CAPÍTULO 18

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Narrador omnisciente

Daniela se hallaba en el auto de su madre con sus pensamientos viajando en María José, por costumbre atrapó su labio inferior posando sus ojos en el exterior queriendo distraerse en el bonito paisaje que la zona le estaba otorgando, la muchacha era capaz de sentir los nervios en cada fibra de su cuerpo, la ansiedad tomando lentamente posesión de sus pensamientos mientras que, el miedo, aquel desgraciado se encargaba de joderle la existencia, repetidas veces se preguntó el causante de su temor, el responsable de que sus pensamientos se mantuviesen distraídos en aquella bonita oji verde. Pero para su desgracia siempre obtenía el mismo resultado "el beso", aquel jodido contacto de cerezos la estaba atormentado más de la cuenta, y es que ni siquiera entendía la razón de su nudo en el estómago, ni mucho menos la resequedad en su garganta, ¿Por qué ahora?, ¿Por qué se estaba sintiendo de aquella manera, justo en estos înstantes?. Ni que fuese su primer beso, maldición, claro que no era el primero.

La Castaña echó su cabeza hacia atrás suspirando, sus ojos continuaron fijos en las afueras del vehículo a la vez que, sentía aquella caracteristica humedad envuelta en sus palmas, Daniela rápidamente bufó frustrada limpiando sus manos en los bonitos jeans negros que había decidido usar.

- ¿Cariño, estas bien? - preguntó su madre preocupada de notar por el rabillo de sus ojos, como los huesos que se reflejaban en el cuello de su pequeña subían y bajaban altragar sonoramente saliva.

Y es que aquella pregunta por parte de su madre la había congelado por un par de segundos, ¿Qué si estaba bien?, ¡No!, Claro que no lo estaba, maldición, hasta la pregunta le había ofendido un poco, pero ¿Qué culpa tenía ella?, Daniela era más que consciente que no podía enojarse ni mucho menos vociferar groseria en un vano intento por relajar su ansiedad, así que tan solo se mantuvo con el rostro entumecido de la angustia mientras que, sus intranquilos ojos viajaban al compás de la velocidad del automóvil. La joven se tomó su tiempo en responder, exhaló con lentitud tomando rápidamente el oxígeno faltante, continuó con aquellos monótonos movimientos hasta que, lentamente su cuerpo comenzó a aceptar las ordenes de su cerebro logrando tranquilizarse. Daniela, un poco más relajada decidió girar su rostro observando como su madre le dedicaba un par de miradas para asegurarse de que ella estuviese bien, por instinto, le sonrió de aquella manera fingida intentando demostrar de corazón que, todo se encontraba a la perfección, a pesar de ese pequeño e inocente tiritón en su párpado izquierdo.

- Lo estoy - mintió la castaña de forma descarada sintiendo una fuerte bofetada invisible dándole con brusquedad a su realidad su pobre madre, aquella mujer estaba confiando en sus falsas palabras.

Maria Fernanda sonrió complacida, como si oír la seguridad en las palabras de la castaña fuese lo suficiente para calmar su preocupación. Para la mala suerte de la ojos avellanas sintió como su madre comenzaba a reducir la velocidad en el instante que dobló en la calle que daba la dirección de la morena, su corazón revoloteo como las alas de un pájaro, indicándole de aquella manera que ya no había marcha atrás, debía encontrarse por segunda vez en el mismo día con la mujer que revoluciona sus hormonas. Su madre se estacionó frente a la casa de la familia Garzón para luego apagar el motor de su vehiculo la castaña se mantuvo con los labios entre abiertos y su espalda adherida en el respaldo de su asiento, mientras que, sus oscuros ojos se mantenían fijos en cada movimiento que su progenitora ejercía para liberarse del cinturón de seguridad. Daniela no lo había logrado, a pesar de sus palabras hacia María José indicándole que, muy en su interior se moría de ganas por qué ella cambiase y le demostrase cuanto la amaba, la joven seguía aterrada de verla nuevamente.

- Será mejor entrar antes de que tu hermano muera de vergüenza - comentó su madre logrando que la castaña abriera sus párpados soltando un fuerte jadeo de preocupación.

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