Su figura baja y curvilínea hacia resaltar aún más su vientre de ya de seis meses.

Buona sera, Giulietta –saludo con un tono dulce y encantador como siempre mientras acariciaba su vientre con suavidad–, ¿espero no interrumpir algo?

Giulia no escucho lo último su mirada estaba enfocada en el enorme vientre de la colombiana, trago saliva al sentir un escalofrío recorrer su espalda baja con solo pensar que el suyo pronto se verá aún más grande y molesto que el de ella. Sus nervios e inseguridades –que le hacían recordar al Bruno de su cabeza que siempre habla su hermano– comenzaron a hundirla cada vez más, ella podía contra cualquier injusticia o problema, siempre se caracterizó por ser valiente y atrevida, pero la simple idea de que no podrá ser una buena esposa o madre la asustaba...no quería divorciarse como los demás miembros de su familia. Y lo peor de todo; ¡¿Qué pasaría si tenía hijas?! Ella no es muy femenina, no a comparación a la mujer que tenía en frente que siempre mostraba un aura de dulzura y alegría. ¡Ella apenas podía arreglarse lo suficiente para una cena de una noche!

–¿Giulietta? –la voz preocupada de la mayor la saco de su mente al ver que ella se perdió en su propio tormento– ¿Estas bien, cariño? –preguntó colocando su mano en su hombro.

El apoyo de ella la hizo sentir peor, Mirabel tenía un aura maternal que jamás lograría tener para sus hijos. Respiro hondo y desvió la mirada para intentar calmarse.

–Oh, cariño –expresó preocupada abrazándola con algo de dificultad por culpa de su vientre, levanto su rostro y limpio sus lágrimas con suma delicadeza–. Giulietta, no llores, por favor, me harás llorar –dijo entre cortada por culpa de sus malditas hormonas.

–No entiendo como lo haces ver tan fácil; ser tan femenina y maternal –comentó adolorida.

Mirabel bajo la mirada y suspiro.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora