𝕸𝖚𝖈𝖍𝖆𝖈𝖍𝖔𝖘 𝖈𝖔𝖒𝖔 𝖙ú

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Hero

Permanecíamos inertes, inmóviles, recostados sobre las hojas secas que cubrían el techo de Balmont. Mientras sus lágrimas mojaban mi camisa del uniforme descubrí dos cosas importantes respecto a Jo.

La primera: Detestaba mostrarse vulnerable frente a los demás, por eso siempre estaba a la defensiva, siempre huyendo, escondiéndose, siempre ignorando a todo aquel que quisiera conocerla realmente y eso me incluía a mí.

La segunda y la más triste: Ella odiaba su vida, y no porque esta fuese mala, sino porque las personas que la rodeaban hacían que se odiara así misma y cuando te odias a ti mismo es difícil disfrutar lo demás.

Teníamos algo más en común.

Guarde silencio, esto era lo que ella quería, sin embargo, tenía la necesidad de consolarla, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero para ser sincero no tengo ni puta idea de cuáles son las palabras adecuadas ¿Cómo le dices a una chica que pare de llorar sin que suene como una orden? No quiero decir el típico: no llores o el deja de llorar. Porque esa mierda no serviría de nada, además no quiero que piense que soy indiferente ante su dolor o que minimizo sus sentimientos.

―No me gusta verte llorar ―Dije al fin rompiendo el silencio entre los dos, después de romperme la cabeza pensando que decir durante veinte minutos de silencio sepulcral de mi parte.

―No estoy llorando ―sollozo limpiándose con el dorso de la mano las lágrimas acumuladas en sus mejillas.

―Ah ¿No?

―No, solo que a veces me sudan los ojos, enserio es muy típico en esta época del año.

―Sí, muy típico que te suden los ojos en otoño, a veces me pasa ―conteste riéndome un poco, pero intentando hacerla sentir mejor.

―Sí, muy típico, solo quiero que quede claro que no estoy llorando Hero ―Sentencio.

―Me alegro de que no estés llorando, ellas no merecen tus lágrimas, solo te molestan porque están celosas de ti.

― ¿Celosas de mí? ―Sonrió incrédula ―. ¿Qué podrían celarme ellas? Si lo tienen todo.

―Eres mucho más Bonita, graciosa, e inteligente que todas ellas juntas, talvez esa sea la razón.

― ¿Lo crees de verdad? ―pregunto sorprendida.

A veces me molesta que no sea plenamente consciente de su belleza y se subestime tanto.

―Todo el mundo lo cree ―Le informe.

―A mí no me importa lo que crea o piense todo el mundo ¿De verdad tú piensas eso de mí? ¿Crees que soy bonita? ―murmuro con una timidez no muy usual en nuestras conversaciones.

―Solo mírate rubia con olor a frutilla ―Ironice, porque es tan obvio que lo es.

Si tan solo supiera como los demás la ven, como tengo que aguantarme las ganas de golpear a dos o a tres tipos cada día, porque no me gusta como la ven, si se enterara de ello pensaría que estoy loco, talvez lo estoy por no querer que nadie más la mire como la miro yo.

― ¿Ese es un no? ―Agacho la mirada apenada.

La tome de la barbilla obligándola a mirarme a la cara, sus mejillas están teñidas de un rojo profundo, relucientes como manzanas frescas, una parte de mi quiere morderla, quiero lamerla, maldición quiero besarla. Pero la parte cuerda, esa que hace que me controle impide que lo haga.

―La respuesta es no, no me pareces Bonita, Bonito es un calificativo simple, sin gracia, tu Jo me pareces completamente fascinante y lo peor de todo es que ni siquiera te das cuenta gruñona tonta.

É𝖝𝖙𝖆𝖘𝖎𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora