CAPÍTULO 30

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Narrador Omnisciente

Daniela parpadeó observando sin ningún tipo de emoción el rostro de María José, la joven tragó saliva sintiendo las palabras de su hermano aun retumbando con crueldad en el interior de su cabeza, como si fuese un jodido recordatorio de que ella estaba acabada. La muchacha no quería irse, no quería dejar a la única mujer que le hacía sentirse completa, ¿Por qué le estaba sucediendo todo aquello? ¿Qué hizo mal? ¿En que se equivocó para merecer aquel castigo?. La castaña suspiró sintiendo la curiosa mirada de la oji verde fija en sus facciones, Daniela atrapó su labio inferior tomando todo el valor que su frágil cuerpo pudo retener para alzar la mirada teniendo la suerte de que sus oscuros ojos chocaran con aquel verde, la muchacha rápidamente arrastró sus pies en dirección de la morena sintiendo la desesperación emanando de sus poros. María José frunció el ceño sintiendose verdaderamente preocupada por el rostro decaído que la joven castaña estaba dejando en exhibición, la mayor tenía aquel asqueroso presentimiento que, nuevamente el pequeño demonio de rasgos amigables había jodido su relación con Daniela.

Daniela al llegar se sentó sobre la cama estirando sus manos para atrapar la cintura ajena, sus brazos estrujaron con fuerza la anatomía de la mayor deseando poder sentir por toda su vida el exquisito aroma que la morena desprendía por todo su ser, su calor le distraída de la realidad, le hacía sentirse protegida en medio de todo ese caos que conllevaba su existencia. La espalda de la castaña se estremeció en el instante que los finos dedos de la peli negra osaban en resbalar por su columna vertebral, la castaña cerró sus ojos entreabriendo sus labios en un vano intento por liberar el oxígeno que había quedado atrapado en su apretada garganta, los dedos de Daniela estrujaron con fuerza las sabanas en un vano intento por aferrarse a ella, a la vez que la dulce voz de la mayor intentaba relajar el tenso cuerpo de la castaña.

- ¿Qué sucedió? - soltó de forma amable logrando erizar todos los vellos que el cuerpo de la extranjera poseía.

Daniela apretó sus labios queriendo soltar todo lo que le abrumaba, pero simplemente aquello no salía, su apretada garganta le ordenaba el mantenerse en silencio y eso hizo. De repente, la castaña volvió a escuchar la adorable voz de María José tarareando una suave canción contra su oído, Daniela no pudo soportar la presión de su pecho, ni mucho menos la sensación de ardor que la envolvía por completo, así que simplemente dejó que las calientes lágrimas descendieran por sus mejillas mientras que, entreabría sus labios en un vano intento por que los sollozos fuesen lo más silenciosos posible. María José apretó con un toque de fuerzas sus delicados brazos sobre el cuerpo de la menor intentando reconfortar a la destrozada castaña, el corazón de la mayor se estrujó con demasiada vehemencia al oír el desgarrador sollozo desprendiendo desde los más profundos de los sentimientos de su amada.

La oji verde estaba furiosa con Julián, nuevamente el muchacho había osado en lastimar el sensible corazón de la castaña, ¿Es que acaso él no se daba cuenta? Se cuestionó María José con su quijada perfectamente marcada, como era posible que el castaño no entendiera que, a pesar de todo, Daniela le amaba con todo su corazón, ¿Qué tenía que hacer Daniela para que el joven comprendiera que ella daría su vida por la de él?

El celular de la castaña sonó logrando que alejara su rostro del buen escondite que los pechos ajenos fueron capaces de brindarle. María José giró su rostro observando en silencio como el ruido de la llamada entrante rebotaba a través de las paredes. Daniela se tensó al ver que, la pantalla de su objeto tecnológico resaltaban un par de números sin agregar.

- ¿Vas a contestar? - cuestionó María José con cierta curiosidad por saber si, aquella llamada entrante había sido ejecutada por el joven castaño.

Daniela relamió su labio inferior sintiendo el cansancio sobre sus hombros, la joven deseó negar con su cabeza mientras que respondía con firmeza "No, no lo haré" la castaña anhelaba lanzar su teléfono contra el suelo para luego levantarse del colchón y atrapar con firmeza los labios ajenos comenzando nuevamente con aquel apetitoso beso que solo María José era capaz de brindarle con tanta emoción, pero en vez de eso, simplemente se dedicó a mover aquel tembloroso pulgar sobre la pantalla táctil observando con cierto pavor como el conteo del inicio de la llamada se hacía de notar. Con el corazón apunto de huir de su caja torácica la castaña llevó aquel llameante aparato hacia su oreja sintiendo como aquel simple contacto le había causado que su cuerpo se estremeciera por completo. Su mente le había jugado una mala broma, le había hecho creer firmemente que su celular ardía por culpa del desconocido de la llamada.

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