CAPÍTULO 27

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Narrador omnisciente

Las chicas habían dejado a la castaña frente a la puerta de su hogar, María José había insistido el quedarse para asegurarse de que todo estuviese bien en su familia, cuando Daniela escuchó aquellas palabras no pudo evitar el reír, ¿Qué todo estaba bien?. Se cuestionó la joven con una sonrisa socarrona envuelta en sus labios, la joven estaba sufriendo, su familia se había ido en picada mientras que, lo que sea que quedaba de cariño por su hermano menor se había esfumado por completo, ya no había familia Calle, tan solo eran Daniela y María Fernanda, nadie más que ellas dos.

La castaña consiguió que la morena terminase por ceder a sus palabras girando sobre sus talones para seguir el anterior camino que habían ejercidos las demás chicas. Ahora, en el presente Daniela se hallaba en el pasillo de la entrada con sus manos sudando por los nervios y los hombros completamente tensos, la jóven caminó descalza sobre el frío suelo de madera mientras que, sus ojos viajaron inquietos por las paredes del lugar intentando encontrar rápidamente a su madre. Luego de un par de segundos la muchacha quedó en el marco de la habitación, su mirada se posó en el pequeño bulto que se había creado en el sofá, no le tomó mucho tiempo identificar la susodicha envuelta entre aquella comodidad, en realidad, lo supo de inmediato, ahí estaba; su progenitora, la mujer se hallaba envuelta en una cobija de tonos claros mientras que, entre sus manos sostenía una camiseta azul y un buzo de color rojo. Daniela pudo reconocer aquellas prendas, se trataba de su hermano, la joven tragó saliva sintiendo su tráquea cerrarse a causa de aquella imagen; su madre sufría y ella no había hecho nada para impedirlo. La joven avergonzada se terminó de acercar a la sollozante mujer observando cómo su madre sostenía con todas sus fuerzas aquellas insignificantes telas.

- Mamá - llamó Daniela logrando que la mujer girara su rostro observando por sobre su hombro el preocupado rostro de su pequeño bebé.

- ¿D~Daniela? - preguntó María Fernanda, intentando no sollozar nuevamente, así que simplemente se quedó ahí, estupefacta ante lo que sus ojos estaban admirando.

Se trataba de su pequeña, de su preciosa princesa frente a sus ojos, Mafe se tomó su tiempo en reaccionar, no se la habían llevado, se dijo a sí misma intentando que, aquellas palabras fuesen lo suficiente claras en su mente para hacerla entrar en razón.

- ¿No te llevaron? - cuestionó la mujer aún siendo incapaz de poder asimilar todo lo que estaba viviendo - ¿Por qué no te llevaron? - siguió con su interrogatorio girando su cuerpo por completo para ver con mayor comodidad el rostro de su hija - M~mi bebé - susurró con su mentón temblando ante aquellas lágrimas que amenazaban con huir. Daniela suspiró sintiendo las palmas de su progenitora atrapando sus pómulos. - No te llevaron - repitió Mafe tirando del rostro de la joven para obligar a que esta se escondiera en su hombro derecho - Estaba tan asustada - admitió envolviendo sus brazos sobre el torso desnudo de la joven, se mantuvieron en aquella posición, en un silencio cómodo, pero para la desgracia de la castaña aquello no duró mucho tiempo - Daniela... - llamó rompiendo por completo el abrazo.

- ¿Sí? - preguntó la nombrada observando cómo las lágrimas comenzaban a descender por las mejillas de su madre - Mamá... Por favor, no llores.

- Se lo llevaron Dani, se llevaron a mi bebé... Mi Julián - sollozó el nombre de su hijo llevando sus dos manos hacia su rostro - Si tan solo, s~si tan solo no lo hubiese abofeteado, si le hubiese preguntado el cómo se sentía, tal vez, tal vez, él estaría aquí - hablaba con tal arrepentimiento que la castaña frente a ella no pudo evitar apretar su quijada.

- Fuiste una buena madre, fuiste la mejor madre que ese imbécil pudo tener en su asquerosa vida - bramó Daniela sorprendiendo por completo a la mujer que limpiaba en silencio sus lágrimas - Julián... Ese desgraciado... Ese imbécil - y mientras más lo insultaba, más se hacía notar el recorrido de sus calientes lágrimas descendiendo a través de sus pómulos - Puto egoísta - murmuró a la vez que se sentaba sobre el frío suelo llevando una de sus palmas hacía sus húmedos ojos - Caprichoso de mierda.

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