𝓒𝓪𝓶𝓫𝓲𝓸𝓼 𝔂 𝓬𝓸𝓶𝓲𝓮𝓷𝔃𝓸𝓼

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Josephine

Pego la mejilla al frio cristal de la ventanilla del auto, mientras mis ojos observan montañas llenas de árboles en tono naranja y amarillo, con cielos grises, y lagos verdes, pasar una tras otra, mientras el auto avanza, de pronto sin esperarlo soy golpeada por una profunda melancolía, talvez sea por la música deprimente que escucho, pero la sensación de no pertenecer a ningún lugar se apodera de mí, como si toda yo no encajara en ningún lugar, para ser sincera ni siquiera lo intento. Hay días donde me siento como una mierda, hoy es uno de esos días.

El auto sigue avanzando adentrándose en uno de los vecindarios ricos de Sofía, casas enormes, con jardines enormes rodeados de grandes arboleas color caramelo ambarino. Cada casa tiene su gran extensión de bosque, están lo suficientemente separadas para brindar a cada familia la privacidad que la clase acomodada siempre persigue.

Dentro del auto hay un silencio sepulcral, mi padre no es el mejor conversador del mundo y madre bueno, se ha tomado una de esas pastillas que la relajan. No la culpo cada quien sobrevive a su realidad como puede.

Mi padre estaciona el auto frente una casa de madera con enormes ventanales de cristal, es como una cabaña lujosa y moderna, es el doble del tamaño que nuestra antigua casa en Perth, mi padre dijo que las cosas cambiarían para nosotros, que al mudarnos podríamos dejar todo atrás y empezar de cero. Por eso cuando le ofrecieron el puesto de Ejecutivo en una de las farmacéuticas más importante en Europa con sede en Sofía Bulgaria, no lo dudó ni un segundo. Necesitábamos escapar de toda la mierda y el dolor que nos aquejaba en Australia.

― ¿Qué te parece Jo? ―me pregunta al fin mi madre saliendo de su ensoñación.

― ¿Bromean? Se parece a la casa de los Cullen.

― ¿Los Cullen? ¿Quiénes son esos? ¿Son tus amigos? ―Inquiere.

Ya quisiera yo.

―Claro, es que soy amiga de unos chupa sangre que viven en el bosque madre ―el sarcasmo es algo que emana naturalmente en mí.

―Por Dios Josephine sabes que detesto que me respondas así ―Mi madre voltea los ojos con desagrado ―. Deben de ser personajes de esos libros raros que lees, ya decía yo, si tú no tienes amigos.

―Así es madre, no tienes que repetírmelo cada vez que hablas conmigo, además se me hace una falta de respeto que no conozcas Twilight siendo cultura general ―Conteste indignada, mientras arrastro mis moletas fuera del auto.

Por dentro la Casa es mucho más bonita que por fuera, tiene pisos de madera, es espaciosa y emana un olor a madera muy exquisito, además los nuevos muebles son mucho más elegantes, que los de nuestra antigua casa, este lugar no esta tan mal.

―Tiene 7 habitaciones, tres baños, y una alberca techada, el agente inmobiliario me dijo que la construyeron hace dos años, así que es casi nueva, con lo que me dieron por la antigua casa, más una pequeña inversión extra, realmente ha sido una gran compra ―aseguro mi padre en tono calmado limpiando sus gafas.

― ¿En qué piso esta mi habitación? ―Pregunte señalando mis maletas.

―En el tercer piso, la que tiene vista al bosque, de hecho, hay una sorpresa esperándote en tu habitación ―Me informa mientras hace un movimiento con la cabeza señalándome las escaleras.

― ¿Una sorpresa? ―Entrecierro los ojos con escepticismo, mis padres casi nunca me dan obsequios.

Sospechoso.

Así que me apresuro subir escaleras arriba hasta llegar al tercer piso, donde solo hay dos habitaciones y una de ellas está cerrada con llave, así que deduzco que la que queda es la mía, abro la puerta de la segunda habitación la cual es espaciosa, tiene una gran ventana y un pequeño balcón que da hacia el bosque, tengo una gran vista de las copas de los arboles lo cual es lindo, pero lo que más llama mi atención es que la sorpresa a la cual mi papá se refería es que trajeron mi piano, creí que lo habían vendido, realmente es una maravillosa sorpresa, ellos saben cuánto significa este piano para mí. Así que es muy lindo de su parte, debería bajar corriendo a darles un abrazo y decirles que los amo, pero en mi familia las demostraciones de afecto no son nuestro fuerte, nunca nos abrazamos, o nos decimos que nos queremos, sabemos que nos queremos, pero nunca lo decimos, está implícito en actos como estos.

Así que bajo de nuevo a la sala de estar donde se encuentran mis padres acomodando las cosas de la mudanza.

―Me gusta mi habitación ―Les informe sin denotar mucha importancia.

―Bien ―contesta mi papá apilando unas cajas, mientras mi mama acomoda sus jarrones de porcelana griega.

―Gracias por no vender mi piano.

―Comprar uno nuevo nos iba a salir más caro, ya que lo sabes ahora sube tus maletas a tu habitación y acomoda tus cosas ―Me ordeno mi madre sin apartar la vista de sus preciados jarrones.

―Bien ―Dije girando sobre mis talones, me dirigí a donde mis maletas y las arrastre escaleras arriba hasta mi habitación.

Me pase toda la tarde acomodando mis cosas, decorando un poco ya que este será el lugar donde pasare la mayor parte del tiempo de mi estadía en esta casa, así que debe de ser un poco más yo. Acomodo mis discos en las repisas, mis libros en el pequeño estante a lado de la cama, pinto un poco, cuelgo algunos cuadros, y algunas enredaderas de luces sobre la cabecera de mi cama, pero sobre todo desempaco mi ropa y la acomodo en mi armario, esto es una tortura, odio doblar mi ropa, odio tener que colgar abrigo por abrigo esto es agotador, cuando estoy a punto de rendirme y tirar la pila de abrigos hechos una bola dentro del armario alguien toca a la puerta.

― ¡Pasa está abierto!

La puerta se abre y entra mi madre con un uniforme color azul marino colgando de un gancho.

―Pero que bonita te está quedando ―Asegura echándole un vistazo a la habitación.

―No esta tan mal ―Me encojo de hombros.

―Te traje tu nuevo uniforme, toma ―me lo ofrece.

Lo tomo en manos y lo inspecciono con cara de asco.

―Es horrible mamá, ¿Por qué tengo que usar un saco y una corbata? En mi antiguo instituto el uniforme no era tan formal, además este uniforme es hasta deprimente.

No me asombra todo es tan deprimente aquí.

―Bueno, es formal porque Balmont es uno de los institutitos más prestigiosos de todo Bulgaria, además no es que el uniforme sea feo, el problema es que, si por ti fuera irías a la escuela en pijama y pantuflas, así que no acabes mi poca paciencia y deja tus infantilismos ya tienes diez y siete años Josephine, deberías apreciar el esfuerzo que hacemos tu padre y yo para que tengas una educación de calidad ―Me echa en cara señalándome con su dedo acusador.

―No, el problema aquí es que quieres que finja que cambiarme de instituto en el último año es algo bueno, mamá esto es horrible, tú no sabes lo salvajes y crueles pueden llegar a ser los de mi edad, seré carnada de nuevo, ¡carnada! ―Exclame, puede que exagere un poco o puede que no.

En mi antiguo instituto no era la chica más popular, ni la más bonita, ni la más inteligente, pero ya me había adaptado, yo no me metía con nadie, nadie se metía conmigo, eso era más que suficiente, sin embargo, ahora tengo que empezar de nuevo. Hay algo peor para mí que la contaminación ambiental, la tala de árboles y la posible extinción de los koalas y eso es: los cambios.

―Ay hijita eres tan exagerada, es tu oportunidad de hacer amigos, mírate eres hermosa y no lo digo porque sea tu madre, tienes el rostro de un ángel, si tan solo te esforzaras por ser un poco más normal ya sabes, de vez en cuando intentar sonreír un poco, pero sobre todo debes de ser más amable y dejar de decirle a las personas idiotas, y maquillarte o por lo menos peinarte de vez en cuando.

―ASHHH ―Volteo los ojos.

―Niña, niña, si voltear los ojos fuera un deporte tu serias un atleta de alto rendimiento ―Me critico de nuevo.

―Si sermonear, o regañarme fuera un deporte tu serias la máxima medallista olímpica, así estamos mano madre.

―Es imposible tener una conversación de madre e hija tranquila contigo, tu carácter es horrible ―se levanta de la cama y se dirige a la puerta, molesta como siempre.

― ¡Adivina a quien se lo herede! ―Grite antes de que cerrara la puerta.

É𝖝𝖙𝖆𝖘𝖎𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora