CAPÍTULO 24

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Narrador omnisciente

Los días transcurrieron con normalidad, Julián intentaba evadir la presencia de la morena cada vez que tenía la mala suerte de toparse con ella en los pasillos del instituto, mientras tanto, Daniela había logrado un lazo afectivo con la joven castaña con extraña personalidad; Aida todos los días pasaba a verla aunque fuese por un par de minutos para asegurarse de que ella se encontrase en perfectas condiciones. Daniela se sentó sobre el colchón, apoyando la planta de sus pies sobre la fría madera, sus ojos viajaron hacia su muslo notando el color morado envuelto en la piel de aquella zona, a pesar de estar con medicamentos y un constante masaje que ella misma se proporcionaba, aun así le era muy difícil el mantenerse de pie por un periodo largo de tiempo.

La chica suspiró llevando sus dos palmas al borde del colchón, los músculos de sus brazos y abdomen se contrajeron en el instante que se impulsó hacia adelante. El calor era realmente abrasador en aquellas cuatro paredes, la chica de ojos color chocolate completamente sudorosa llevó sus dos manos hacia su holgada camiseta, despojándose con rapidez de aquella tela.

Daniela gruñó un tanto asqueada de sentir su propio sudor recorriendo su espina dorsal, sus ojos rápidamente viajaron por la habitación observando el causante de su sofocante habitación, sin esperar más, la joven castaña caminó intentando no apoyar todo su peso sobre su pierna lastimada, en dirección de las ventanas. Daniela estiró sus manos tomando el borde de madera, apretó con fuerza su quijada sintiendo como el objeto se rehusaba en abrirse, la joven jadeó sintiendo los fuertes latidos de su corazón chocando contra su caja torácica, con los músculos tensos y los dedos aferrados en la ventana intentó nuevamente subir la madera sintiendo como los músculos de sus hombros se contraían con brusquedad.

De repente, para su suerte, el marco de está cedió con rapidez logrando que la joven soltara un suave suspiro al sentir el aire fresco golpeando contra su abdomen, los micros vellos de aquella zona se erizaron ante el cambio climático en su piel, logrando que la joven diera un par de pasos hacia atrás, intentando acostumbrarse a la brisa mañanera. El cuerpo de la castaña se paralizó en el instante que escuchó un clic seguido de una luz brillante viniendo de su espalda. La castaña con rapidez se giró sintiendo un pequeño pinchazo recorriendo su muslo lastimado, sus oscuros ojos viajaron por la habitación deteniéndose en aquella joven de cabello castaño recostada sobre el marco de la puerta con la cámara de su teléfono apuntando hacia su dirección.

- María José arderá de los celos - comentó Aida, mientras comenzaba a teclear sobre la pantalla de su móvil.

Daniela completamente avergonzada comenzó a caminar en dirección de la castaña, sintiendo como su pierna resentida le obligaba a detenerse.

- Agh... Aida, ni se te ocurra - bramó la joven con molestia apuntando con su dedo índice hacia la Española - Y lo digo muy en serio, no le envíes esa foto - ordenó mientras que, con la mayor lentitud que le fue posible se acercó a la castaña, observando como esta sonreía ignorando por completo su presencia.

- Tarde - respondió la joven a la vez que giraba su muñeca, hacia la dirección de la ojos color chocolates dejando que esta fuese capaz de leer la conversación que mantenía con la Morena - Es la primera vez que he leído y oído a María José Garzón hablando tan bien de una persona que no fuese de ella misma... dime Daniela, ¿Qué clase de embrujo le hiciste al pollito? - cuestionó con diversión sintiendo un fuerte golpe en la zona de su antebrazo izquierdo - ¡Ostia! Relájate, ¡No! contra los golpes a las castañas - habló con emoción elevando sus dos manos hacia el aire para luego simplemente sonreír con diversión.

- Cierra la boca Aida, hoy estás más estúpida de lo normal- contestó Daniela, mientras hacia una mueca a causa del fuerte dolor que se instaló en su muslo.

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