𝓢𝓲𝓷𝓯𝓸𝓷í𝓪 𝓭𝓮 𝓾𝓿𝓪𝓼 𝓿𝓮𝓻𝓭𝓮𝓼 𝔂 𝓓𝓲𝓸𝓼𝓮𝓼 𝓰𝓻𝓲𝓮𝓰𝓸𝓼

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Josephine

Cerré la puerta detrás de mí, eufóricamente mis pies se deslizaron por el piso brillante de la sala de estar de mi casa que se encontraba tan reluciente como el cielo desértico australiano en pleno diciembre, todo esto era gracias a la minuciosidad con la que Nastenka realizaba sus actividades domésticas. Entre rápidamente a la cocina en la que se encontraba ella terminando de lavar algunos platos.

―Hola Nastenka ―La salude con rapidez, dirigiéndome a la nevera.

― ¿Tienes hambre? Acabo de preparar unos macarrones ―Me ofreció, pero yo negué con la cabeza.

―No tengo hambre, solo me llevare esto a mi habitación hasta que lleguen mis padres ―Dije mostrándole el paquete de uvas verdes en mis manos.

―Está bien, pero si te da hambre antes de que lleguen tus padres me avisas, recuerda que hoy llegan hasta tarde.

Yo asentí como respuesta.

―Sí, yo te aviso si se me ofrece algo, una cosa más Nastenka, estaré el resto de la tarde en mi habitación practicando el piano, además tengo que estudiar, no me gusta que me interrumpan así que te agradecería si no me molestaras subiendo, no es que tú me molestes para nada, solo que ya sabes trato de evitar distracciones ―explique de forma nerviosa.

―Oh no, no te preocupes ―Respondió secándose las manos en su delantal.

―Gracias ―dije saliendo de la cocina, con la misma velocidad con la que subí escaleras arriba hasta llegar a mi habitación, cerré la puerta con seguro y liberé un suspiro profundo.

―Uh uvas me gustan las uvas ―Dijo Hero sonriente el cual se encontraba recostado en mi cama el mar de tranquilo.

―Lo sé ―se las tendí en la mano ―. Soy hospitalaria con mis no invitados.

―Fuiste clara al decir: no puedes venir cuando mis padres estén en casa. Y como no están claramente lo tome como una invitación.

―Tu argumento tiene lógica, pero aún tenemos el riesgo que nuestra ama de llaves te descubra así que no levantes la voz y ni se te ocurra salir de mi habitación.

― ¿Cómo por que querría salir de tu habitación? Tu cama es cómoda ―Me guiño un ojo.

Me quite el abrigo y lo colgué en el perchero a lado de mi cama, a la vez que empujaba los zapatos fuera de mis pies, después me acerque a mi armario y saque una camisa de algodón y unos pantaloncillos cortos. Por mi mente paso cambiarme enfrente de él hasta que mis inseguridades emergieron como agua en un riachuelo en época de lluvia. Hero me ha visto casi desnuda, pero ha sido en la seguridad de la oscuridad la cual contribuye al misterio y alimenta a la imaginación, ¿Qué tal si no le gusto a la luz del sol? ¿Qué pasa si no le parezco tan atractiva como se lo imagino? No quiero destruir la imagen sexi de mí que se ha formado en su mente. Mis muslos no son tan definidos, ni mi abdomen tan plano como el de las chicas de revista edición verano donde sus pieles bronceadas brillan tanto como sus abdominales marcados, y además las estrías que se forman en mis glúteos están lejos de ser algo atractivo de ver, así que por el bien de ambos me meto al baño y me cambia ahí dentro libre de su mirada.

Cuando salgo del baño él se encuentra recostado completamente en mi cama con los brazos debajo de su cabeza, los primeros botones de su camisa blanca del uniforme están sueltos lo que deja a la vista la piel cálida su pecho, tan cremosa y fresca a la vista, que con tan solo poner los ojos un instante en ella te consume, es como si la piel de su pecho llamara a gritos a la piel de mis dedos, diciéndome: tócame, tócame, no porque necesite ser tocada, sino más bien porque deseas con fervor tocarme, porque es gratis, porque eres libre, porque si no lo haces explotaras.

É𝖝𝖙𝖆𝖘𝖎𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora