𝕻𝖗𝖎𝖘𝖎ó𝖓 𝖒𝖊𝖗𝖒𝖊𝖑𝖆𝖉𝖆

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Josephine

― ¡QUE CARAJOS HICISTE AHORA JOSEPHINE! ―grito mi madre al ver el reporte que el director de Balmont el señor Montaigne les había enviado a mis padres para que firmaran y estuvieran notificados de mi "pésima conducta" instituto de mierda ni que estuviera prescolar.

No le bastaba con enviarme dos semanas a detención, me habrían corrido si no fuera porque soy excelente debatiendo, además porque estaba empapada de malteada lo cual contaba como prueba de que Kimberly también me había atacado, el orden de los acontecimientos no le importaba mucho al señor Montaigne, solo quería que aprendiera la lección en sus propias palabras: la violencia era algo inamisible en esa institución.

―Ella empezó ―Me justifique con mi madre.

― ¡Le pegaste a una chica Josephine! ―Vocifero mi madre como si yo acabara de cometer el peor crimen de la humanidad ―. No llevas ni una semana, ni una y ya estas metida en problemas, es que no sé qué voy hacer contigo ―Negó con la cabeza decepcionada de mí, eso era habitual, hasta ya me había vuelto inmune a sus desprecios. Si algo en su vida aparentemente "perfecta" alteraba las cosas esa era yo.

― ¿Qué querías que me dejara pisotear? Si eso querías venga para la próxima me pongo de costal y dejo que esas estiradas hagan lo que quieran conmigo, ¿Por qué siempre me tratas como si yo fuera la peor escoria mamá? Ni siquiera me preguntaste mi versión, solo asumiste que la absoluta culpable era yo.

―No, no pongas palabras en mi boca, yo no te trato como escoria ¿Qué quiere la señorita? ¿Qué te aplauda por actuar como una salvaje? Si te molestaban vas y te quejas con el director o un maestro no actúas como un mono rabioso, es que te conozco, se cómo eres. ¡Y no me pongas esa cara Josephine!

― ¿Me conoces? ¿Enserio? No lo creo madre.

―Claro que te conozco, te tuve nueve meses en mi vientre, desde que estabas dentro me dabas problemas, un dolor de cabeza desde siempre, es que tienes un don para arruinar las cosas hijita, por ejemplo hoy estaba feliz porque nos invitaron a una fiesta de gala en el vecindario y como siempre amargaste mi felicidad ―Dijo con facilidad, mi madre también tenía un don, si el don de hacerme sentir como mierda la mayoría del tiempo, me culpaba de casi todo lo malo que pasaba en su vida, a veces creo que tiene razón y me odio por ello. Pero nunca lo admitiré, en primera yo no le pedí nacer.

― ¿Crees que voy a ir después de todo lo que me dijiste? Estas mal de tu cabecita ―me reí en su cara.

―Vas a ir, no es una pregunta es una orden, no estas como para objetar, además es nuestra oportunidad para conocer gente de nuestra clase, alguien me dijo que ira mucha gente importante en Sofía, desde altos funcionarios del gobierno, hasta celebridades locales y sus familias, ¿No crees que es emocionante? ―Me pregunto emocionada. Como si esperara que mi respuesta fuera diferente a la que le di.

―No, no lo es. Y no podría importarme menos ―conteste.

Aunque soné contundente mi madre igual me obligaría ir. El fin de semana llego pronto, yo seguía castigada y por más que objetara e intentara huir de casa mi madre me obligo a usar un vestido de gala color verde de seda, parece como si lo hubiera planeado desde hace años, casi se pone a llorar al vérmelo puesto, pensó que moriría antes de verme con un vestido, talvez debía de ceder un poco ella estaba feliz eso me debía de bastar, me gustaba verla feliz a pesar de todo es mi madre, así que deje que ella me maquillara solo un poco, hasta deje que me peinara me hizo unas ondas que al final adorno con pequeñas flores doradas, sin embargo a lo que no cedería es a usar tacones, eso sí que no.

―No lo arruines, mira estos que te compre están preciosos ―exclamo mostrándome el par de zapatos de tacón.

―Si muy bonitos, pero no los usare mamá, no me gusta, no se usar tacones parezco Bambi recién nacido, sé que lo menos que quieres es que yo te haga pasar vergüenza, así que por mi seguridad y la de los demás no los usare, llevare mis Converse ―Sonríe con dulzura.

É𝖝𝖙𝖆𝖘𝖎𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora