| Capítulo especial II

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HALLEY:

Años después

—Es... es... Guao —dijo Halle apenas sin aliento mientras sus ojos escudriñaban cada rincón del lugar. El eco de su voz se abrió paso por los pasillos y las habitaciones y aquello asustó a Tocadiscos, que vino corriendo a refugiarse entre mis piernas.

—Es enorme —comentó Xander chiflando mientras sus ojos daban un repaso de arriba abajo a todo el lugar como mi mejor amiga.

Sonreí mientras me mordía una uña cuando sentí que mis mejillas se caldeaban. Mis ojos continuaban estudiando el sitio a la velocidad de la luz a pesar de que había pasado demasiadas horas en el interior en los últimos tres días.

—Tenéis una puta playa —exclamó Halle casi sin voz, como si todavía siguiese sin creérselo.

—La playa no es nuestra, burra —le solté poniendo los ojos en blanco.

—Halley Parks, tenéis una puta playa corriendo el cristal ese de ahí que os sirve como pared —explicó señalando con el índice el lugar.

—No empieces, que le dan pequeñas crisis existenciales. —La voz de Hache llegó desde la puerta y el eco volvió a asustar a Tocadiscos, que miraba a todos lados para buscar a su dueño.

Nos giramos para la puerta principal y le vimos cargando con dos latas enormes de pintura. Cuando llegó a nuestra altura, Xander balanceó los rodillos y los pinceles que había traído consigo hacía cinco minutos, cuando él se había apresurado a bajarse del coche dejando solo a Hache encargado de la pintura.

—El otro día dijo que la casa era enorme y que nos venía aún más enorme todavía, luego quiso devolverla y le expliqué que eso ya no era tan fácil —explicó mi chico agachándose para depositar las enormes latas en el suelo.

—¿Quién en su sano juicio piensa en devolver una casa como esta? ¡Por la fruta más sagrada, me he equivocado de novio! —exclamó Halle extendiendo sus brazos y haciéndonos reír a todos menos a Xander, que le dio con un rodillo en la cabeza, golpe que amortizó su cabello rizado y, para no variar, desmelenado.

—Fueron momentos de inseguridad —me defendí a mí misma mientras el guitarrista caminaba con lentitud hacia mi posición.

—Claro que sí —dijo con sorna mientras me besaba—. Os quedáis a cenar, ¿verdad? —les preguntó girando la cabeza para mirarlos.

—De una —respondieron al unísono.

—¿Qué ha planeado la "señorita rutinas" para el día de hoy? —preguntó esta vez Xander guiñándome un ojo.

—Tocadiscos se va a ir fuera al jardín que no tiene plantas por el momento mientras nosotros vamos a pintar el salón —respondí—. He pensado que cada uno se puede encargar de una pared o que podemos pintar dos paredes en grupos de dos. Así, terminaremos de pintar la casa de una buena vez y Hache y yo podremos empezar a vivir aquí.

—Dices eso como si te cagaras de miedo —me respondió el guitarrista.

La mirada que le regalé le dejó claro que eso era una patraña y que lo que realmente sucedía era que iba a querer vender la casa otra vez, como había pasado semanas atrás.

—Vale, necesitamos acabar esto rápido, chicos. —Fue todo lo que dijo y, con tan solo aquello fue capaz de arrancarme una sonrisa.

Vivir con él no me aterraba en absoluto. Había pasado años viviendo en el piso de Xander y ya estaba más que acostumbrada. Mientras que muchas personas nos dijeron que éramos muy jóvenes y que íbamos a cansarnos el uno del otro, eso jamás sucedió. Es más, cada día era una nueva aventura para nosotros. Y luego él tuvo que marcharse a Nueva York y aprender a vivir sin él pululando por el piso e incordiándome cada dos por tres fue una de las cosas más difíciles que había tenido que hacer en mi vida.

Al compás de las estrellas ✔ [#HR2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora