||Sette||

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|07|Un niño y una bebé

Una débil ola de humo salió de sus finos labios. Se sentía tan bien volver a fumar para él. Recargado en la puerta del pequeño balcón observaba la calmada lluvia caer a su costado junto con el sereno viento que movía las copas de los árboles que obstaculizan la luces del poste de luz del frente. Hace años que no estaba en esa casa; cual una vez fue como su segundo hogar. Aun podía escuchar a la bebé llorar, mientras la señora Lilian Marcovaldo intentaba calmarla cosa que parecía no lograr. Desde su llegada la pelirroja –cual comenzaba a ser más canosa que pelirroja– lo reconoció y lo recibió con los brazos abiertos, a pesar de ser prácticamente el ex novio de su única hija. No obstante ella lo conocía desde los doce años y llego a quererlo como un segundo hijo.

Miguel y Mirabel junto con su esposo al llegar a la residencia con sus instrumentos médicos y medicamentos naturales siguieron rápidamente a Alberto para revisar lo que ocurría con su hijo mayor, porque si, se acaba de enterar que no solo tenía uno, sino dos hijos Mina y Leonardo. Mina era la menor una pequeña bebé de no más de cinco meses, la señora Marcovaldo seguía intentándola que dejara de llorar, pero pareciera empeorar cada vez más. Por otro lado ni siquiera había visto al pequeño Leo, Alberto le hablo poco de él era un niño de dos años y medio, alguien energético pero tímido. Otra cosa que se había enterado era que solo él y sus hijos se quedaban en la residencia de Lilian mientras que Guido y el señor Massimo se quedaban con Giulia en su departamento. Por obvias razones. Pero ¿Dónde estaba la esposa de Alberto?

No quiso preguntar por respeto. Cerró su mirada y siguió fumando calmadamente como si el llanto de la bebé no le molestara. De repente abrió sus mirada al escuchar la puerta de la habitación donde estaban todos, abrirse y de ella saliera la relajada figura de Camilo. Él se encontraba tranquilo caminando hacia la sala mientras se retiraba los guantes médicos que utilizaron por higiene.

Luca apago casi al instante su cigarrillo en el cenicero que tenían en uno de los libreros y cerró la puerta del pequeño balcón. Apurado se acercó a su amigo; quien terminaba de desamarrar la coleta que se hizo al entrar.

–¿Qué paso? ¿Está bien?

El colombiano dejo salir una risa ahogada, le parecía tierno que su amigo se preocupara por la salud de un niño que no conoce ni ha visto. Por otro lado también se acercó la dueña de la casa angustiada por el bienestar de su "nieto".

–Bueno, realmente tuvimos suerte de llegar a tiempo antes de que empeorara –comentó sereno mientras alzaba los guantes en el bolsillo de su pantalón–, por ahora evitamos que se volviera grave. Leo al parecer se enfermó por el cambio drástico de un clima cálido a uno helado, lo cual provoco también que se deshidratara. Pudo pasar desapercibido por un simple resfriado. Mirabel y Miguel se quedaron para darle un par de inyecciones con suero para que pueda mejorar un poco esta noche, también fue cuestión de suerte que Miguel los tuviera de emergencia por sus hijos. No tardan en salir, le recetaran algunos medicamentos sin receta a tu amigo –al terminar giro su vista hacia la mujer cansada que cargaba a la bebé que gritaba y lloraba en vuelta en unas sábanas lilas–. ¿Puedo? –preguntó refiriéndose a cargarla.

La mujer asintió rápidamente mientras acercaba a la niña al hombre. Camilo la cargo con mucho cuidado y de manera experta, cuidando que su cuellito y cabecita estuvieran bien. No podía ver mucho su rostro, pero no le impidió sonreír de forma tierna al recordar que pronto él cargaría a su propia hija. Mina seguía llorando y revolviéndose entre la sabana.

–No ha parado de llorar desde el lunes, ¿crees que tenga lo mismo que Leo? –quiso saber la mujer mayor, en verdad estaba angustiada por la salud de ambos.

Él no contesto solo retiro con delicadeza la manta que cubría casi todo el rostro de la bebé. Luca curioso se acercó quedando sorprendido por la belleza de la niña; piel trigueña, ojos rosados y cabellera castaña-rubia ondulada, sus regordetas mejillas estaban llenas de pecas. Para sus ojos ella parecía una muñequita, sin importar que lloraba fuertemente.

Entre Nosotros || LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora