𝓞𝓳𝓸𝓼 𝓿𝓮𝓻𝓭𝓮𝓼

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Josephine

El almuerzo termino, el resto de mis clases transcurrieron y mi primer día de clases llego a su fin gracias al cielo. Mis padres trabajan hasta tarde, así que no pasaran por mí, y como no tengo un lujoso auto el cual manejar como el resto de mis compañeros, tengo que ingeniármelas para regresar a casa.

Creo que caminare, así conozco la ciudad, lo bueno es que tengo buena memoria y recuerdo la dirección, camino por la acera con la cabeza cabizbaja mirando como las hojas secas se agolpan en el suelo, acomodo mis audífonos, mi única compañía es la música, camino dejando casas, edificios, personas con sus mascotas atrás, doblo por una calle donde hay una exposición callejera de pinturas y me detengo a observarlas, la mayoría contienen los mismos colores: Amarillo, azul, y verde mezclados, fundidos, formando la ciudad, formando paisajes desolados, formando rostros tristes, formando la vida cotidiana, retratando la Sofía callejera, la que ve ancianas tomándose un café por las mañanas, la que ve un bebé nacer y esa que deja sus hojas caer en otoño.

Sigo caminando hasta llegar a un parque donde hay niños jugando, adultos paseando sus mascotas, ancianos jugando ajedrez, gansos nadando en el lago y después estoy yo: la chica solitaria sentada en una banca, intentando perder tiempo, observando en como un gato intenta atrapar una mariposa, sin embargo, ese pequeño instante de repentina paz llega a su fin cuando una ráfaga de viento arrastra consigo las primeras gotas de agua helada, se acerca una tormenta le informa una anciana a su amigo el gato el cual pierde la esperanza y deja ir a la mariposa, la cual busca refugio como todos los demás incluyéndome, antes que las gotas empiecen a caer con más fuerza busco un lugar en donde pasar la lluvia.

Termino entrando en una cafetería llamada The Moon, al entrar me quito el abrigo y tomo asiento en una de las mesas pagada a la ventana, sacudo con las yemas de los dedos las gotas agolpadas en mi cabello, después me pido un café con leche y canela y un pedazo de tarta de manzana. Con el incidente que tuve en la cafetería no pude comer nada, así que estoy hambrienta, en lo que me traen mi pedido saco mi cuaderno de dibujo que es más bien un diario donde plasmo cosas que me parecen interesantes, comienzo haciendo unos rayones que empiezan a formar árboles, y después un lago y de pronto la imagen del parque empieza a tomar forma.

Después de terminar de tomar mi café y comer mi pedazo de tarta, pido un pedazo de tarta de calabaza para llevar, a mi madre le gusta mucho la tarta de calabaza esa mujer podrá hacerme sentir muy mal casi siempre, pero solo Dios sabe cuánto la quiero. En lo que espero sigo dibujando, pero de pronto cuando intento perfeccionar al gato persiguiendo a la mariposa siento como un vaso de café cae sobre mis piernas manchándome la camisa y la falta.

―Lo siento, lo siento ―repite una voz gruesa con un acento marcado, veo la charola plateada en el suelo, mientras puedo sentir mis mejillas encenderse en furia.

¡Que rayos!

― ¡Idiota! ―Me paso las manos por la falta en un intento por limpiarme.

―Fue un accidente ―Su voz denota inquietud.

― ¡Si, el que tu hayas nacido! ―espete con molestia.

levanto la vista y mis ojos se topan con unos ojos de penetrante color verde, como el de las montañas Hawaianas en primavera, nunca he ido a Hawái, pero he leído que sus montañas son muy verdes en primavera, sin embrago, creo que esta descripción no le hace justicia del todo, podría funcionar comparar sus ojos con el jade y esmeralda bañados por la luz del sol.

Algo extraño pasa.

¿Por qué me estoy sonrojando? ¿Por qué estoy apenada? ¿Por qué estoy romantizando el color de sus ojos comparándolos con montañas paradisiacas y piedras preciosas? ¿Acaso ya perdí la cabeza, más de lo que ya estaba perdida antes?

É𝖝𝖙𝖆𝖘𝖎𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora