CAPÍTULO 32

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Narrador omnisciente

Habían transcurrido una semana justa desde la última vez que la castaña tuvo algún tipo de contacto con su padre, la joven no se iba a engañar, se sentía completamente inquieta con la misteriosa desaparición de su progenitor, una parte de ella se mantuvo las veinticuatro horas del día en completa alerta negándose rotundamente el bajar su guardia, Daniela era consciente que, aquel hombre con sonrisa burlona y mirada desafiante solo estaba creando su malévolo plan para atacarla, o peor aún, a su familia.

Mientras tanto, María José se encontraba sentada sobre su cama observando con completo disgusto como Aida y Alba se alimentaban, más bien, tragaban como si no tuviesen un mañana. La oji verde tuvo la mala idea de llamar a sus amigas, aquel día había despertado con la extraña sensación de querer sentir amor, por algún motivo que, la peli negra seguía desconociendo sus sentimientos estaba por completa flor de piel, volviéndola más sensible que de costumbre. La peli negra arrugó el puente de su nariz sintiendo verdadero asco ante el sonido que los labios de Aida creaban al succionar el viscoso fideo. María José sintió escalofríos al oír a Alba acompañando los grotescos sonidos de su amiga, la oji verde no pudo soportarlo, el solo hecho de oírlas le había causado nauseas.

- Basta, ¿Pueden comer como la gente normal? - cuestionó la peli negra observando como las dos chicas la miraban como si le hubiese salido una segunda cabeza.

María José frunció el ceño a la vez que se cruzaba de brazos sintiéndose verdaderamente ofendida por la forma en que sus dos amigas le estaban observando. Aida fue la primera en ponerse de pie, la joven castaña dejó su platillo sobre la cama sin antes apuntar con su dedo índice el cuerpo de Alba, amenazando a la pobre en silencio. La muchacha alzó sus manos intentando demostrar de aquella manera que ella jamás haría una cosa tan vil y rastrera como robarse la comida ajena. La castaña se acercó a la peli negra dejando a Alba recostada sobre el colchón con su platillo de comida reposando sobre su vientre. Aida observó a María José con preocupación, la joven estaba actuando de manera extraña, parecía como si le hubiese llegado el peor "Andrés" de su vida.

- ¿Te sientes bien? Actúas como si hubieses discutido con... espera, ¿Discutiste con Daniela? - cuestionó Aida luego de caer en cuenta que, la joven peli negra solía colocarse de aquella manera cuando tenía algún tipo de problema con la castaña. María José rápidamente negó con su cabeza arrastrando sus pies en dirección de la cama - ¿Entonces estás en tus días feos? - preguntó queriendo llegar a una respuesta lo suficientemente concretada para entender su forma de comportarse. La peli negra nuevamente negó provocando que ambas chicas suspiraran de forma frustrada.

- Aida, quizás solo tiene hambre - comentó Alba mientras estiraba sus brazos ofreciendo amablemente su platillo de comida - Es sopa, tu favorita - habló moviendo sus bonitas cejas de forma sugerente.

La oji verde apretó sus labios esquivando su mirada del plato, por alguna extraña razón ver aquello le había causado nauseas.

- Aleja esa cosa de mí, sino quieres que vomite encima tuyo - hablo María José mientras que, hacia todo lo posible por aguantar las arcadas.

Aida y Alba observaron en un completo silencio como la peli negra corría en dirección del baño expulsando todo el contenido de su estómago. Aida caminó hacia el grotesco sonido que la garganta de María José creaba, la joven abrió la puerta observando a la morena con sus brazos envuelto alrededor del retrete, lentamente la castaña se colocó de cuclillas frente a su amiga estirando sus dos manos para atrapar el cabello de la joven mientras que, el mal presentimiento hacia acto de aparición erizando por completo su piel. Alba dejó su comida a medias, oír a María José le había quitado sorprendentemente el apetito. La joven se levantó de la cama caminando en dirección del minúsculo baño que compartían en aquellos momentos Aida y la peli negra, la castaña arrastró sus pies hasta llegar al umbral de puerta, donde simplemente se quedó de pie con su hombro izquierdo apoyado contra el marco de la madera.

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