24 | La bruja que logró transformar al sapo en hechicero

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24| La bruja que logró transformar al sapo en hechicero

HALLEY:

Al despertar aquella mañana supe que había estado lloviendo porque mi cuerpo estaba más relajado de lo normal y mis músculos dolían del placer.

Mis ojos lograron abrirse sin dificultad y la claridad del exterior no me molestó demasiado al hacerlo. Había dormido estupendamente y eso era algo que solo sucedía cuando las nubes decidían llorar por las noches.

Eran cerca de las nueve de la mañana, lo miré en mi teléfono con cuidado de no moverme demasiado para no despertar al guitarrista que dormía a mi lado y continuaba apresándome contra su cuerpo como si no quisiera soltarme por nada del mundo.

Había pasado una mala noche, lo supe en cuanto vi la caja de pastillas que había en su mesita de noche. Solía tener migrañas y con el cambio de tiempo su cabeza no lo soportaba muy bien, aquel ceño fruncido me lo estaba recordando.

Le acaricié el pelo y lo abracé, como si de aquella forma pudiera solucionar todo su mal, mientras algo en mí se sentía mal por haber dormido tan plácidamente mientras su cabeza decidía ponerle trampas a su descanso.

Tocadiscos intentó meterse entre ambos, pero no lo consiguió, porque sus brazos me sostenían con tanta rigidez que nadie que entrase a la habitación en aquellos momentos podría decir que estaba durmiendo de verdad. Por lo tanto, el animal decidió encontrar su espacio sobre las sábanas.

Cuando decidí que mis músculos estaban demasiado agarrotados como para seguir en la cama, aproveché un descuido del subconsciente de Hache para escabullirme y dejarlo dormir durante un rato más. Me acerqué a la ventana y cerré las cortinas para que no le molestase la claridad y me marché sonriendo al ver que Tocadiscos había ocupado mi lugar a su lado antes de cerrar la puerta.

Cuando abandoné la habitación, un adormilado Xander me saludó cerrando también la puerta de su habitación. No se había dado cuenta de mi presencia, estaba demasiado ocupado frotándose un ojo y tratando de adaptarse a la claridad del pasillo. Su cabello estaba desmelenado y casi me hizo gracia acompañando a su cara de ensoñación.

—Buenos días, Xander —le saludé.

Uno de sus ojos se abrió, desorientado, y en cuanto me vio, me sonrió.

—Buenos días, ricitos. —Vino caminando hacia mi posición y me pasó un brazo por los hombros antes de comenzar a andar hacia la cocina—. ¿Un café?

—Sep.

—¿Has dormido bien? —preguntó cuando entramos a la habitación—. Ha caído un estruendo horrible, no me quiero ni imaginar la noche que habrá pasado el melón que duerme contigo.

—He dormido estupendamente, lo que me hace sentir mal porque sé que no ha pasado una buena noche —reconocí en voz alta tomando la taza que me ofreció desde el mueble.

—Le pasa mucho. Va mejorando, pero la lluvia es mortal. Me lo encontré anoche hurgando en el armario de las medicinas en busca de las pastillas que se toma para dormir, estaba fatal —me contó, echándome leche.

—Gran trabajo, Xander, me siento muchísimo mejor —ironicé arrancándole una risa—. ¿A qué hora se fue Halle? —pregunté llevando la taza al microondas.

Xander se tomó su tiempo para responder, lo cual me puso muy nerviosa.

—No se fue. Dejémoslo ahí.

Sus labios se curvaron hacia el cielo con una lentitud que habría arrebatado miles de suspiros a la gente si nos hubiéramos encontrado en otro tipo de situación.

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora